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Goya y el mundo moderno

Exposición / Palazzo Reale - Museo della Reggia / Piazza Duomo, 12 / Milan, Lombardia, Italia
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Cuándo:
16 mar de 2010 - 27 jun de 2010

Inauguración:
16 mar de 2010

Comisariada por:
Concepción Lomba Serrano, Valeriano Bozal Fernández

Organizada por:
Palazzo Reale - Museo della Reggia

       


Descripción de la Exposición

Con motivo de la Presidencia española de la Unión Europea, la Consejería de Cultura del Ayuntamiento de Milán y la Sociedad Estatal para la Acción Cultural Exterior (SEACEX) presentan, en la salas del Palazzo Reale, una extraordinaria exposición sobre el gran pintor aragonés, profeta y fuente de inspiración de los principales artistas y movimientos de los últimos dos siglos. Goya y el mundo moderno es una emocionante muestra que reconstruye a través de más de 180 obras, entre pinturas, grabados y dibujos, la relación entre Goya y otros célebres artistas que han marcado la evolución del arte a lo largo de los dos últimos siglos: de Delacroix a Klee, de David a Kokoschka, de Victor Hugo a Mirò, de Klinger a Picasso, de Nolde a Bacon, de Kirchner a Pollock, de Guttuso a de Kooning.

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'Con esta gran exposición, dedicada a Goya y a su visión de modernidad, tenemos la posibilidad, además de la necesidad, de sentirnos orgullosamente europeos y de reconocer en el arte la base y la altura de nuestra inquieta identidad', explica el Consejero de Cultura del Ayuntamiento de Milán Massimiliano Finazzer Flory. 'De hecho, en el corazón de este imponente proyecto expositivo de alcance internacional, subyacen la amistad y la cooperación entre las instituciones y las personas. Por otra parte, las 'cifras' son suficientemente elocuentes: 184 obras maestras, 45 artistas célebres además de Goya, 62 entidades prestatarias y 15 países distintos participan en la iniciativa para dar su visión sobre 'el mundo moderno' y su evolución, estética, sensibilidad, sus valores y contradicciones a lo largo de dos siglos cruciales para la historia de Occidente'.

 

Partiendo del análisis de los temas preferidos del pintor aragonés -la imagen de la nueva sociedad, la expresión de la subjetividad, la reacción gestual y la violencia-, esta exposición nos propone una comparación inédita y estimulante entre Goya y el mundo moderno, del que el pintor ha sido profeta y testigo como hombre y como artista.

 

La exposición, comisariada por Valeriano Bozal y Concepción Lomba, dos de los más importantes estudiosos españoles de Goya y del arte contemporáneo, con el apoyo del Ministerio de Bienes y Actividades Culturales de Italia, es fruto de la colaboración entre la Sociedad Estatal para la Acción Cultural Exterior (SEACEX), el Ministerio de Asuntos Exteriores y de Cooperación y el Ministerio de Cultura de España, la Fundación Goya en Aragón y el Palazzo Reale de Milán. Se trata de una iniciativa organizada por la Sociedad Estatal para la Acción Cultural Exterior de España (SEACEX), en colaboración con la sociedad Mondomostre, el Palazzo Reale y la Embajada de España en Roma, que cuenta con la participación de numerosas instituciones italianas y españolas, coincidiendo con el semestre de la Presidencia española de la Unión Europea, y es testimonio de las óptimas relaciones existentes entre ambos países.

 

Goya, 'pintor de la vida moderna'

 

La influencia de Francisco de Goya en el arte y en la cultura contemporánea ha sido reconocida por la historiografía tradicional, que define la obra del artista como punto de referencia de muchos de los movimientos estilísticos que han contribuido a definir el arte de los siglos XIX y XX: impresionismo, simbolismo, expresionismo, surrealismo.

 

La presencia de la irracionalidad, la importancia del cuerpo, el terror, la constancia del miedo, son algunos de los aspectos de la nueva sociedad sobre los que las pinturas, los dibujos y los grabados de Goya arrojan una luz intensa y reconocible. No son pocos los artistas que, directa o indirectamente, han convertido la pintura de Goya en un punto de referencia conceptual y estético, haciendo suyas las narrativas y pinceladas envolventes del pintor.

 

El recorrido

 

El recorrido de esta exposición está articulado en torno a tres ejes temáticos que presentan las obras de Goya junto a algunas de las obras de los artistas más influyentes del siglo moderno. En primer lugar, se propone un análisis de la imagen de la nueva sociedad, creada a partir de la quiebra de la estructura política del Antiguo Régimen, para llegar al desarrollo de la industrialización y al nacimiento de nuevos colectivos sociales en los que el individuo afirma su propia subjetividad. En una segunda instancia, la exposición pretende poner de manifiesto la reacción del individuo frente al nuevo estilo de vida, mediante la reproducción de fuertes expresiones que contrastan con los habituales estereotipos de comportamiento. Por último, la muestra presenta una visión de la violencia y el terror como los rasgos más negativos de la nueva sociedad, que adquieren vida en los lienzos a través de colores y profundas e intensas representaciones.

 

La exposición consta de cinco bloques:

 

1. El trabajo del tiempo. Los retratos, donde los retratos y autorretratos ponen de manifiesto el nuevo análisis de la subjetividad, tay y como lo considera la sociedad moderna (Goya se compara aquí con David, Delacroix y Soutine);

 

2. La vida de todos los días, con obras que ponen de manifiesto las consecuencias e implicaciones de esta nueva sociedad en la vida cotidiana (aquí las obras de Goya establecen un diálogo con las de Daumier, Grosz, Kirchner y Victor Hugo);

 

3. Los Disparates y lo grotesco, que pretende ilustrar el mundo moderno mostrando sus aspectos más absurdos, siguiendo una de las claves de lectura preferidas del gran pintor español (aquí las obras de Goya anticipan las obras de Miró, Picasso y Klee);

 

4. La violencia, donde las representaciones de la guerra y sus dramáticas consecuencias pretenden explorar el aspecto más oscuro y terrible de la transformación de la sociedad (las crudas imágenes de Goya están aquí acompañadas por obras de Music, Dalì, Guttuso y Picasso);

 

5. El grito, cierra el círculo de esta muestra, devolviéndole el rostro a aquella subjetividad tan admirada en la primera sección, pero otorgándole esta vez un rostro deformado por el terror, reducido a un lejano atisbo de lo que otrora fue (la herencia del pintor español se refleja aquí en obras de Pollock, Kiefer, Bacon y Saura).

 

La exposición

 

La exposición del Palazzo Reale representa una operación de gran envergadura en la que participan 62 entidades prestatarias, entre entidades privadas y museos internacionales, procedentes de 15 países distintos. Además de las obras de Goya, esta exposición incluirá obras de otros 45 artistas hasta alcanzar un total de 184 piezas. La exposición mostrará al público una gran variedad de obras maestras, tales como: el Autorretrato de Goya, del Museo del Prado, y el de Delacroix, de los Uffizi, el magnífico retrato de Asensio Julià, del Museo Thyssen - Bornemisza, el retrato del Rey Carlos IV y el de la Reina María Luisa de Parma, del Archivo General de Indias de Sevilla, realizados por Goya como retratista de la Corte, que se muestran junto a la magnífica Mujer con mantilla de Pablo Picasso, del Museu Picasso de Barcelona.

 

Junto a estos retratos, podrán admirarse sugerentes representaciones de la vida cotidiana como El Afilador de Goya, del Museo de Bellas Artes de Budapest, o La lechera de Burdeos, del Museo del Prado, y los famosísimos grabados del artista español cedidos por la Biblioteca Nacional de Madrid que anticipan las atmósferas grotescas de Circus Trio de Georges Rouault, de la Phillips Collection de Washington y Mujer y pájaro en la noche de Joan Mirò, de la Fundació Joan Miró. Tendremos ocasión de apreciar los celebérrimos tonos oscuros de Goya en La Degollación y La Hoguera, junto a la violencia de Madre con niño muerto de Picasso, del Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía de Madrid, y Trionfo della morte de Renato Guttuso, procedente de la Galleria Nazionale d'Arte Moderna en Roma.

 

La exposición se cerrará con obras cargadas de un fuerte impacto emocional, entre la que se encuentran Cristo en el Monte de los Olivos, de Goya, el gigantesco La gran multitud 1963, de Antonio Saura, realizado en más de cinco metros y cedido por el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía, Pittura A de Jackson Pollock, de la Galleria Nazionale d'Arte Moderna, Three studies for a portrait of Peter Bear de Francis Bacon, de la Colección Abelló, y Hombre rojo con bigote de Willem de Kooning, del Museo Thyssen - Bornemisza.

 

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Goya y el mundo moderno

 

La historia del arte alberga una enorme riqueza en retratos, escenas de la vida cotidiana y de violencia, imágenes disparatadas y grotescas. La originalidad de Francisco Goya no radica en el carácter novedoso de sus temas sino, sobre todo, en el punto de vista que el autor adopta para representarlos. A pesar de que se trata de personajes presentados con pompa y decoro, los retratos de este artista nos muestran a personas sometidas al paso del tiempo. La vida cotidiana se traduce en descripciones que, aún siendo en ocasiones pintorescas y extravagantes, resultan en cualquier caso dramáticas y, a veces, hasta siniestras, fantásticas y violentas. Personajes cómicos, escenas grotescas y absurdas, en muchos casos aspectos de la vida cotidiana, que anuncian el sentido del disparate y de la caricatura tal y como lo definirá más tarde Charles Baudelaire: todo está deformado, pero no por ello resulta menos real. La violencia es uno de los elementos básicos del mundo moderno: la atrocidad de la violencia moderna no permite recurrir a grandes ideas, valores o banderas para justificar a quien la comete; y en el centro de la escena está el punto de vista de la víctima, precisamente el que Goya elige en sus Desastres de la guerra (1810 - 1815).

 

La exposición consta de cinco secciones, en cada una de las cuales Goya se presenta como punto de origen de temas que serán posteriormente desarrollados y tratados por muchos otros artistas. La primera gira en torno a la creación de la subjetividad en los retratos y en los autorretratos; la segunda aborda la vida cotidiana, con sus distintas ramificaciones; la tercera se centra en lo grotesco, el disparate y la locura; la cuarta se refiere al ejercicio de la violencia, teniendo como punto cumbre e intenso la guerra; la quinta, por último, hace referencia al grito que reduce el rostro de la subjetividad analizada en la primera sección a meros despojos de figuras.

 

SECCIÓN I - El trabajo del tiempo. Los retratos.

 

El retrato es un género crucial en el desarrollo de la modernidad, cuyo origen se remonta al Siglo de las Luces y que sigue evolucionando en el ámbito de la burguesía decimonónica. Sin él, los burgueses no tendrían una imagen de sí mismos en la que mirarse y reconocerse. En los primeros años del siglo XIX, Goya, además de los retratos por encargo, pintó retratos de familiares y amigos, llegando a ser considerado el mejor retratista de la sociedad madrileña de la época. A pesar de utilizar técnicas tradicionales, como los vestidos y la convencionalidad de las poses, el artista aragonés se concentra especialmente en la expresión individual, en el momento revelador que se esconde en el gesto físico, en la mirada y en la actitud en general, sin evitar, e incluso resaltando, los signos del paso del tiempo, que deja su huella tanto en las líneas de la cara como en los cuerpos. La trayectoria de Goya le lleva a realizar obras maestras como los retratos de Bartolomé Sureda, (1804?1806, National Gallery of Art, Washington D.C.), El actor Isidoro Márquez (1807, Museo Nacional del Prado, Madrid), Manuel Silvela (1804?1805, Museo Nacional del Prado, Madrid) o Retrato de Don Juan Martín Goicoechea (1790, Museo de Zaragoza).

 

Pero si de los retratos de Goya se desprende un fuerte deseo de autenticidad física, no se puede decir lo mismo de las obras de David o Delacroix, presentes en la exposición con dos Autoretratos procedentes de la Galleria degli Uffizi de Florencia, que por el contrario oscilan entre la retórica del neoclasicismo y los mitos del ideal romántico.

 

El objetivo de los retratos románticos es tratar la temporalidad como si fuese atemporal, tratar el presente como eternidad. Goya, por el contrario, se anticipa a los artistas del siglo XX renunciando a la pretensión de controlar el tiempo, expresando su voluntad de capturarlo sin adjetivos. En la pintura del siglo XX, el tiempo se apodera de las líneas del rostro, del cuerpo, de la figura, transformándolos, sometiéndolos a una metamorfosis reveladora de su poder. Este proceso queda patente, por ejemplo, en los retratos de Bacon (Three studies for a portrait of Peter Bear (1975), en los autoretratos de Kitaj (Autorretrato en Zaragoza, 1980) o en Antonio Saura (Autorretrato, 1959).

 

Sección II: La vida cotidiana

 

En el transcurso de su carrera, Goya también dibujó hombres cargados con pesados bultos y llevando a otras personas, que cazan, luchan, empujan carros, e incluso campesinos, mendigos, lisiados, patinadores, dandis, trabajadores, monjes, torturados, víctimas de la Inquisición y la represión absolutista, viajeros, bandidos, soldados, lavanderas, bailarines y bailarinas o ancianos de sexo indefinido. Un verdadero y fiel repertorio de la vida cotidiana en el que predomina el carácter popular que en ningún caso llega a constituir un catálogo de clases porque la individualidad de los personajes siempre está patente: en sus gestos, en su aspecto, en el movimiento de su cuerpo y sus brazos, en su actitud, en las risas frecuentes, en sus miradas.

 

También el drama forma parte de la cotidianidad, al igual que lo grotesco y la locura, sin dejar por ello de ser dramático o ser percibido como tal. El elemento dramático no la ennoblece y por ello la cotidianidad dolorosa y negativa nos parece la realidad en la que nos movemos, el mundo en el que vivimos. En este sentido, el arte de Goya va más allá de las fronteras habituales de un pintor: no se limita a representar fenómenos, personajes y lugares singulares, sino que introduce en su singularidad, aun sin prescindir de ella, una reflexión de carácter universal sobre el mundo y sobre la vida.

 

Con este proceder, Goya introduce una nota moral -que no moralista, sino más bien civil en el sentido que los ilustrados le dan al término- en escenas que, de lo contrario, hubieran sido simplemente generalistas y, aunque no prescinda del pictoricismo típico de la época, 'confiere' a este ambiente pintoresco un acento que pronto se definirá como 'goyesco' y que se desarrollaría en España de distinta forma con Leonardo Alenza (El viático y Una manola del Museo del Prado) y Eugenio Lucas (Aquelarre, Museo del Prado), especialmente por lo que respecta a la representación de la vestimenta cotidiana, de personajes populares o de escenas de la Inquisición. Más allá de las fronteras de la península ibérica, no obstante, los temas españoles ya habían suscitado el interés del caricaturista francés Honoré Daumier, autor de un famoso Don Quijote y Sancho Panza (1866?1868, Hammer Museum, Los Angeles), y de Victor Hugo, cuyos dibujos parecen reflejar la influencia de sus estancias en España.

 

Sección III: Los disparates y lo grotesco

 

En los primeros años del siglo XIX, el artista español contribuyó a establecer las coordenadas de la pesadilla que desde siempre acompaña al mundo moderno y que muchos, al amparo del progreso y del consumismo, no han querido ver. No era la primera vez que el sueño plasmaba la cultura: en el barroco el sueño ya era el amo y señor, pero con Goya adquirió una fisonomía totalmente diferente. Después de él, el mundo de la noche se apodera del universo y de todas sus figuras. Si la noche siempre se había prestado a la evasión, Goya creó una nueva y paradójica forma de fantasía. La locura nocturna se convierte en uno de los rasgos característicos de la cultura europea. La locura y lo grotesco se confunden en lugares y figuras, y la deformidad transforma los personajes humanos en bestias. Con sus figuras monstruosas, Goya transforma radicalmente la tradición que consideraba la irracionalidad y la monstruosidad como desviaciones o anomalías. La condición humana del monstruo no sólo altera los lugares comunes por lo que respecta a su naturaleza, sino que también modifica el punto de vista de la naturaleza humana: lo que caracteriza los dibujos, grabados y pinturas del artista español es la cotidianidad, la ausencia de excepcionalidad; lo que el pintor pretende mostrar es el mundo de todos los días. Éste es el rasgo distintivo de lo grotesco, representado en la exposición por lienzos de Goya tales como Baile de máscaras (1815, Ibercaja, Zaragoza) o la serie de grabados Desastres de la Guerra y Disparates. Grabados que Paul Klee en sus diarios declara haber visto en Mónaco sintiéndose profundamente impactado por la experiencia.

 

Una influencia que, aunque de distinta manera y a veces de forma indirecta, alcanza a artistas del calibre de Joan Mirò, André Masson, Henri Michaux, Georges Rouault, Max Klinger o José Gutiérrez Solana.

 

Sección IV: La violencia

 

Goya fue precursor del arte contemporáneo: una figura inquietante y lúcida, mordaz, sarcástica y capaz de representar la naturaleza humana en toda su ruidosa intensidad, sin un mínimo de compasión o conmiseración. Goya transformó la naturaleza humana en el eje vital de sus creaciones, gracias a la capacidad de representar, de una forma jamás imaginada hasta entonces, los peores instintos del ser humano: los miedos, los monstruos, la ira, la irracionalidad, la terrible actitud frente a la violencia. Se limitó a reflejar el gran teatro humano que se representaba ante sus ojos durante los años convulsos del cambio de siglo, en el paso de la Era Moderna a la Contemporánea. De su imaginación nacieron brujas, cabrones, flagelantes, aquelarres, danzas grotescas, todo ello transformado en lúcidas y macabras caricaturas de las más ancestrales y sórdidas tradiciones de una sociedad en la que confluían los instintos más bajos y las leyes más hipócritas, como en La degollación y La hoguera.

 

No es sorprendente que Goya siguiera de cerca a los pintores de naturaleza muerta españoles y holandeses que creaban imágenes alegóricas. Al igual que estos artistas, el pintor aragonés utilizaba animales muertos, incluso descuartizados, como símbolo del espectáculo sangriento que se desplegaba ante sus ojos. Goya parece avisarnos sobre la futilidad de la vida, sobre la irracionalidad del ser humano capaz de matar a golpe de fúsil o de cuchillo. No sorprende que su extraordinaria modernidad se haya convertido en un punto de referencia formal y conceptual para algunos de los mejores y más celebres artistas de generaciones posteriores tales como Gustave Courbet, Edouard Manet, Chaïm Soutine, Renato Guttuso, José Gutiérrez Solana, Pablo Picasso y muchos más.

 

Sección V: El grito

 

Goya diseñó una amplia gama de gritos de angustia que, muchos años más tarde, fueron inspiración de grandes maestros del arte contemporáneo capaces como él de ilustrar la violencia inherente al ser humano, en una nueva sociedad en vertiginosa evolución que, ocasionalmente, se precipita hacia el abismo del horror. Desde Munch -con aquel grito que ha recorrido todo el universo transformándose en un icono universal- hasta los 'ojos [que] han empezado a desear y a sufrir y las bocas que han empezado a gritar y a morder' de Antonio Saura, la modernidad ha seguido el camino trazado por el maestro aragonés, convertido en un punto de referencia formal y conceptual gracias a las rabiosas y atormentadas pinceladas de los expresionistas, a los amasijos furibundos de los abstractos o a las incisivas imágenes de esa especie de nuevo concepto figurativo propuesto por el neoexpresionismo alemán. Saura, representado en esta sección con sus obras El perro de Goya, La gran multitud 1963 y Lolita V, es uno de los principales artistas que ha reproducido toda la violencia, la rabia y la locura de los monstruos creados por Goya. Por otra parte, Jackson Pollock compartía con el pintor español su capacidad de transgredir, el amor por el negro, la intensidad del trazo y la tensión narrativa: imágenes distorsionadas, ojos desencajados, miembros esparcidos y figuras monstruosas, como sucede en su Pittura A de 1950. Francis Bacon y sus personajes que gritan se asemejan indudablemente a los personajes de Goya. Después de él, pocos otros pintores como Bacon han sabido reflejar de una manera tan magistral la violencia del hombre, como en los retratos Three studies for a portrait of Peter Bear.

 

Hablamos de una nueva forma de plasmar la violencia más profunda e irracional que tuvo sus orígenes con Francisco Goya y que ha sembrado el arte contemporáneo de representaciones magníficas y a veces angustiantes. Goya relató la insaciable crueldad del ser humano, la cólera y la angustia del hombre común, sus miedos atávicos y sus pensamientos más oscuros. Los gritos de horror del pasado se hicieron más nítidos, se mezclaron con los monstruos que oprimían sus sueños y acabaron por liberarse invadiendo sus pinturas. Fue así como nacieron las Pinturas negras.

 


Imágenes de la Exposición
Francisco de Goya, Autorretrato, 1815

Entrada actualizada el el 26 may de 2016

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