Descripción de la Exposición ------------------------------------------------------- ------------------------------------------------------- GORKA MOHAMED Kristian Leahy El eclecticismo, la libertad experimental o la deconstrucción de estilos previos fueron pilares de una pintura democrática en los 80, como un desacato de los valores dictatoriales de las vanguardias. Lo antijerárquico en los motivos y lo antivirtuoso en la técnica contaminaron a la pintura con su dulce antídoto para salvarla del veneno del estilo. En estos nuevos movimientos, entre los que destacaron los neoexpresionistas, la transvanguardia, el graffiti art, o la bad painting descubrimos los últimos coletazos agónicos de una pintura atormentada por la tendencia, lo que produjo la inevitable crisis de la representación. Pero del estado comatoso de la pintura surgirá la verdadera libertad creativa, desvinculada de unos estilos comunes, prolongándose en artistas actuales como Peter Doig, Marlene Dumas o John Currin, que han demostrado con su sincero y coherente camino personal que nos encontramos en una renovada época de la pintura, alejada de los sentimientos colectivos y los uniformes conceptuales. En esta ruptura de los convencionalismos de estilo, artistas anteriores como Picasso, Picabia o Magritte fueron precedentes en este sentido. Sus etapas poco convencionales para la vanguardia en su momento han sido de fuerte influencia para las generaciones actuales, por su capacidad de transgredir las normas ya vulneradas, creando nuevas miradas. La impertinente, por salvaje, etapa final de Picasso transmitía ese interés, propio de los sesenta, de relativizar los tabúes sociales, representando del modo más esquemático, sencillo y casual, temas tan inesperados como mosqueteros vanidosos, escenas poco convencionales entre el pintor y la modelo o retratos de inesperada composición arbitraria y experimental. Esta época de libertad picassiana recuerda a la de otros pintores como Picabia o Magritte, que también escogieron en algún momento de su carrera un momento lúcido de desacato a los estilos. En los cuadros de planos superpuestos de Picabia, el francés representó figuras desmaterializadas que parecían burlarse tanto del desenfrenado erotismo de los surrealistas como de su grandilocuencia metafísica. Por otro lado, la provocación de los 15 cuadros del Periodo Vache de René Magritte (1948) son también ejemplos de inconformismo, abriendo la mente a una serie de artistas actuales cuya originalidad creativa surge, como antaño, bajo el pretexto de un malestar sociocultural. Gorka Mohamed es uno de estos nuevos revolucionarios de la pintura actual, con un trabajo alternativo, individual y antidogmático que lo hace atemporal. Su inspiración en las claves incoherentes del autoritarismo de las vanguardias le permite invertir los mecanismos de la posmodernidad pictórica. En lugar de deconstruir los significados de la narración y la imagen, como adoctrinaba Derrida, el pintor adhiere esos elementos ya contaminados y desmenuzados por la semántica, erigiendo con sencillez nuevas miradas a partir de las ruinas de la modernidad. Sin narración ni encarnación, la pintura de Gorka Mohamed es pura exhibición de un montaje de signos filtrados que cuestionan arbitrariamente el carácter de la forma, por medio de renovados arquetipos que recomponen una imagen. Sus personajes parecen derivar de la Commedia dell?Arte, ridiculizando ciertas figuras de autoridad que convierte en antihéroes caídos de su inmortalidad. Estos recursos figurativos ironizan al mismo tiempo sobre el debate de la muerte de la pintura, exaltada con la fe de una vitalidad esgrimida con armas pictóricas utilizadas con convicción e inconformismo. Sin ética ni moral, los personajes de Mohamed son sólo una representación de la tragicomedia de las miserias humanas y una naturaleza muerta de su estupidez. Al mismo tiempo, la figura del propio pintor, admirador de Velázquez o Rembrandt, es exaltada a través de caballeros con sombrero, bigote y golilla, como un homenaje e identificación con la historia de la pintura. El artista viste y cubre a la propia pintura con los harapos del disfraz de la decadente modernidad, remendando los restos de un uniforme destruido en la batalla de las vanguardias. De los fondos neutros de reminiscencias velazqueñas surgen en su trabajo nebulosas radiaciones abstractas desde donde construye con humor, un escaparate grotesco de nuevos iconos. Estas efigies resueltas con el azar y la eventualidad de un proceso de agregación de signos plásticos, resurgen del pincel de un artista ventrílocuo que bucea entre las desconexiones y disfunciones más atrevidas y sugerentes que legó la pintura del siglo pasado, además de cierta inspiración en obras literarias como Crónica del Rey Pasmado o el Quijote. Identificado con las fuentes más subversivas y humorísticas del Dadá o la Bad painting, Mohamed rechaza, de modo consecuente, las expresiones artísticas sublimes y habitualmente consideradas bellas, resaltando el encanto de la casualidad y una calculada ruptura de los tabúes pictóricos en aras de un renovado proceso pictórico. En obras anteriores como Natillas Sweet Experience o Honeymoon, los planos entrelazados, la descomposición esquizofrénica del fondo y figura o los guiños al diseño y el cómic de autor, describían una pintura refinada de barroquismo y contaminada de excesos visuales. En sus cuadros actuales, como General Fatale, expuesto recientemente en la Timothy Taylor Gallery de Londres, la intercalación de formas geométricas y orgánicas se somete a una representación más contenida, desnuda de relato y engalanada de presencia, desechando las relaciones entre personajes como antaño y alejándose de la narratividad, destacando más el exhibicionismo de la figura y en ésta, la exaltación de lo procesual del acto pictórico. La figura insinuada en el lienzo surge de una asociación de abstracciones redefinidas que generan un volumen corpóreo de relieves, sombras y perspectivas someras, como una mirada orgánica a las máquinas de Picabia. En ese proceso estructural, Mohamed intercala superficies de aspecto pulido y brillante con otras más esquemáticas, que sugieren volúmenes tanto reales como gráficos, describiendo el retrato como contenedor de abalorios y aglutinador de ensamblajes. Los personajes surgen así de un acoplamiento de referencias faciales protésicas y surrealistas como narices fálicas, ojos como amebas o cabelleras como plantas, renovando con humor previas elaboraciones de retratos gestuales como los de Saura o los del cántabro Quirós. El artista talla y modela en el lienzo, componiendo una pintura que se hace finalmente espectro escultórico y esencial de un ser humano transversal y oblicuo. Mohamed actúa en la imagen como un nuevo Proteo, símbolo del inconsciente y del perfeccionamiento en el arte, metamorfoseando ese rostro idealizado que ya descompuso y corrompió la vanguardia. Tristán Tzara ya exclamaba en el Manifiesto Dadá de 1918 Los que están con nosotros conservan su libertad. No reconocemos ninguna teoría. (...) el único sistema todavía aceptable es el de no tener sistemas. (...) Libertad: Dadá, Dadá, Dadá, aullido de colores encrespados, encuentro de todos los contrarios y de todas las contradicciones, de todo motivo grotesco, de toda incoherencia: la vida. En las imágenes de Mohamed no hay sólo interpretaciones festivas de un mundo humano decadente sino sueños hacia una ingeniería plástica de los mecanismos culturales; como latidos que viajan por las arterias de la pintura desde el corazón arrítmico pero libre del artista.
Gorka Mohamed presenta bajo el título de Toon Toon, la exposición que supone el inicio de su relación profesional expositiva con la Galería Siboney, después de su importantísima muestra colectiva en el Reino Unido en la prestigiosa galería londinense Timothy Taylor. Bajo el título Ventriloquist (ventrílocuo) y la comisariada por Emma Dexten.
Exposición. 12 nov de 2024 - 09 feb de 2025 / Museo Nacional Thyssen-Bornemisza / Madrid, España