Todo límite supone un interrogante. No estamos hechos para el encierro, el paso detenido, las presencias esbozadas. Estamos hechos para la plenitud. Y como tales, como hombres, buscamos en el devenir esa marcha indetenida e indetenible, el transcurrir de los deseos y de las esperanzas, traspasar lo que malogradamente se denomina fronteras.

Decir fronteras implica también un interrogante y Antonio Camba intenta acercarnos a una definición sentida. Está inmerso en sus maneras hispanas un trazo de adecentados fulgores. No hay estrépito en sus entregas. Toda una poética de lo emotivo trasunta cada línea, cada tonalidad, cada plano, en todos sus trabajos. Está en cada uno de nosotros el abrirnos a ese interrogante primigenio y abismarnos en el sentir de su invitación a contemplar y vivenciar cada uno de sus telas. Las telas de Camba ... son maneras de saludos, de miradas, de evocaciones y de anheladas concreciones. Todo su latir se ensimisma para lograr un concierto de espacios habitados y habitables. Sus fronteras no son detenimientos. Sus fronteras son comulgaciones que intentan persuadirnos. Hay una intencionada persuasión en sus entregas. Nosotros, como lúcidos destinatarios, tendremos la oportunidad de comprobarlo.

Camba ofrece, como lo hiciera nuestro poeta Carlos Lagos, la tarea de su 'canto cotidiano' y en cada uno de nosotros está la posibilidad de un eco, de una complementariedad y de un encuentro que nos permitan alcanzar -para usar las palabras del poeta citado- 'alborozadas buenas nuevas'.