El tema de la exposición, y entorno al que giran todas las piezas, es el mecanismo de un reloj de sol. Valiéndose de materiales distintos como el metacrilato, los espejos, la tinta o el hierro, el artista rompe, desde el propio género, los límites de la pintura y la escultura. Piensa con las manos todo lo que la razón no abasta. Como en un ejercicio de desaparición, el artista quiere devenir invisible, como si todas las obras expuestas ocurrieran, por un extraño azar, en un proceso de creación espontánea. La obra de Jordi Alcaraz (Calella, 1963) es, tal y como nos decía Bernat Puigdollers, el resultado de una mirada lúcida y maravillada del mundo, que centra la atención en las cosas sutiles e imperceptibles.