Descripción de la Exposición El paisaje antropizado constituye el fermento argumental del trabajo de Pablo García, lo que le exige un continuo desplazamiento a través de la geografía nacional e internacional. En este sentido él, como tantos otros artistas del presente, no hace sino prolongar un comportamiento instaurado en el siglo XVIII como consecuencia del descubrimiento de la naturaleza a la que hasta entonces el hombre occidental había permanecido ajeno. La sustitución del medio pictórico por el fotográfico genera una especie de estudio ambulante, ya que es en cada uno de los lugares transitados y convertidos en objeto de la obra, donde básicamente tiene efecto el hecho creativo, completado más tarde en el laboratorio o, en nuestros días de forma mayoritaria, en el ordenador. El impacto que la actividad del hombre ha ejercido sobre el espacio natural ha alcanzado tal grado que prácticamente no existen ya espacios inmaculados. No obstante los efectos de la acción humana sobre el territorio son muy diversos, desde su arrasamiento literal hasta la relación amable con el mismo. El interés de Pablo García se dirige hacia aquellos ámbitos alterados moderada o transitoriamente por la presencia humana. Por una parte el artista muestra una particular fascinación por las atmósferas saturadas de nubes agitadas que parecen captadas unos instantes antes de convertirse en turbulentas tormentas. Por eso tienen especial presencia en el encuadre, ocupando prácticamente la mitad superior del mismo. Ese estado atmosférico enuncia de forma implícita el poder físico de la naturaleza que en otros momentos estuvo asociado a la estética de lo sublime al mostrar la magnitud de la naturaleza frente a la que el hombre apenas es una anécdota. Por otra le interesan los pequeños aconteceres que tienen lugar bajo esos cielos amenazantes. Pueden ser objetos arquitectónicos que testimonian el uso del territorio, casi siempre en estado de abandono. De manera que en ellos se encarna el discurrir del tiempo, lo que favorece la expresión de la melancolía que sin embargo está ausente en estas obras. Pero quizás lo más característico de las imágenes de Pablo García sea su tendencia a mostrar pequeños relatos que tienen lugar en el paisaje, lo que le conduce a realizar un despliegue secuencial de aquéllos. Personas que caminan en una playa, sobre una loma o que juguetean sobre un campo artificial formado por balas plásticas de paja y cuyo resultado nos presenta en encuadres sucesivos, como si se tratara de otros tantos fotogramas de una filmación. Dicha propuesta converge por una parte con la vocación narrativa que la fotografía ha venido mostrando desde hace ya dos décadas, y sobre todo con aquellos artistas, como Douane Michals o Victor Burgin, que han venido practicando ese mismo procedimiento, poniendo de manifiesto las limitaciones de la imagen fija. Naturaleza y artificio, permanencia y transitoriedad, son los dos binomios básicos que se manifiestan en la obra del artista. La superficie terrestre, más permanente, se contrapone en este sentido a la atmósfera en permanente cambio, del mismo modo que los acontecimientos intranscendentes que se suceden sobre la primera lo hacen a ambas. El hombre desarrolla su actividad sobre la piel terrestre, dejando sus huellas; pero también establece relaciones tranquilas con el medio. Las fotografías de Pablo García son muestras, casi me atrevería a decir que encontradas, de todo ello; eventos cotidianos que el artista halla en sus tránsitos. Y aunque en nuestros días la mayor parte de nuestros actos tienen como escenario lo urbano, él prefiere el telón de fondo de lo natural, reivindicando de forma implícita el protagonismo de este último, recordándonos que pese a la intensificada reclusión de la naturaleza, ésta sigue siendo referencia insoslayable en nuestra existencia.
Formación. 01 oct de 2024 - 04 abr de 2025 / PHotoEspaña / Madrid, España