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Después de un trabajo de deconstrucción fotográfica que me ha ocupado los últimos diez años en el que, a través de diversos mecanismos de producción, ponía en cuestión los modos de presentación espacial de la fotografía, he optado en esta ocasión por objetos abiertamente tridimensionales. No tanto fotografías sobre el espacio como fotografías en el espacio; no tanto fotografías sobre construcción como construcciones fotográficas.

Siguen representando arquitecturas, pero en absoluto pretenden reconstruir la configuración espacial del edificio, ... sino que se plantean como estructuras de reflexión que, en todo caso, evocan el volumen de la arquitectura, pero no lo reproducen. No se trata de representaciones tridimensionales de arquitecturas sino de lo arquitectónico. Y, en última instancia, no sólo lo arquitectónico, sino sobre todo, sus procesos de construcción y de despliegue formal en el espacio.

La aparición de fotografías como objetos reales en el espacio no es un truco de magia ni un recurso espectacular, sino consecuencia de la pausada y coherente evolución de su reflexión sobre la imagen y el espacio construido.

El espectador se encuentra ante una experiencia física de la fotografía que ha abandonado la representación plana para abordar un lenguaje topológico. La ficción, sin embargo, sigue habitando con naturalidad en estos objetos tal palpables: se muestran como cosas, pero se resisten a dejar de insinuarse como ficción.