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Geografía Modiano

Exposición / José R. Ortega / Villanueva, 42 / Madrid, España
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Cuándo:
16 may de 2013 - 16 jul de 2013

Inauguración:
16 may de 2013

Organizada por:
José R. Ortega

       


Descripción de la Exposición

Patrick Modiano visto por Pelayo Ortega, Carlos García Alix, Damián Flores y Mariana Laín, a partir de una idea de Fernando Castillo.

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Desde sus inicios, las exposiciones que hemos celebrado en la Galería José R. Ortega se han guiado por cierta vocación literaria, por la voluntad de aunar arte y literatura, una coincidencia que tiene en el clásico ut pictura poesis su referente, pero que en el último siglo ha conocido un esplendida recolección.

 

Quizás la más implicada de todas las muestras realizadas haya sido 'Punto de Encuentro. Confluencias entre arte y literatura 1919-1945', una aproximación a la actividad artística durante la Edad de Plata a partir de los fondos reunidos durante años por José R. Ortega, que buscaba sus vínculos con la literatura atendiendo a quienes pintaban y escriban y luego cambiaban de actividad con naturalidad y más o menos acierto, en el primer tercio del siglo XX. Luego siguieron las muestras dedicadas al dibujante Luis Bagaría y su actividad en el periódico 'El Sol' durante los primorriveristas años veinte, a las cubiertas de los álbumes de Tintín interpretadas por veinticinco artistas contemporáneos, o a las fotografías de Bernard Plossu combinadas con los poemas de Juan Manuel Bonet en el proyecto 'Nord-Sud', un tipo de muestra esta decididamente poco habitual y arriesgada.

 

Ahora, la proximidad entre arte y literatura tiene de nuevo la posibilidad de manifestarse en esta exposición 'Geografía Modiano', un viejo proyecto de quien esto escribe, que ha contado con la habitual acogida en la Galería José R. Ortega, lo que confirma el interés de su inquieto titular --una suerte de Juan Sin Miedo del sector a la hora de aceptar proyectos-- por esta combinación de actividades y por las nuevas propuestas. Otra vez arte y literatura juntas en la Galería JRO en un proyecto que tiene a la obra de Patrick Modiano como eje y que ha convocado a unos artistas, no menos entusiastas de la obra del francés cuyo trabajo tiene mucho de literario, como Mariana Laín, Pelayo Ortega, Damián Flores y Carlos García Alix, este último también escritor y autor de un par de libros de tintes modianescos.

 

Todos ellos, desde el compromiso con la figuración contemporánea establecido desde hace décadas, se han aproximado a la obra del escritor francés, un viejo conocido para la mayoría, para seleccionar una serie de imágenes que permiten combinar y aproximar la obra de los artistas españoles más modianescos con los textos de un escritor cuya poética tiene un contenido muy pictórico. De nuevo, como se ve, una muestra de la confluencia entre arte y literatura que en el caso de Modiano tiene el antecedente del trabajo de Pierre Le-Tan, el ilustrador, pintor y diseñador francés, autor de gran parte de la cubiertas de los volúmenes modianescos cuya obra trajo al Reina Sofía su entonces director, Juan Manuel Bonet, tradicional seguidor del escritor y autor luego de un imprescindible 'Diccionario Modiano', publicado en la turolense revista 'Turia', junto con el escritor también modianesco José Carlos Llop. A lo largo de los años, las cubiertas de Le Tan realizadas para Folio han acompañado los libros de Modiano formando un todo en una muestra de cercanía y complicidad que se extiende a lo personal, pues ambos descubrieron que sus padres, el de Le Tan era un exquisito pintor vietnamita de nombre Le Pho, se conocieron en el Paris de los días de la de la Ocupación.

 

En la obra de Patrick Modiano, tanto la dedicada a los années noires de la Ocupación --uno de los temas esenciales de su obra--, como la que se agrupa bajo el término de autoficción, centrada en sus años de adolescencia itinerante y de juventud parisina, el entorno es el elemento de referencia. Tanto el ambiente como el escenario en que se desarrolla la narración tienen categoría de personaje, es decir, una importancia de primer orden. La geografía modianesca, como dice Denis Cosnard en su fundamental Dans la peau de Patrick Modiano, es sobre todo un asunto de emociones. Es decir, de acontecimientos, íntimos o no, ligados a lugares que según Modiano conservan los trazos, el recuerdo, de quienes han pasado.

 

El espacio modianesco es esencialmente urbano; se trata de una ciudad tan llena de referencias como recreada en las que se mueven los personajes, incluido el propio autor, y que no es otra que París. Es un París múltiple, tan onírico, interior e intemporal, según declara el propio escritor, como histórico y real. Un París poliédrico que destaca como referencia inevitable de toda la obra de PM, incluida su última novela en la que dice 'je flottáis dans l'air de Paris', que se encuentra en el centro de la geografía modianesca y que está recorrido en todas direcciones.

 

Es el París oku; el de los itinerarios del crimen lauristoniano y de la colaboración, de los cabarets siniestros, de los bureaux de compra, de las rutas canallas de los Bonny y Lafont, alguna de cuyas estaciones también recorren Albert Modiano y César González Ruano, que se recoge en la llamada Trilogía de la Ocupación, donde no son escasos los ribetes valleinclanescos, en Dora Bruder o en Viaje de novios, y que, como una pesadilla, reaparece continuamente en casi todos la literatura modianesca. Un periodo fascinante e intenso, que es esencial en la vida y obra de PM, quien más de una vez ha declarado haber sentido que había vivido los años guerra a fuer de conocerla. Una transportación hacia una época que, por citar a otro entregado a estos años, también comparte Pierre Assouline y que dice mucho de su interés por ese pasado oscuro en el que se encuentran muchas claves de su vida y de su obra.

 

En la literatura de Modiano también está presente el París de adolescencia y todavía gris de finales de los 50's, y la ciudad juvenil de los 60's, de la guerra de Argelia y la nouvelle vague, en los que se anunciaba el mayo francés. Una ciudad cambiante que recorre el escritor cruzándose con las Dorleac-Deneuve, con los Seberg-Belmondo, los Hardy-Dutronc, muchos de ellos luego amigos, o con supervivientes del pasado collabo como Emmanuel Berl o con su mentor, el también joven escritor Georges Perec.

 

Es París una ciudad contemplada desde la perspectiva del flâneur más avisado, del investigador curioso, del profundo conocedor de la urbe que en sus obras parisinas mueve a sus personajes en todos los sentidos, al igual que sus líneas de metro. Un París de hoteles -- decenas, como ese l'Unic, de L'herbe des nuits o Sègur, de Un circo pasa--, de cines, de garajes, de neones, de estaciones ferroviarias --Lyon, du Nord...-- y de metro, como la de Saint Lazare, tan grande que se diría capaz de absorber una vida. Pero por encima de todo hay un París de cafés y bares como, por citar alguno entre los innumerables, Le Condé, donde recalaba la indefensa Louki; el Café Tournon, donde Jean y Gisèle coincidian con Chester Himes en Un circo pasa; el Café Calciat que acogía a Joyita, otro ser desamparado; el muy familiar y próximo Café Malafosse, donde bebía y fumaba la danesa de Flores de ruina que hablaba en argot ; del motparno Au chien qui fume, en la esquina del Boulevard Montparnasse con una calle de tanta sonoridad como Cherche Midi, al que también acudía Louki y donde había comprado tabaco Georges Hugnet en los días de las barricadas de la liberación, como ha averiguado José Ignacio Abeijon en sus pesquisas sobre La Main à Plume; el bistrot Chez Francis, en la Plaza de Alma, cerca de donde vivía Carmen Blin y desde donde se ve una magnifica Torre Eiffel; el '66', en el boul'Mich, donde se reúnen los gángsteres que se iban a ocupar de Ben Barka y que Denis Cosnard compara con los de rue Lauriston. Baste esta lista para dar idea de la presencia de estos lugares en la literatura de PM.

 

En la literatura más parisina de Modiano también son habituales las dos riveras, los dos bois, los Campos Elíseos y sus alrededores, quartiers como Neuilly, Passy, Clichy, Montparnasse, el Barrio Latino, Val de Grace...; parques como el Luxemburgo o ese Montsouris cercano a la Ciudad Universitaria, tan presente en Una juventud y en L'herbe des nuits; el entorno de los grandes bulevares, las plazas, como Denfert-Rochereau alrededor de la cual se desarrolla Perro de primavera, la de Alma de Barrio perdido o la de las Pirámides donde tiene lugar ese Accident nocturne. Pero también aparecen las banlieues y las localidades de los environnements como el provinciano Jouy-en-Josas, donde están acogidos los dos hermanos Modiano en la maravillosa Remisión de condena, o la suburbial Fossombrone la Forêt donde vive la madre de Therese-Joyita.

 

Junto a la ciudad del Sena también hay lugares de descanso, algunos tan agobiantes como La Varenne-sur-Marne --cloaca que oculta oscuras historias de la Ocupación a la que acudían parejas como Eddy Pagnon y Sylviane Quimfé o Albert Modiano y Luisa Colpeyn, recurrente en varias obras modianescas-- o ya decididamente oscuros como aquel Barbizon de Los bulevares periféricos, que en vez acoger a Corot y sus émulos, es el lugar de relax de los gángsteres de la rue Lauriston en los años oscuros. Un lugar asfixiante en el que también tenía casa César González Ruano y donde quizás acudió a pasar algún fin de semana Albert Modiano acompañando a su patrón en los negocios raros, André Gabison, tiburón primero del mercado negro al servicio del Abwehr que aparece en Accidente nocturno y, luego, en Un pedigrí y cuyos padres vivían en la rue Raffet, en Passy, la misma calle en la que residía el siniestro Pierre Ansart que se cruza por Un circo pasa. Un personaje este Gabison que acabó viviendo en Madrid a dos pasos de todos nosotros y de esta galería que ahora dedica sus salas al universo Modiano.

 

La presencia dominante de Paris en la obra del escritor francés no excluye otros lugares, algunos mejor 'no lugares', que completan el mapa de la Geografía Modiano. Unas ciudades diferentes de la capital a las que el escritor también dota de un contenido literario que las convierte en escenario. Estoy pensando en la Niza invernal de Domingos de agosto, ciudad de hoteles y neones que todavía tenía el aire de haber sido 'zona no oku', en la que recala una pareja cuya suerte saben ligada a un diamante de oscuras historias pasadas, La Cruz del Sur, que les persigue. Pienso también en el desapacible y reconstruido Saint-Lo de Una juventud, donde Louis Memling pasa su servicio militar; en el Juan-les-Pins de la evocadora Viaje de novios; en ese supuesto Tánger de Vestiairie d'infance, que se imagina siempre como el de los Carnet tangérois de Pierre Le Tan; en el Londres de Más allá del olvido, la ciudad ya pop y sesentera del caso Profumo que proyecta la sombra, tan fascinante como perturbadora, de Christine Keeler, en la que recalan Jacqueline y su acompañante, siempre huyendo. En la Ginebra de Villa Triste --considerada una ciudad 'en apariencia aséptica, pero crapulosa. Ciudad incierta. Ciudad de paso'--, en Milán, apenas citado, en Roma, donde quieren huir Gisele y su amigo Jean en Un circo pasa en busca de algo parecido al sosiego y donde se encuentra esa Via delle Botteghe Oscure que inspiraría al escritor, o en Viena, donde llegó a vivir el propio Modiano, apenas diez años después de que el dúo Reed-Welles filmaran un irrepetible 'El tercer hombre', la película de los años oscuros europeos.

 

Pero junto a todas ellas está también presente, aunque solo sea en dos obras, una ciudad muy modianesca, evocadora y melancólica como Biarritz, en la que Modiano vivió durante dos años de su infancia en esa enigmática Casa Montalvo, y que tan cerca está de quien esto escribe. Un lugar muy literario, que Azorín recoge en su Caballero inactual, que Modiano incorpora, primero, a Libro de familia y, más tarde, a Un pedigrí. El Biarritz de Modiano es un Biarritz, invernal, solitario, que alterna un sol luminoso y plateado con la lluvia atlántica bajo la cual apenas se distingue alguna figura apresurada entre los tamarindos y los plátanos que jalonan unas calles estrechas que parecen abandonadas.

 

Es el Biarritz decadente de postguerra, de los Miremont y Dodin casi vacíos, con el Casino y el Hotel du Palais medio cerrados y el Port Vieux todavía con las huellas del bombardeo de 1944. Una ciudad de esplendor perdido que aun tardaría unos años en recuperar gracias a unos nuevos visitantes, a una sociedad que, sino de los tiempos, iba a pasar de high a jet.

 

En este Biarritz recaló Luisa Colpeyn a finales de la muy difícil década de los 40's, en plena Guerra Fría --años todavía grises, de depuración, escasez y miedo a otro conflicto-- con sus dos hijos, Patrick y Rudy. La actriz francobelga, preocupada por una carrera que todavía piensa prometedora, se acoge a la hospitalidad de unos amigos dispuestos a hacerse cargo de los niños durante los largos meses de trabajo que le aguardaban en el cine --acababa de rodar Rendez-vous de juillet, de Jacques Becker-- y en el teatro, pues iba a estrenar en París Le Complexe de Philémon de Jean Bernard-Luc.

 

Allí, en un apartamento de la misteriosa Casa Montalvo, alejada del centro y con aspecto de escenario de narración de misterio, los dos hermanos Modiano pasaron dos años al cuidado de la portera en un ambiente en el que la soledad y la añoranza debía pesar como un mal recuerdo. Una estancia durante la cual Patrick y Rudy fueron bautizados en la iglesia de Saint Martín, a unos metros de la casa, con unos padrinos improvisados y algo sospechosos y donde por primera vez fueron al colegio, a la cercana Institución Sainte-Marie, una recoleta escuela casi cubierta por los frondosísimos plátanos y castaños que la rodean.

 

A este Biarritz, lleno de claves biográficas y de recuerdos, acudiría PM años más tarde con su mujer en un viaje en busca de sus orígenes. Un recorrido sentimental por la ciudad perdida que sigue un itinerario preciso que comienza en la muy céntrica Place Clemenceau, sigue por la avenida de Victor- Hugo, deteniéndose en la Plaza del Mercado y en la Iglesia de Saint Joseph, para seguir por la avenida de la Republique hacia el Biarritz más elevado. Allí, en la rue d'Espagne, en la confluencia de la actual avenida John F. Kennedy con la Grammont y la rue Saint Martin, la de la iglesia bautismal, entre villas de nombres modianescos que hacen bueno el termino de señoriales -Grammont, Villa Reine Nathalie, Villa Miramar...- se encuentra Casa Montalvo, estación término de este viaje biarrot tan iniciático emprendido en los años 70 por el escritor.

 

Un viaje por la ciudad de inviernos luminosos, jalonado de estaciones llenas de significado que el escritor remata con el hallazgo de una partida de bautismo en la que comparecen personajes misteriosos, que le permite el regreso a una infancia de la que sabe desconoce mucho. Un recorrido que luego recogerá en Libro de familia, haciendo bueno aquello que decía Renè Char en la cita que abre la obra: 'vivir es obstinarse en consumar un recuerdo'.

 

Se alude con frecuencia a lo modianesco, un adjetivo tan inaprensible como el sentimiento de las obras del escritor francés que alude a una especie de autoquest, a la evocación de ambientes y de personajes sin aparente importancia en los que el claroscuro desenfoca la realidad o la ficción, nunca se sabe, y en los que siempre predomina un aliento lírico inaprensible. Una indagación en la que, como señala el propio Modiano, lo importante no es tanto el resultado de la búsqueda como la búsqueda en sí. Y es que en la obra de Modiano, a medida que avanza, hay una mayor sutilidad; todo es menos evidente. Nada es extremo ni excesivo y tanto los acontecimientos como los sentimientos afloran con naturalidad, despojado todo de dramatismo.

 

Teniendo en cuentas todo ello, no es de extrañar que se insista por parte de quienes no participan de entusiasmos modianesco en que el francés en realidad escribe siempre la misma obra. Una sola obra que quizás esté formada por todos los libros publicados de manera que cada uno de ellos es como un capitulo del conjunto. Esto quizás ayude a entender a Juan Pedro Quiñonero, cuando dice que Modiano es un escritor que exige una gran complicidad por parte del lector, un esfuerzo suplementario de lectura que va más allá de lo textual y que requiere un complemento de imaginación y proximidad con el escritor. Es esta una característica idónea para los artistas, quienes pueden aproximarse al mundo del autor nacido en Boulougne-Billancourt con especial facilidad pues su literatura tiene unos referentes plásticos muy poderosos, especialmente esa presencia obsesiva del entorno, del ambiente, siempre urbano, en el que se desarrolla su narrativa.

 

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Ahora, los artistas reunidos en la Galería José R. Ortega para esta exposición se han acercado a la literatura de Patrick Modiano a través de una serie de títulos escogidos por ellos mismos. En su interpretación de las obras del escritor francés los hay que han optado por el Modiano más próximo, el de la autoficcción que arranca en los sesenta, y el de las obras más parisinas, aunque siempre esté presente en el universo del escritor el aliento de los años oscuros.

 

Es el caso de Mariana Laín, quien ha realizado un conjunto intimista y lírico en el que se adivinan las obras que han inspirado a la artista entre todas las del escritor francés. La continua presencia femenina, la importancia concedida a las habitaciones de hoteles o a las asfixiantes mansardas, el universo de los bares o la recurrente soledad de esa joven sentada en el borde de la cama que tantas veces aparece en la obra de Modiano y que ha sabido ver, perspicaz, Mariana Laín, remiten intencionadamente a la Therese-Joyita, a la Louki, del Café de la juventud perdida, de destino distinto a la protagonista de Petit bijoux, y a la conmovedora Dora Bruder, esa adolescente que empieza a vivir en el peor momento, en el Paris de los inviernos más fríos y desoladores para quienes, como ella y como Tita Hirshowa o Helen Berr, llevaban la estrella amarilla.

 

Una Dora Bruder que sin duda se puede ver en la muchacha del tondo que titula 'Rafle du printemps', en referencia a la famosa de 1942 cuando su madre fue detenida, que cruza volviendo la cabeza por si algún siniestro traction-avant, negro y gestapista, la sigue antes de entrar en un café. Todo en una ciudad que se adivina sometida a un toque de queda, como sugiere la delicada pintura de esa solitaria y modianesca terraza parisina que Laín ha titulado 'Recuerdo', sin duda abandonada por sus ocupantes quizás tras caer en una redada con destino a Drancy.

 

Más cercanas al universo de Joyita y del Café de la juventud perdida está el grupo formado por las obras tituladas 'La espera', quizás ante el hotel del 11, rue Houston en que vivía Joyita y donde guarda su pasado en una caja de galletas, tan socorridas en la infancia. Un lugar al que remite de manera explicita 'En el borde', otra obra muy petit-bijoux, en la que Mariana Laín pinta la historia de desolación que se desarrolla en el interior de ese hotel. Son estas dos obras muy delicadas e intimistas que de nuevo llevan al mundo femenino de Modiano, como también lo hacen 'En la estación' y 'París 60's'. Estos dos trabajos remiten decididamente al mundo de la primera juventud del escritor, al Paris previo al 68, el primero recurriendo a un escenario de aires modianescos como son las estaciones, y el segundo, más explicito, a una vista de esos Campos Elíseos que parecen, esperar a Anna Karina o a Jean Seberg, siempre seguidas por Godard, que son habituales en el mundo Modiano.

 

Referencias más concretas a la obra del escritor se pueden encontrar en las pinturas tituladas 'Louki', que recoge a la protagonista de Café de la juventud perdida cuando cruza por delante de alguno de los locales parisinos que frecuentaba este personaje como el habitual Le Condé, pintado ahora también por Damián Flores, la Pérgola, quizás Le Chien qui fume, Le Bouquet o Le Cariter, donde la joven perdida encontró a Jeanette y a la coca.

 

Por ultimo, destacar una obra que recoge magníficamente el ambiente suburbial de las banlieues de la década 55-65, y que la artista ha titulado muy literariamente 'Lèfevre-Utile (galletas LU)', una estupenda obra llena de claves que Mariana Laín ha sabido encontrar en Joyita, una de las novelas de Modiano que más le han inspirado en esta exposición.

 

Son en su conjunto obras muy parisinas que muestran el interés de Laín hacia el mundo de las protagonistas femeninas de Modiano, en las que recoge la melancolía y delicadeza que existe en las novelas modianescas. La recreación del ambiente en el que se desarrollan las historias de Thérèse --la niña a la que le pusieron Petit bijoux, en realidad el nombre artístico y no un diminutivo cariñoso--, y de Louki, junto a la recreación de momentos del relato explican los títulos y el ambiente de estas obras, en el que el olor a las hojas muertas del bois de Boulogne, un lugar donde se solía abandonar a los perros, lo impregna todo.

 

La obra de Pelayo Ortega, en su mayor parte unos magníficos pasteles que remiten a lo mejor de su pintura, se acerca también al ambiente de la gente rara y poco recomendable que se cruza por las páginas de PM, como la que rodeaba a Carmen Blin en Flores de ruina, o a los tipos ya abiertamente peligrosos de La ronda de noche a los que alude ese 'Square Cimarrosa'. Es esta una obra ambiciosa en la que el artista asturiano sintetiza el ambiente siniestro de los años negros, en la que el 93 de la rue Lauriston, donde reinaban Bonny y Lafont, está ahora sustituido por el 3 bis, Square Cimarrosa. A idéntica intención evocadora de los años oku contemplados a lo modianesco estaría 'La casa del Khédive', otro maravilloso nocturno, que de nuevo lleva al tenebroso lugar que acogía a la banda de gángsteres de la Gestapo dirigida por un trasunto de Lafont a quien llaman El Khédive por su afición a fumar esa marca de cigarrillos y de la que forma parte quien, resumiendo la ambigüedad de la época, de día se hacía llamar Swing Troubadour y de noche Princesa de Lamballe.

 

También oscuro, casi nocturno, y lluvioso, esto último un acierto, es 'La línea del horizonte', título de resonancias modianescas que ofrece una panorámica de la ciudad desde la modernidad parisina que se abre más allá de la Porte Maillot y Neuilly, en La Défense, desde donde se puede contemplar una perspectiva de la urbe. De ambiente también algo crepuscular es el papel titulado 'Boulevard Ornano', en alusión a la calle en la que vivía Dora Bruder con sus padres en los años de la Ocupación. La obra de Ortega recoge el ambiente del entorno de la Porte de Clignancourt, junto a las vías de ferrocarril que parten de la Gare du Nord y que dan al paisaje de los alrededores del bulevar un tono suburbial.

 

Obra de atmósfera modianesca, sitúa en el extremo norte de Paris esa calle de farolas periféricas que no deja de recordar otros entornos más cercanos, confirma la idea de arrabal compartido que habría recorrido tanto Dora Bruder como Joyita.

 

Esta identidad suburbial entre ciudades que han puesto de relieve los artistas de esta 'Geografía Modiano', reaparece en otro pastel de Pelayo Ortega, el titulado 'Banlieue', en el que un anónimo paseante cruza bajo la lluvia ante unos edificios con trazas de racionalismo periférico. Una visión evocadora de personajes perdidos por calles de extrarradio citadino que convocan, de nuevo, a la conmovedora Petit Bijoux, a Jean y Giselle, de Un circo pasa, a Odile y a Louis, quien trabajaba en un garaje arrabalero en Una juventud, quizás también a esa versión inicial de Dora Bruder que es Ingrid Teyrsen en Viaje de novios...

 

Es el de hotel Terminus, un nombre recurrente en toda Europa para denominar a estos establecimientos, como aquí lo han sido cafés Modernos o Suizos. Un nombre que evoca inevitablemente el entorno de las estaciones de ferrocarril, de los puertos, como el hotel de Marsella donde cayeron cientos de judíos en una rafle, o los extremos urbanos, como ese Hotel Terminus que existe en París en la Avenue Leclerc, cerca de la Puerta de Orleáns, quizás el mismo que cita Modiano en Joyita y que Bernard Plossu recoge en una foto inolvidable.

 

Ahora, Pelayo Ortega en su personal y magnífico 'Hotel Terminus', de atmósfera oscura, nos remite a un mundo habitual en la literatura de Patrick Modiano: el de los hoteles algo periféricos, que acogen antes que a viajeros a huéspedes abandonados por el oleaje de la ciudad. Unos escenarios por los que se cruzaba Albert Modiano, siempre en busca de ese negocio que habría de retirarle y darle la seguridad y la respetabilidad que siempre buscó.

 

Por su parte, en su aproximación al universo Modiano, Damián Flores opta decididamente por el mundo de la Ocupación en la versión más onírica y esperpéntica, del que extrae ambientes y personajes con elementos narrativos que aproximan algunas de sus obras al lenguaje cinematográfico. No es de extrañar esta inclinación del artista extremeño y cordobés, pues junto a sus esenciales intereses por la arquitectura y los arquitectos racionalistas, es el cine uno de los referentes habituales de su pintura, puesto de manifiesto en un importante conjunto de obras y en alguna exposición.

 

Flores ha sabido extraer de la literatura modianesca lo más narrativo, tanto que un grupo de pinturas pueden verse como una pequeña serie que ilustra dos obras del escritor que han atraído al artista por encima del resto. Se trata de Bulevares periféricos y de Ronda de noche, los dos pilares esenciales de la llamada Trilogía de la Ocupación, que recogen el mundo alucinado de los gángsteres de la colaboración en el París alemán. Los personajes y el ambiente tan irreal como oscuro que define a los años negros y que caracteriza la obra de Patrick Modiano, lo ha recogido a la perfección DF en sus cuadros, llenos de guiños a los dos relatos citados y de claves literarias en sus títulos.

 

Aunque hay también obras dedicadas al Paris de los 60's como 'Café le Condé', donde ya sabemos recalaba Louki, los muy modianescos 'Camino por una ciudad desolada', titulo que podría serlo de una obra del escritor francés, y el estupendo 'Noche perpetua', que nos lleva a los límites con el suburbio- banlieue, lo esencial de la aportación de Damián Flores se refiere a los días de la guerra.

 

Entre todas las obras dedicadas a este asunto destacan las que forman la serie 'Huida delirante', sin duda inspiradas por las últimas páginas de La ronda de noche --son magníficos los coches de la persecución--, y el muy cinematográfico 'Secuestro', que parece salido de alguna película de Melville o de Malle, en los que los automóviles, probablemente llevando a los gángsteres de Bonny y Lafont, tienen categoría de personajes. Desde hace ya algún tiempo es frecuente encontrar en la obra de Flores un elemento muy modianesco que cada vez tiene mayor presencia y capacidad evocadora: los coches, epitome de lo urbano y muestra de arquitectura móvil, que recoge hábilmente el artista. Por alguno de los lienzos realizados para la ocasión se cruzan los automóviles tan habituales en la obra de Patrick Modiano --desde el Lancia de Barrio perdido o el Opel de Domingos de agosto al Citroën DS 19 de Remisión de condena, pasando por los Ford, Buick, Bentley, Delhaye, Fiat... de la Trilogía de la Ocupación--, que muchas veces tienen un contenido y una poética literaria como sucede con el ya aludido Citroën traction avant, vehículo habitual de la Gestapo francesa y en el que César González Ruano hizo su viaje a los infiernos, es decir, al 93 de la rue Lauriston.

 

Destacaríamos también 'Sylviane y sus amigos', un tondo en el que retrata a un grupo de canallas y que tiene un empaque artístico muy superior a su tamaño, que remite al mundo de los cabarets parisinos de les années noires como el One Two Two, L'Heure Mauve o el Tabarin, por citar solo algunos de una lista interminable. Mientras fuera reinaba el frío, el miedo y el hambre, en ellos cantaban Suzy Solidor, Tino Rossi o Johnny Hess, el 'hombre swing', brillaban personajes como Sylviane Quimfé, la amante de Henri Lafont, y Corinne Luchaire, una de las estrellas del demi-monde de la Ocupación, junto a otras condesas de la Gestapo. Entre tanta belleza, a veces algo marchita, champaña y tabaco americano a precio de oro, personajes de novela, aunque reales, hacían negocios oscuros en el mercado negro de los bureaux de compra creados por el ocupante.

 

Cerca de esta tabla se encuentran dos trabajos de otra serie --también magnífica, panorámica y descriptiva- creada por Damián Flores para esta exposición como es 'La ciudad es mía'. En la primera pintura aparece, en un amanecer gélido, quien podría ser Swing Trobadour contemplando, tras una noche loca de horror y saqueo, un Paris aterrado del que se sabe dueño. En el otro trabajo, una obra de gran contenido narrativo y cinematográfico, el mismo personaje cruza ante la Torre Eiffel al volver a ese Passy tan acogedor con los colaboradores, quizás de regreso a sus obligaciones en la rue Lauriston o de la Pompe.

 

A estas obras de Flores se sumarían otros dos lienzos, sumamente originales en el mundo pictórico contemporáneo por el asunto al que se refieren y que muestran el contenido literario y cinematográfico de su poética artística, en las que recoge dos escenas de la Ocupación. Se trata de las telas tituladas 'Soldatenkino' y 'Morocco', que al igual que las dos citadas con anterioridad, recogen la realidad parisina de la guerra pasada por la literatura de Patrick Modiano. Al verlas es inevitable convocar a André Zucca, el fotógrafo en color del París ocupado, cuya atmósfera Damián Flores ha sabido incorporar a sus cuadros modianescos de manera extraordinaria. Es lo que sucede con el magnifico 'Soldatenkino', originalísima obra que parece salida del fotolibro de Roger Schall, publicado en las primeras semanas de la liberación, cuyas imágenes, tomadas cuando París estaba bajo la bota nazi, parece reinterpretar el artista. Nada hay más representativo de la cotidianeidad del París ocupado que esa despreocupada presencia de los vencedores, de esos soldados ociosos y de esas 'souris grises', como se conocía a las odiadas auxiliares femeninas alemanas, ante un local que les está reservado y cuya singular arquitectura no desaprovecha un artista que domina el género. Es 'Soldatenkino' una suerte de original lienzo-fotograma, un modelo de moderna combinación de expresiones artísticas pues aúna pintura y fotografía en una escena que evoca el oscuro París retratado por Schall. Un París del que Zucca supo extraer el color de los años negros, el mismo color que Damian Flores ha sabido recuperar para este lienzo-fotograma que, con un aire de irrealidad muy literario, abre una ventana a la ciudad que se quedó sin luz.

 

De nuevo se pueden encontrar precedentes de estas pinturas en la obra de Damián Flores, en concreto en el grupo de óleos, tan audaces y poco complacientes como magníficos, centrados en la Guerra Civil y realizados con oca19 sión de su muestra dedicada a la Gran Vía. En estos trabajos aparecen milicianos, carros de combate o aviones sobrevolando una Telefónica emergente entre ruinas madrileñas, unos lienzos que hablan de la capacidad del artista para encontrar temas que aúnan modernidad, historia y literatura. En el caso de 'Morocco', apogeo del neón que tanto nos gusta, hay precedentes inolvidables en la obra de Flores dedicada a locales del racionalismo madrileño como el cabaret --en España sala de fiestas-- Casablanca, el teatro Fígaro o el bar Chicote, todos ellos nocturnos y luminosos. Ahora le toca el turno a Paris de la mano de este 'Morocco', canalla y collabo, del que podrían salir una noche Albert Modiano y Hella Harwitch.

 

Para el final hemos dejado un grupo de obras muy destacadas en el conjunto presentado por Damián Flores. Las dos primeras serían 'Le depot au lever du jour', que remite a alguna de las gares parisinas tan presentes en la obra modianesca, y sobre todo el espectacular 'Noche y niebla en el Paris ocupado', en el que la composición, la atmósfera y la presencia del traction avant, están conjuntados perfectamente. Este trabajo, que de nuevo nos devuelve a las fotografías de Zucca y que por razones personales y debido a la iniciativa del artista me resulta especialmente cercano, confirma la importancia de la nocturnidad en las obras dedicadas a Modiano, pues tanto en Flores como en Pelayo Ortega, la oscuridad es el entorno escogido para situar los que quizás son sus trabajos más interesantes. Es difícil encontrar obra más narrativa y sugerente del ambiente del Paris oku descrito por Modiano en su Trilogía, ni referencia pictórica más aproximada al mundo oscuro en el que se movían personajes como Pedro Urraca, Albert Modiano, Cesar González Ruano y André Gabison, del que nos hemos ocupado.

 

La realización del mapa de la Geografía Modiano por parte de los artistas reunidos, se completa con los trabajos de Carlos García Alix, pintor que también ha escogido el mundo de la Ocupación para realizar sus obras. El relato que más le ha interesado ha sido la primera novela de PM, la irreverente Place de l'Etoile, que alterna la Francia de la guerra mundial con el Tel Aviv de los 60's. Esta narración, una especie de revival celiniano con algún aire de Boris Vian, removió los posos de la Ocupación en fechas tan tempranas como 1968, con el consiguiente escándalo de resistentes y gaullistas convencidos de la exactitud del discurso del 25 de agosto del 44 y de la continuidad de la Republique tras el fantasmal hiato vichysta. Obra muy poco modianesca si nos atenemos a la evolución del escritor, trajo a primer plano el mundo de la colaboración, hasta entonces un tanto tabú, de manera enloquecida en la que se juega, muy en Celine, con cierto antisemitismo tan provocador como burlesco. Obra según Denis Cosnard lujuriante y barroca, que sufrirá correcciones y transformaciones por parte de su autor que mitigarán la algo enloquecida carrera de su protagonista, un personaje a veces muy de los 60's.

 

Por Place de l'Etoile y acompañando a su protagonista, Raphaël Schlemilovitch, versión modianesca de otros colaboracionistas y traficantes de origen judío como Szkolnikov, Joanovici o Gabison, transitan, citados y parodiados, entre otros personajes reales Marcel Proust, Maurice Sachs, Lucien Rebatet, Pierre Drieu La Rochelle, Robert Brasillach y Louis-Ferdinand Celine, por quien se ha inclinado Carlos García Alix a la hora de acercarse a ese lugar esencial de la Geografía Modiano como es el París ocupado.

 

La pequeña galería de retratos de ese Bardamu- Celine, que siempre tuvo algo de aspecto vampírico cuando no decididamente diabólico, está realizada a partir de unas fotografías del escritor pertenecientes a diferentes épocas, que corresponden a otros tantos momentos de su vida. Entre estos retratos celinianos que ha hecho García Alix los hay que remiten a algunos precedentes de su pintura, como aquellos que formaron parte del inolvidable e irrepetible proyecto 'Madrid-Moscú' inspirado por el propio artista. Entre todos los trabajos allí reunidos, en su mayor parte magníficos, recordamos el extraordinario retrato de Margarita Nelken pintado a partir de la fotografía de la argentina del POUM Mika Etxebere, realizada por Agustí Centelles, en la que aparece, mirando con desafío a la cámara, apoyada en una mesa, abrigada con una chaqueta de cuero de uso común entre los comisarios políticos y con una Astra del nueve largo al cinto. Una Nelken- Etxebere retratada por García Alix como una virgen comunista en su apogeo que recuerda por su fuerza y entorno a uno de los dedicados ahora a este Ferdinand Bardamu, protagonista de Viaje al fin de la noche recuperado por el primer Modiano y en realidad Louis-Ferdinand Celine, doctor Destouches en la vida diaria.

 

El realizado por CGA es el retrato de un Celine maduro pero todavía joven, fechado en 1933, el año siguiente a la aparición de Viaje al fin de la noche y de su ruptura con Elizabeth Craig, cuando aun no había brotado el antisemitismo de Bagatelles pour un massacre o de L'École des cadavres. En él, Celine aparece casi de cuerpo entero, con abrigo y bufanda e idéntica mirada entre retadora y enloquecida de manera que causa una indisimulada inquietud.

 

Es una obra magnifica, de gran formato, con un inequívoco aire de época que remite, entre otros, al soviético y algo hopperiano Alexander Deineka y a la escuela neoyorquina de principios del siglo XX de la que formaba parte George W. Bellows, el pintor americano tan admirado por García Alix, al que ha contribuido a divulgar cuando aquí nadie le conocía.

 

Retrato magnífico del escritor --del que hay una réplica en formato más reducido-- que aún no se había convertido en el modelo del personaje de Modiano y que está muy alejado de otro que el artista titula 'Destouches', del que hay una versión al óleo y un dibujo a lápiz, casi un primer plano absorbente, en el que García Alix recoge la transformación física de Celine que parece darse al compás de un antisemitismo creciente. Un retrato decididamente turbador, incómodo, que insiste en ese aspecto entre ratonil y de murciélago con que L-F Celine aparece en algunas fotos de finales de los años treinta y que ya no le abandonará nunca. Es esta probablemente la imagen más conocida del Celine de los días de la Ocupación y del exilio de Sigmaringen.

 

Otro retrato del autor de Un castillo a otro, y sin duda el más provocador de todos los que forman esta galería, es el titulado 'Doctor Bardamu', que muestra a un Celine decididamente siniestro, diríamos que casi rabinizado, en lo que supone una burla a su antisemitismo, que está en línea del personaje modianesco que se cruza por La Place de l'Etoile. García Alix se ha inspirado para este retrato burlesco en el que desmitifica a Celine en una curiosa fotografía inédita de 1943 descubierta en 2004. En ella aparece el autor francés acompañado del también escritor Rene d'Ueckermann en un acto celebrado en el Instituto Alemán, sin duda organizado por su director Karl Epting o por su ayudante Gerhard Heller, el encargado de la Propaganda Abteilung, es decir, de la censura literaria, cuyas memorias tanto nos cuentan. García Alix parte de este Celine collabo y aprovecha que siempre tuvo una indumentaria muy a la diabla, por decirlo a la francesa, para darle un aspecto cercano a los estereotipos de la propaganda antisemita del Nuevo Orden a la que tanto contribuyó el escritor.

 

Retrato lleno de claves que recrea un Celine con el aspecto de un pequeño banquero o comerciante judío de origen polaco o ruso que, en caso de verlo, seguro le habría fulminado, y que recoge el aire siempre turbio que tuvo la imagen del escritor. Burla del antisemitismo de Celine --quien parece aún más siniestro y provocador al llevar la estrella amarilla en la que campea la palabra 'juif'-- que insiste en la sátira de Modiano de La Place de L'Etoile, donde presenta al escritor como un judío emboscado que con su antisemitismo tan burdo, en realidad lo que pretende es mostrar lo ridículo de ese sentimiento y poner en evidencia a quienes lo comparten. Como se ve, son varias las versiones de Celine-Bardamu al que García Alix, siguiendo al primer Modiano, le extrae de los escenarios de Viaje al fin de la noche y le lleva a la sordidez del mundo de la Ocupación que inspiró y del que participó el escritor.

 

No abandona el artista esta línea poco complaciente, pues ha realizado los retratos de dos personajes esenciales en el mundo oku parisino que tienen un lugar central en la obra de Patrick Modiano. Se trata de Henri Lafont y de Pierre Bonny, los dos gángsteres de la colaboración más conocidos, jefes de la banda llamada La Carlingue, que tenía su sede en la siniestra rue Lauriston.

 

Dos tipos oscuros y duros que ejemplifican como nadie la llamada 'Gestapo francesa' y que García Alix se ha atrevido incorporar a la exposición poniendo rostro a los jefes del omnipresente Eddy Pagnon, o a quienes inspiran a personajes tan modianescos como el Khédive de La ronda de noche, o de monsieur Tonin, el émulo de Bonny en Lacombe Lucien.

 

Son dos magníficos retratos los de Bonny, de perfil, y Lafont, de frente, que sorprenden por el carácter y personalidad. Nada ha ahorrado el artista en estos retratos del gangsterismo parisino que, por su formato y composición, remiten a la dureza y expresividad de las fotografías de las fichas policiales, verdaderos estudios de carácter, en las que el retratado parece estar siempre a punto de confesar todo, incluso lo que no ha hecho.

 

De idéntico ambiente noir es una extraordinaria e inquietante obra de dimensiones notables, la mayor de la exposición, en la que aparece quien podría ser una de las condesas de la Gestapo asomada a la ventanilla de un coche negro con un caniche en la mano. En este lienzo, García Alix recupera la atmósfera de Ronda de noche al retratar a las amigas de la Carlingue y del ocupante cuando, de camino a alguno de los cabarets de moda, cruzan alegres y con la seguridad del vencedor, unos siniestros Campos Elíseos cuyos cines, como el 'Soldatenkino' pintado por Damián Flores, lucen carteles de películas antisemitas tal que 'El judio Suss' o 'Los Rotschild', que seguro gustaban a Celine y a Brasillach. No hace falta imaginar al chófer, seguro un truhán del millieu con sombrero y sonrisa tan cínica como satisfecha, para saber quien es esa condesa de atrezzo. Obra turbadora, casi tanto como el aludido retrato del escritor titulado 'Louis Ferdinand Celine', que no deja lugar al equivoco con el personaje gracias a esa diminuta insignia roja que resalta en la chaqueta de la elegante, y de la que se intuye es la que identifica al ocupante.

 

Tras el alarde retratista que proclama la extraordinaria capacidad del pintor en el género, no se sustrae García Alix a la atracción ejercida por la imagen de la urbe ocupada, por el Paris oscuro de los años de la guerra que acogen los relatos de la Trilogía de la Ocupación. Prueba de ello es ese lienzo dedicado a al cine de Saint-Lazare, cine de barrio parisino de atmósfera de tristeza feldgrau y sueños de película donde Dora Bruder podría haber pasado alguna tarde del invierno en el que desapareció. Es este un tipo de edificio muy caro a García Alix, de quien, al igual que Damián Flores, es harto conocida su dedicación a esta arquitectura. En esta ocasión, el artista madrileño ha sabido recoger en una obra de formato destacado el ambiente del Paris más turbio y modianesco. Una imagen de un cine y una calle en la que, entre unas tonalidades apagadas de suciedad ambiental que recuerdan el color de los uniformes alemanes y el frío de inviernos sin carbón, resalta el golpe rojo de una bandera en la que se adivina un svástica oculta entre los pliegues. Es decir, la realidad de la Ocupación.

 

***

 

La exposición se ha organizado en dos secciones tituladas 'El Paris de los años negros' y 'La ciudad de la juventud perdida', que responden a los asuntos recogidos por los artistas y a las obras de Patrick Modiano que han tomado como referencia. En todas las obras del escritor francés la presencia de París, la ciudad clave de la geografía modianesca que ha inspirado a los cuatro artistas, es una constante. A esta urbe, centro del mapa Modiano se han acercado los pintores reunidos a través de un conjunto de obras inspiradas en textos de referencia procedentes de la obra del escritor De acuerdo con los temas escogidos, se han agrupado las obras de Mariana Laín, Pelayo Ortega, Damián Flores y Carlos García Alix en las dos secciones propuestas, determinadas por el contexto temporal al que se refieren.

 

En el primer apartado, 'El Paris de los años negros', se han reunido las obras inspiradas tanto por la llamada Trilogía de la Ocupación -integrada por Place de l'Etoile, Ronda de noche y Los bulevares periféricos-,como por obras más tardías que tienen a los años de la guerra como época de referencia. La principal de ellas es Dora Bruder pero también se puede incluir a Un pedigrí, especie de Piedra Rosetta de la literatura de Modiano, y tantas otras en las que de una u otra forma los días parisinos de la Ocupación están presentes.

 

El segundo apartado, 'La ciudad de la juventud perdida', ha reunido las obras inspiradas en el Paris de las narraciones más próximas a lo que podemos considerar literatura de iniciación, en la que, en ocasiones, el contenido autobiográfico es grande. Es el caso de obras como Una juventud, de L'herbe des nuits, de Un circo pasa, de El horizonte, de Remisión de condena o de Villa Triste, pero también de ese grupo de novelas protagonizado por personajes femeninos como el Café de la juventud perdida y Joyita. Todas ellas han inspirado a los artistas algunas de las pinturas que aparecen en esta exposición.

 

Para finalizar, solo queda dar las gracias de nuevo a José R. Ortega, quien, una vez más valiente, arriesga y permite que se lleven a cabo en su galería unos proyectos que sin su respaldo y decisión nunca hubieran pasado de los propósitos. Mención especial en mi agradecimiento merece Denis Cosnard, destacado periodista de Le Monde y probablemente el especialista en Patrick Modiano más reconocido gracias a la creación y dirección de 'Le Réseau Modiano', lugar de referencia en la red, y a su obra Dans la peau de Patrick Modiano.

 

Desde un primer momento, Denis Cosnard ha prestado de manera tan cordial como generosa y desinteresada su apoyo a esta exposición, expresado en un texto brillante que enriquece este catálogo. Por suerte, es la segunda vez en unas semanas que tengo que darle las gracias por participar en alguno de los proyectos que le propongo. Por ultimo, dar las gracias a los cuatro artistas reunidos por su paciencia, su entusiasmo y dedicación así como por el resultado de su magnífico trabajo.

 


Imágenes de la Exposición
Geografía Modiano

Entrada actualizada el el 26 may de 2016

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