Descripción de la Exposición
Esta exposición propone una revisión abreviada de tres décadas de trabajo de la educadora y artista Patricia Belli (Managua, 1964), considerada como una de las precursoras del arte contemporáneo en Nicaragua. Revisitar los distintos aspectos de su obra, es entrar en diálogo con un lenguaje enigmático y desafiante que ha sabido explorar la memoria de la materia, así como sus significados simbólicos y culturales, para traducir preocupaciones tanto íntimas como sociales. La necesidad de Belli de reflejar las problemáticas de su contexto, así como su convicción en el arte como herramienta de transformaciones mayores, han modelado su posición comprometida que no se agota en la producción de su obra artística, sino que se extiende a la apertura de espacios para la investigación, el intercambio y el aprendizaje colectivo.
Esa doble dimensión de artista y educadora es lo que ha definido su trabajo en la última década y media. Belli ha sido probablemente la figura más importante en los procesos de renegociación crítica de la educación artística en Centroamérica, formando a cientos de jóvenes creadores de todos los países de la región en los programas alternativos que ha impulsado en Managua desde 2001. Bajo la premisa de que enseñar arte es “fomentar el aprendizaje de un oficio subversivo”, los talleres y residencias de programas como EspIRA (Espacio para la Investigación y Reflexión Artística), TAJo (Taller de Arte Joven) o RAPACES (Residencia Académica para artistas Centroamericanos Emergentes), han empujado más allá de sus límites a nuevas generaciones de artistas.[1] En ese sentido, su obra artística y su práctica pedagógica comparten el deseo de concebir el arte como un lugar desde donde morder la realidad a partir del acto de exponerse uno mismo.
Belli se acerca a las cosas intentando identificar una condición de vulnerabilidad compartida, como si reconociera que en lo efímero y en lo delicado se esconden formas poderosas de resistir a la violencia del mundo. Al momento de crear, su brújula parece ser la búsqueda de una seducción epidérmica en los materiales. Belli los examina y los emplea de tal manera que sea posible percibir la textura de esos elementos (telas recicladas, ropa desgarrada, pequeños muebles o espinas) como un campo de pruebas de sensaciones placenteras, dolorosas o eróticas. No es tampoco casual que en sus obras de los años noventa, lo táctil tenga un protagonismo especial. La artista apuesta por “un arte que [nos] ayude a salir del aislamiento”, lo cual es también una pregunta abierta sobre cómo el arte puede hacer frente a un mundo que construye espacios de egoísmo y profunda individualidad.[2]
Es reveladora la manera recurrente en que distintas imágenes de cuerpos fragmentados y dislocados han aparecido en su obra desde el inicio. Las representaciones de extremidades cortadas, en obras como Pies (1986), Trampas (1997) o Confundida (2000), o las representaciones de estructuras óseas o sistemas orgánicos expuestos, en obras como La columna rota (1996), Vejez (1997) u Objeto (2000), exploran las implicancias de habitar un cuerpo y las sensaciones de angustia, vergüenza e inadecuación que conlleva en distintos momentos de la vida. Parece que Belli creara para poder juntar todas sus partes. Su obra es claramente consciente de lo que significa vivir en un cuerpo femenino en una sociedad patriarcal y sexista. Algunas obras aluden también a momentos de aflicción y sufrimiento extremos, como Sacos vacíos (1997), que presenta la imagen multiplicada de vientres planos del cual numerosos hilos se despliegan a modo de cordones umbilicales extraviados. La obra, producida luego de un aborto espontáneo, muestra al cuerpo como un contenedor frágil en donde las batallas entre vivir y morir coexisten.
En esta exploración de corporalidades y organismos extraños, Belli evoca también el hecho de haber nacido sin folículos pilosos, lo cual ha significado para ella haber vivido desde siempre sin pelo en la cabeza.[3] La representación de una cabeza calva es una imagen perturbadora y subversiva para los consensos occidentales hegemónicos que ven en la larga cabellera de la mujer la forma de verificación de lo que debe ser cuerpo sano, deseable, femenino y heterosexual. Esa condición física le ha permitido entablar una relación altamente crítica con las marcas de identidad socialmente asignadas, las cuales también ridiculiza y parodia. La artista emplea esos signos de enfermedad y androginia en el video Pelo (2001), en donde se nos invita a ser un voyeur de un juego en donde Belli y una peluca desafían y teatralizan su propia identidad de género y sexual.
Otra parte importante del trabajo de Belli explora sensaciones de inestabilidad, conmoción o descontrol. En varias obras, la artista abraza la incertidumbre como una manera de impugnar la ficción de control total del ser humano en relación a lo que lo rodea, así como evocar las fuerzas impredecibles de la naturaleza y su capacidad de modificar de manera profunda el paisaje de la propia vida. En el video Sísifa (2015), presenta un paisaje angustiante de dos dedos, sosteniendo una piedra, caminando sobre una cuerda floja. En los collages Terremoto (2014) o Huracán (2014), Belli construye representaciones sísmicas de la realidad a través de la acumulación de pequeños dibujos y objetos que traducen la experiencia del desequilibrio. Para la artista, esta última serie de obras relacionadas a los fenómenos naturales y a las catástrofes son también alusiones al cuerpo como escenario del desastre.
En instalaciones más recientes, Belli construye esculturas dinámicas a partir del juego con pesos y balances. En Porfiadas (2015), tres reproducciones de una cabeza humana colocadas sobre el suelo esperan el movimiento pendular de un bate de béisbol activado por los visitantes. Al ser impulsado, el bate empieza a moverse de un extremo a otro pegando una y otra vez cada una de las cabezas, las que se mueven ligeramente para volver a su mismo lugar, quedando expuestas a ser alcanzadas nuevamente por el bate. Belli nos obliga a presenciar un acto que evoca el espectáculo de una violencia interminable, señalando una vez más cómo las dinámicas de agresión forman parte de los procesos de construcción de identidad.
En las obras de Belli hay una dimensión afirmativa pero también desencantada. Afirmativa en el sentido de apostar por obras que apuntan a religarnos con nuestra propia fragilidad para interpretar desde allí el mundo, pero también desencantada por la manera de situarnos constantemente en el escenario social de brutalidad y terror en donde convivimos. Belli inventa objetos que hacen colisionar una extraña mezcla de alegría y desilusión, de gozo y denuncia, compartiendo la certeza de que la tarea más importante del vivir es redefinir nuestra manera de estar en el mundo.
Exposición. 13 dic de 2024 - 04 may de 2025 / CAAC - Centro Andaluz de Arte Contemporáneo / Sevilla, España
Formación. 01 oct de 2024 - 04 abr de 2025 / PHotoEspaña / Madrid, España