Descripción de la Exposición ------------------------------------------------------- ------------------------------------------------------- Dar a conocer algunas de las monedas tradicionales africanas y reivindicar su valor en la historia del dinero y de los sistemas monetarios, son los objetivos fundamentales de esta exposición. Pero también nos servirá para comprender algo mejor a los pueblos que las emplearon; las propias monedas son un reflejo de la sociedad, de las creencias, de la cultura, de la economía e, incluso, del desarrollo tecnológico de cada uno de ellos. La moneda africana tradicional, como bien se aprecia en las más de doscientas piezas de esta colección, no responde a formas occidentales y por ello causa gran sorpresa; sin embargo, se trata realmente de objetos que han funcionado con los mismos fines que una moneda en cualquier parte del mundo. El interés estético y el refinamiento de sus formas convirtieron a estas monedas en objetos bellos y deseables que con el tiempo fueron perdiendo el uso inicial para el que fueron creadas. La visita a la exposición Forma y valor. Monedas africanas tradicionales, propone al espectador contemplar y admirar un variado número de tipologías de estas monedas, procedentes de distintas culturas africanas. En las siguientes páginas de esta guía para el visitante se recogen determinados aspectos presentes en la muestra que permitirán dar a conocer estas piezas y contextualizarlas en el marco de las prácticas culturales relativas a los intercambios monetarios. Nuestro objetivo es introducir al visitante los principales argumentos del discurso expositivo, de modo que su lectura sea un recurso útil para acercarse al tema y apreciar mejor la belleza de las piezas exhibidas. Las monedas africanas en la historia del dinero El uso de las monedas en África fue común entre aquellas civilizaciones de la Antigüedad que pusieron en práctica el comercio en el norte del continente. Sin embargo, la acuñación de moneda en el África Subsahariana apenas es un fenómeno reciente. Eso no significa que no se llevaran a cabo intercambios monetarios y económicos de distinta índole, pues sin seguir los patrones de la cultura occidental, también en este continente existió otro tipo de piezas que cumplían similares funciones en la vida cotidiana de los pueblos. También en África el primer peldaño en la historia y evolución del sistema monetario fue el trueque, práctica que consistía en el intercambio directo de una mercancía por otra. El trueque determinaba un fin utilitario y social, pues es un recurso que sirve para establecer lazos entre los miembros de una comunidad o de distintos colectivos que deben convivir. En una segunda fase, algunas de esas mercancías acabaron convirtiéndose en unidad monetaria, es decir, adquirieron un valor de referencia aceptado por determinados grupos. A estas formas de dinero previas de la Edad Antigua se les denomina paleo-monedas. En último lugar, asistimos a la invención de la moneda en sí en distintos puntos del globo: las más antiguas, en China, datan del siglo XIII a.C., junto a las de Lidia en Asia Menor, entre los siglos IX y VIII a.C. Estas monedas fueron conocidas en el continente africano gracias a las caravanas de comercio, potenciadas fundamentalmente por los portugueses a lo largo de la Edad Moderna, si bien en ningún momento sustituyeron los usos de monedas propios a las comunidades nativas. Nuevas miradas La moneda ha sido históricamente la forma de dinero más reconocida y universal desde la Antigüedad, siendo el elemento que ha definido en la civilización occidental nuestras prácticas de intercambio monetario y comercial. Sin embargo, el predominio de nuestra mirada sobre el de otros pueblos y culturas nos hace olvidar a menudo que existen fórmulas diferentes a las nuestras en cualquier aspecto de la vida cotidiana, entre ellos, el del dinero. Muchas culturas, como las africanas, han utilizado a lo largo de la historia diversos objetos y bienes como dinero, que varían en función de sus tradiciones, los materiales que disponen, las técnicas que manejan o los valores simbólicos que atribuyen a esas piezas. Sea cual sea el motivo, esos pueblos conceden a esos objetos un valor económico, social o sagrado. La visita a esta exposición exige cambiar los registros con los que estamos acostumbrados a relacionarnos con la historia del dinero. Tradicionalmente estos pueblos utilizaron como dinero sal, cacao, conchas, armas, tejidos, joyas o herramientas, objetos que no sólo tenían un valor intrínseco al propio material, sino también respecto a la utilidad y simbolismo dentro de la comunidad. Con el paso del tiempo, se sumará una intención estética, esto es, dichas piezas se convierten en objetos bellos y, en consecuencia, son más preciados tanto por los grupos que los utilizan en sus prácticas monetarias como en las comunidades con las que se relacionan. La selección de piezas reunidas en esta muestra permite descubrir la riqueza y variedad de formas que adoptaron las monedas africanas en diferentes regiones. En las páginas siguientes se pretende ofrecer un resumen de algunas de las tipologías en las que se ha estructurado el discurso expositivo, entre las que veremos aquellas pertenecientes al dinero-mercancia por un lado, y las correspondientes al dinero-metal por el otro. Usos de la moneda en el continente Las monedas africanas funcionan, en sus diversas formas, con los mismos fines y objetivos que en la actualidad. La existencia de distintos modelos responde tanto a las cualidades propias de cada grupo y cultura como a los tipos de intercambios para los que se usaba cada pieza. Cada objeto ha sido identificado en las cartelas de la muestra a partir de una leyenda de símbolos que permite situar geográficamente en qué zonas y porqué culturas fueron utilizados a lo largo y ancho del continente. La moneda-mercancía La moneda-mercancía o 'dinero no metálico' utilizado a lo largo de la historia en África no fue diferente al que se usaría en otras partes del mundo. Primaban diversos productos: agrícolas (cacao, cereales, tabaco, nuez de cola, semillas), manufacturas (tejidos de algodón, seda o rafia), minerales (sal, ágatas, cuarzo y cuarcita), conchas (caurís y olivillas), ganado e, incluso, esclavos. Cada producto utilizado como moneda estaba asociado a distintos usos e intercambios. El ganado era apreciado para el pago de impuestos, una esposa o deudas de sangre. La posesión de cabezas de ganado acentuaba, además, la distinción y poder de su dueño. Por su parte, minerales como la sal eran especialmente valorados. En algunas zonas, doce bolsas de sal constituían el precio de una mujer. También las cuentas de coral y de pasta de vidrio fueron frecuentemente utilizadas como elemento de trueque. El oro en polvo fue también utilizado como moneda hasta principios del siglo XX. Para mensurarlo se usaban 'ponderales': unos contrapesos para pesar el oro cuando éste se utilizaba como moneda. Los ponderales adquirían de forma habitual formas de animales en miniatura, como serpientes, felinos o peces. Sin embargo, existían otros elementos incluso más apreciados que el oro, entre ellos, las conchas de moluscos como la olivella o el caurí. Estas piezas fueron posiblemente unas de las utilizadas con mayor profusión para efectuar pagos en África. Respecto a las manufacturas, tejidos como los de Kuba (República Democrática del Congo) servían para el pago de dotes en los matrimonios y ofrendas. Muchas de las monedas-mercancías utilizadas en África se valorizaban por la dimensión divina que rodeaba su origen y usos prácticos, como podemos observar en el caso de los caurís o las piedras de rayo. Los caurís eran conchas muy utilizadas como medio de pago. Procedentes de Asia, donde existían mayores concentraciones de este molusco, el valor que se atribuía a estas monedas en distintas zonas de África hizo que los europeos los importaran desde el Índico para el comercio de esclavos en los siglos XVII y XVIII. El éxito de su arraigo respondía al peso que tenía su uso en las costumbres de muchas regiones, utilizado como objeto de adorno y, otras veces, como amuleto. Entre sus cualidades mágicas hay que destacar su utilización en rituales funerarios o para motivar la fecundidad, por lo que las novias los llevaban en forma de collares. Las piedras de rayo, o piedras de trueno, por su lado, se utilizaron sobre todo en Togo. Según la tradición, habían aparecido en el paisaje tras una tormenta y se caracterizaban por su forma de disco irregular y una perforación en el centro que se realizaba con un bastón o una caña y arena mojada, creando una concavidad en cada lado. Se les atribuían poderes terapéuticos, de hecho, todavía hoy se venden en los mercados como remedios curativos y mágicos. La moneda de metal Pese a la gran difusión que tuvo la moneda-mercancía en el continente africano, la moneda de metal ha sido, a lo largo de la historia, la más utilizada. En su origen, cada moneda tenía una utilidad concreta y su uso estaba reservado a las clases dirigentes en el marco de ciertas ceremonias y rituales. No fue hasta la llegada de los europeos, a partir del siglo XVI, cuando estas monedas pasaron a tener un empleo propiamente comercial. Una buena parte de estas monedas africanas encuentra su origen en determinados objetos y utensilios con distinta finalidad en la vida cotidiana: armas, útiles agrícolas, instrumentos musicales, joyas... Todos ellos se utilizaban como forma de intercambio monetario. Con el paso del tiempo, sin embargo, estas piezas sustituyeron su cualidad utilitaria en el combate, la caza, las tareas agrícolas o el adorno personal por una dimensión simbólica al convertirse en medio de pago. El valor de esos objetos sirve como manera de imaginar las monedas, pues se copian sus formas sin conservar un interés práctico, ya que se reduce la cantidad de metal empleado en la fabricación y se busca, en ocasiones, una intención estética. Cada comunidad, de hecho, respetaba sus propias tradiciones en la decoración de las monedas, realizadas normalmente por los herreros, quienes eran, a ojos de la mayoría, personajes respetados por sus aptitudes en el trabajo de un material procedente de las entrañas de la tierra y que moldeaban a través de un elemento de cualidades tan enigmáticas como el fuego. El rasgo más distintivo de estas monedas de metal es la variedad de los materiales empleados y las formas adquiridas. La exposición permite hacer un recorrido por las más características: barras y lingotes, utensilios agrícolas, armas e instrumentos musicales. Las barras y lingotes fue una de las formas de pago en África más utilizada según numerosos testimonios de comerciantes europeos desde el siglo XVI. Se utilizaban distintos materiales. El hierro era el más demandado, pero también el cobre, el bronce e, incluso, el latón. Las formas y técnicas de estas piezas respondían al trabajo de los herreros, quienen mantuvieron durante siglos las tradiciones locales, sumando en la Edad Moderna las influencias europeas. De las barras más sencillas se pasaba a formas muy diversas, indicativo de las costumbres y creencias de cada grupo y que responde igualmente al paisaje en que vive cada comunidad. De ahí la importancia de las formas naturales que podemos ver en la exposición. Entre ellas, destacan por su belleza las formas de serpiente, animal de gran carga simbólica, pues no sólo era la imagen de la inmortalidad de los primeros antepasados, a cuyas almas daban cuerpo estos reptiles, sino también recordaba en su forma sinuosa a los meandros de los ríos, fuente de riqueza y alimento. El culto a este animal, trasmitido por pastores, se difundió desde el Valle del Nilo hasta el delta del río Níger, estando presente como motivo ornamental también en terracotas y otros soportes. El carácter mágico de las monedas de metal se concreta en otros ejemplos como los peniques kissi, nombre recibido de este pueblo de Sierra Leona. Consisten en delgadas varillas de hierro de entre treinta y cincuena centímetros de largo. Sus extremos son aplanados y eran conocidos como 'monedas con alma', al creer que estaban habitadas por espíritus. Se empleaban de uno en uno para pagos individuales o formando un haz de varillas que se retuercen y se atan con fibras vegetales. Al margen de formar parte de los rituales funerarios, también se utilizaron para los pagos matrimoniales. Más sencillas en su ejecución son los lingotes en formas de aspa denominados croisettes, procedentes de la cultura Luba en la República Democrática del Congo. Aunque siempre mantienen un esquema similar, variaba su peso y tamaño. Su uso como moneda se remonta al siglo XII, aunque su gran auge se desarrolló desde el siglo XVI, manteniéndose su uso en el XX. Las croisettes fueron al principio utilizadas por los grandes dignatarios como medio de atesoramiento y para los grandes pagos de dotes y esclavos. Posteriormente, se generalizó su uso en el comercio de pequeña escala, reutilizándose además al transformarlas en joyas y nuevas monedas. El tercer gran grupo de monedas lingote son aquellas piezas concebidas en forma de joyas. En este caso, el valor de la moneda depende del peso de metal empleado y si se trata de cobre, bronce, oro o plata. Al estar concebidas como adorno personal, son las que posiblemente más potencian la cualidad estética. Entre ellas, las manillas fueron las joyas más difundidas como moneda. Esta moneda apareció en el siglo XII en el delta del Níger y se fue extendiendo hasta el centro del continente. Se trata, normalmente, de brazaletes, habitualmente de cobre, con un diseño en forma de C, al que se puede añadir una segunda espiral de metal y cuyos extremos suelen ser aplanados. Las superficies pueden ser lisas o tener decoraciones en relieves mediante incisiones. El uso de las manillas tuvo un importante peso en los matrimonios. En las culturas Hamba, Mbole, Jonga y Nkutshu, el marido colocaba una manilla a la esposa en el tobillo como símbolo de pertenencia; él también se colocaba una, aunque de menor tamaño, reflejo que nos permite conocer lasrelaciones de poder entre hombres y mujeres en algunas de estas culturas. Utensilios agrícolas El peso que la agricultura ha tenido en las sociedades africanas hizo que los utensilios de labranza adquirieran rápidamente un fuerte carácter simbólico como medio de pago. A partir de ese momento se fabricaron útiles más pequeños con formas simplificadas, creando nuevos objetos como moneda. También fueron utilizados de forma habitual como dotes para el matrimonio y como compesación en otros casos por la pérdida de una hija a la familia de la novia. Si el matrimonio fracasaba, se devolvía al esposo el pago efectuado. Entre los utensilios agrícolas mostrados en la exposición, destaca la tipología Anga, de la cultura del mismo nombre. La forma de esta moneda tiene su origen en la azada, desde la que se simplificarían las formas logrando una abstracción del modelo para crear un objeto de utilidad monetaria. Cuando eran usadas para el pago de la dote, se colocaban en la entrada de la vivienda del matrimonio como señal de la nueva unión. Son todas ellas de gran espectacularidad, variando su tamaño entre los sesenta y cinco centímetros y el metro de altura, pudiendo pesar hasta treinta kilos. Instrumentos musicales Los instrumentos musicales constituyen otra tipología de monedas basadas en objetos con distintas utilidades prácticas. En la cultura africana, la música es un concepto de gran valor y amplio significado. Cada instrumento tiene su uso en un contexto determinado: ritual, ceremonial o como medio de comunicación, y es realizado exclusivamente por un músico que lo dota, además, de simbología y poderes mágicos. Realizados normalmente en hierro, al valor del objeto en la cultura y vida cotidianas hay que sumar el del material y su peso. Las campanas fueron, por ejemplo, un habitual medio de pago en la cuenca del río Ubangi. La mayoría de estas monedas se componían de dos campanas de forma plana y alargada. También se pueden apreciar otras variedades como las campanas procedentes de Camerún, de la cultura Kirdi, donde estos instrumentos, más pequeños, se ensartan en una argolla en grupos de nueve o diez piezas; o las sonajas de la cultura Chamba, de Nigeria, que mantienen la misma estructura que la primera. Armas El destino de las armas en África fue el de la caza y la defensa pero, al mismo tiempo, su posesión confería distinción social y prestigio económico. Estas piezas se revalorizaban en función de su riqueza decorativa, y sirvieron fundamentalmente para hacer frente a pagos ceremoniales o la compraventa de bienes excepcionales. Desde la introducción en África de las armas de fuego en el siglo XVII, las tradicionales perdieron su utilidad y pasaron a ser valoradas por su material y su belleza. También desde la Edad Moderna se puede observar la introducción de armas blancas procedentes de Europa, que fueron un nuevo referente para la creación de nuevos modelos formales y decorativos fusionando las dos tradiciones. Según fueron perdiendo su utilidad, las monedas-arma adquirieron una mayor carga simbólica, reduciendo en consecuencia la cantidad de metal empleado y alterando las dimensiones originales. Acabaría primado con el paso del tiempo su cualidad estética, siendo posiblemente una de las monedas más utilizadas para las transacciones cotidianas hasta los primeros años del siglo XX. Entre la variedad de estas monedas, los cuchillos arrojadizos fueron los más difundidos. Destaca la variedad de sus formas, la riqueza decorativa y la originalidad en el diseño de sus hojas. Sin embargo, permanece invariable la relación entre el material utilizado y el valor de la moneda. Partiendo del modelo de cuchillo Zande, destacable por su originalidad y plasticidad, innumerables pueblos crearon sus propias variantes, como los ngindza, creados por los Nzakara. Con el paso del tiempo su presencia fue común en todo el continente africano, llegándose a convertir en una auténtica obra de arte. Junto a los cuchillos de lanzamiento, hay que destacar otras armas como las hojas de lanza. Entre ellas, las pertenecientes a los Bangala del Congo se caracterizan por su forma de ala en el extremo, con una espesa punta y rica ornamentación. Más tardías son los mandjong, adaptaciones de las anclas de los barcos europeos y que acabaron teniendo un importante papel en el comercio entre africanos y europeos, quienes, en la práctica, acababan reconociendo formalmente por parte de los colonizadores la importancia de las economías locales y sus prácticas monetarias. También destacan, por su bella forma y enorme dimensión (hasta dos metros de altura) las armas ngbele, de la cultura Topoke: replicas de modelos que ya no sirven para cazar y luchar, pues el metal es más frágil y maleable, además de haber evolucionado su forma original.
La muestra presenta por primera vez al público esta excepcional colección de monedas tradicionales africanas. Cerca de 200 piezas de la Colección Alberto Jiménez-Arellano Alonso -entre ellas ágatas, caurís, cuentas de vidrio, lingotes, tejidos, armas, utensilios agrícolas e instrumentos musicales- muestran la riqueza artística del trueque en las culturas y economías africanas. Con esta exposición se pretende reivindicar el lugar de las culturas africanas en la historia del dinero y de los sistemas monetarios y, a través de ellas, comprender mejor a los pueblos que las emplearon. Las monedas son un reflejo de la sociedad, las creencias, la cultura, la economía, e incluso del desarrollo tecnológico de cada uno de estos pueblos. Sin embargo, a pesar de que la moneda africana tradicional no responde a las formas occidentales a las que estamos acostumbrados, las más de doscientas piezas expuestas son objetos que han funcionado con los mismos fines que una moneda en cualquier otra parte del mundo. A lo largo de la historia hombres y mujeres han utilizado distintos utensilios para realizar pagos, intercambios, donativos u ofrendas; estos objetos variaban en función de su propia tradición, pero tenían en común el hecho de que la comunidad que los empleaba les otorgaba un especial valor: económico, social o sagrado. Han existido otras formas de vender, comprar e intercambiar, distintas a las que hoy utilizamos pero que no son del todo ajenas a la idea de dar a un objeto que no sea una moneda, un valor económico o simbólico y usarlo como dinero. Hoy es dinero una tarjeta de plástico, un cheque, o un abono para el autobús. La moneda occidental se empezó a admitir para algunos pagos concretos en África a partir del siglo XVI, con la llegada de los comerciantes procedentes de Europa. Sin embargo las monedas tradicionales africanas eran las únicas que se reconocían para el comercio habitual. De hecho, las monedas tradicionales han estado en circulación hasta las primeras décadas del siglo XX, momento en el que fueron prohibidas por los colonizadores europeos. Tras la descolonización e independencia política, los países africanos acuñaron sus propias monedas y se adaptaron así al sistema monetario internacional. Tradicionalmente los pueblos africanos emplearon como dinero sal, cacao, conchas, así como tejidos, armas, herramientas, joyas, productos naturales o manufacturas a los que se les reconocía un valor por el propio material, pero también por su utilidad y por el simbolismo o significado que tenían dentro de cada sociedad. A ello se sumará con el tiempo un interés estético, lo que los convierte además en objetos bellos y deseables que poco a poco adquirían más valor de intercambio y perdían a su vez el uso inicial para el que fueron creados. Refinando sus formas, se aumentaba su valor. La exposición se articula en grandes áreas que responden a la forma de cada moneda. Una forma que viene determinada por el objeto del que proceden, un arma, un apero de labranza, un instrumento musical, o una joya. Se pretende ofrecer una amplia visión de las monedas africanas tradicionales atendiendo a su forma, realzando la calidad estética de estas piezas, en muchos casos auténticas esculturas, y llamar la atención sobre su importancia en las tradiciones y economía africanas.
Actualidad, 04 may de 2009
La F. Jimenez-Arellano se centrará en su colección de arte africano
Por ARTEINFORMADO
La Fundación Alberto Jiménez-Arellano Alonso, con sede en el Palacio de Santa Cruz de Valladolid, concentrará sus actividades en torno a su colección de arte africano, que tiene a la ...
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