El magnetismo de Ger Doornink hacia la moda proviene no sólo de su anterior profesión como fotógrafo e ilustrador sino también de su observación de los cuadros renacentistas italianos y holandeses. La belleza viene de lejos, de siglos de evolución y aprendizaje, por mucho que cobre vida en los rostros y en las pieles. Doornink estudió publicidad en la Academia de Arte en Arnhem, y más adelante, durante su estancia en Tokio, quedó fascinado por el estilo japonés. El artista ha explorado y sentido a Rembrandt y casi parece fusionar esa belleza occidental con la resonante sensualidad asiática para traernos, a pleno siglo XXI, un resumen vivo de la estética mundial. Las modas pasan, pero las pinturas de Doornink se encargan de no hacerlo.