Descripción de la Exposición ------------------------------------------------------- ------------------------------------------------------- La fotografía fue un elemento fundamental en la vida de Frida Kahlo (Coyoacán, Ciudad de Méjico, 1907-1954), especialmente en sus años de formación. Nieta e hija de fotógrafos, Frida aprendió de pequeña a posar, y se convirtió en una modelo consumada. La distendida relación de Frida con la cámara fotográfica se refleja en los primeros retratos familiares, primerizos testimonios de una personalidad intensa y polifacética. La sucesión cronológica de las imágenes demuestra como el juego teatral inicial se convierte en un proceso sistemático de construcción iconográfica. Si el gran proyecto vital y artístico de Frida Kahlo fue la creación de un universo autoreferencial, la fotografía fue su primer medio de expresión. Después del accidente sufrido en 1925, Frida Kahlo comenzó a pintarse a sí misma. "Soy el motivo que mejor conozco", diría ella. Motivo representado hasta la saciedad en sus cuadros, en su vida pública y en los retratos ajenos, motivo de orgullo, ya que Frida era probablemente la mejor de sus creaciones. Por este motivo se definía a sí misma como la gran ocultadora, maestra en el engaño, enigmática anfitriona de un baile de máscaras. Igual que sus pinturas, las fotografías de Frida Kahlo muestras a la artista, la revolucionaria, la amante, la enferma, la indígena, la libertaria o la celebridad. Frida se disfraza o desnuda según su propia voluntad, y el autor se doblega delante de la fuerza sugestiva de su modelo. Por la vida de Frida Kahlo pasó un sin fin de fotógrafos, atraídos tanto por la artista como por el personaje. La colección de retratos de Frida es un auténtico catálogo de fotografía del siglo XX; entre otros aparecen Edward Weston, Imogen Cunningham, Manuel Álvarez Bravo, Martin Munkacsi, Gisèle Freund, Bernard Silberstein, Fritz Henle y Nickolas Muray. Los más próximos supieron captar a Frida en la intimidad de su hogar y desprovista de fachadas, siendo estos los retratos más originales precisamente por su sencillez. No obstante, nunca resulta fácil distinguir donde acaba la mujer y empieza la actitud. Los retratos tejen un hilo narrativo que abarca toda la vida de la artista mejicana, desde la infancia hasta el lecho de muerte. En este recorrido vital, lleno de experiencias de dramática intensidad, pero también marcado por un idealismo sin límites, fue probablemente la relación con Diego Rivera la que, en gran medida, favoreció el cruce de caminos entre Frida Kahlo y multitud de artistas, mantuvo estrechas amistades con Muray, Bloch, Koldo y los Álvarez Bravo, conoció a Weston, Cunninghan, Munkacsi, Packard y Van Vechten en Estados Unidos. En el apogeo del éxito, fotoperiodistas reputados como Silberstein o Freund se acercaron a la Casa Azul para inmortalizarla. La última fotografía fue tomada por Lola Álvarez Bravo después de vestir personalmente el cadáver de Frida Kahlo. Siguiendo sus instrucciones, le puso su huipil blanca con las borlas ceremoniales y una falda larga. Le trenzó el cabello con lazos y flores y le puso sus collares de coral y jade. Le pintó las uñas de rojo y le adornó todos los dedos con anillos. Esta fotografía póstuma es el retrato totémico de una personalidad forjada con gran esfuerzo. En suma, es el triunfo de la ocultadora. Su mejor autorretrato. Los 53 retratos presentados proceden de una colección iniciada hace más de dos décadas por Spencer Throckmorton, galerista especializado en fotografía latinoamericana. Su legado incluye más de cien imágenes de Frida Kahlo, muchas de ellas únicas.
53 obras de la colección de Spencer Throckmorton.
Formación. 01 oct de 2024 - 04 abr de 2025 / PHotoEspaña / Madrid, España