Descripción de la Exposición
San Sebastián, 3 de septiembre de 2020. Mañana se abre al público en la sala Kubo Kutxa de San Sebastián una gran retrospectiva de Juan Luis Goenaga de 128 obras, que estará abierta hasta el 10 de enero de 2021.
Obras procedentes de la colección del artista, de 26 colecciones particulares, Colección Kutxa Fundazioa y otras instituciones: Diputación Foral de Gipuzkoa, D’Museoa (Museo Diocesano de San Sebastián), Museo ARTIUM, Vitoria-Gasteiz, Museo de Bellas Artes de Bilbao, Museo de San Telmo (San Sebastián).
Juan Luis Goenaga
Nacido en Donostia/San Sebastián en 1950, de formación autodidacta, ya en los óleos y dibujos de su infancia y adolescencia se advierte una propensión expresionista. En los años sesenta, su interés por los grupos Ur y Gaur, le llevaría a identificarse con su empeño de arraigar la creación con la realidad existencial vasca. Cuando a partir de finales de la década se asiente en Alkiza, definirá su propia expresión, que a lo largo de su carrera desarrollará en una producción rica en matices, pero siempre reconocible.
Su obra es el resultado de una amalgama de referencias en la que se entrelazan el contacto directo con el paisaje, los emplazamientos y la historia subyacente en ellos, las lecturas científicas y literarias, las vivencias personales y el acervo cultural y artístico. Profundamente identificado con los creadores del pasado, asimila aquellos conceptos o recursos que se adecúan a su sentir, y los condensa en su propia obra con libertad. Como otros creadores de su generación, transita de forma espontánea entre abstracción y figuración. Los límites entre ambas son difusos, y una misma obra puede recorrer ambos caminos en su concepción. Entre sus temas recurrentes se encuentran la naturaleza, el paisaje, la historia, la familia, el sexo. Goenaga se ha mostrado capaz de explorar caminos diversos, de alternar y hasta contradecirse, pero manteniendo un estilo propio, alejado de las tendencias, fiel a sí mismo.
La exposición
La muestra se articula en 6 ámbitos temáticos, desarrollados en la sala principal consecutivamente para obtener una lectura cronológica y evolutiva de la producción del autor, más una sala dedicada a la obra sobre papel, que funciona como otro recorrido paralelo, pero también autónomo, ya que para Goenaga el papel no es necesariamente un paso previo a la pintura.
1. Inmersión en la naturaleza
A partir de 1969, instalado en Alkiza, vive de forma intensa la inmersión en la naturaleza y en el componente atávico latente en el paisaje. Es una naturaleza en gran medida salvaje, pero que no permanece ajena a la presencia histórica y mágica. Series Itzalak [Sombras] (1972-1973), Belarrak [Hierbas] (1973-1975) y Sustraiak [Raíces] (1974-1976), entre otras. A finales de los 70 la figura va abriéndose camino entre su mundo vegetal en varias series.
2. Figura y revelación urbana
A caballo entre los setenta y los ochenta, la figura se impone en nuevas series al establecerse en San Sebastián. Se centra entonces en lo actual, en lo urbano, en la sensualidad y la crudeza de Henry Miller, y sus obras se llenan de color; pero, sin embargo, mantiene el vigor y el dinamismo que había dominado su mundo vegetal.
En este momento, una secuencia de series se sucede con rapidez, en sincronía con el neoexpresionismo alemán y la transvanguardia italiana: Profidén (1978); Antropomorfos y Andróginos (1978-1979); Basoan dantza [Baile en el bosque] (1979-1980) o Katástrofes (1980). Pero poco después, la realidad que parecía haber estallado vuelve a tomar forma en dos conjuntos de obras: unas dominadas por un tono onírico e irónico (1981), y otras en las que la trama urbana es la protagonista, con parejas, personajes y coches que se desplazan con decisión (1981-1982).
3. Un universo íntimo
El año 1983 trae consigo varios cambios importantes, como el nacimiento de su hija Barbara y el regreso a Alkiza, que explican su vuelta a un universo íntimo en el que predominan los autorretratos, las escenas familiares, y los bodegones de objetos cotidianos. Aun así, todavía trabaja el motivo de las parejas y del medio urbano, aunque en gran medida deshumanizado. En paralelo, pinta toda una serie de obras con resultados cercanos a la abstracción. Instalado en París a finales de la década, incide en el camino abstracto, pero añadiendo elementos como redes, mallas o plásticos.
4. La inspiración rupestre
A partir de 1991 regresa con mayor fuerza a lo arcaico a través de las series Románico y Arkeolojiak [Arqueologías], que será la que marque el camino a seguir durante gran parte de la década e, incluso, hasta hoy.
En ella se observa una honda identificación con las respuestas que el hombre prehistórico pudo dar a su relación con la naturaleza y lo mágico. Emplea un lenguaje de líneas, círculos y tramas sobre unos soportes transmutados en paredes rupestres. De hecho, el mundo geológico (rocas, fósiles, minerales) constituirá también una inspiración esencial de este periodo.
5. Abstracción versus figuración
En los primeros años del siglo XXI, el sustrato arqueológico se perpetúa como la temática dominante, pero, va intercalando otros motivos, pero siempre incidiendo en la renovación del color, más puro y luminoso, como influencia de su trabajo al aire libre y de un anhelo de hacer disfrutar al espectador con su pintura.
Durante el verano de 2003 pintó un conjunto de obras con destino a la exposición colectiva Bidaideak: compañeros de viaje, celebrada en esta misma Sala Kubo-kutxa.
6. De la cueva al paisaje
La alternancia de temas se observa también las dos últimas décadas. La apuesta por el color se vuelve decidida, con excepción de una breve etapa en torno a 2011, en el que sus vistas se vuelven hacia una blancura insólita. Vuelve sobre los mismos temas de siempre: la naturaleza, los senderos y la ciudad (vista en muchos casos desde las alturas de los montes Urgull e Igeldo).
7. Obra sobre papel
La producción sobre papel ha sido fundamental en Goenaga. Al contrario de lo que sucede con la mayoría de los pintores, para los que dibujos y acuarelas constituyen un trabajo previo en el proceso, en su caso surgen muchas veces como consecuencia de la definición de las formas y los temas en sus óleos, pero igualmente como el resultado de un trabajo espontáneo que sigue su propio camino. El soporte tendrá siempre importancia, pero especialmente a partir de que empiece a trabajar con el papel artesanal Eskulan. Por otra parte, las distintas técnicas del grabado han tenido un hueco en su producción desde que comenzara a practicar con ellas a finales de la década de los sesenta.
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