Atardece. El Sol se pone tras las colinas aljarafeñas y la tenue luz que anuncia la noche muta la ciudad plácidamente. El asfalto, el acero y la forja, el ladrillo y la piedra, las casas señoriales, los rancios monumentos, las viviendas menesterosas y las colmenas dormitorios, cambian bajo el noctámbulo manto que cubre la urbe. El verde es casi negro, la plata se oscurece, los reflejos, las sombras campan a sus anchas. A modo de revolucionaria transformación perceptiva la metrópolis se despereza a una nueva realidad, la noche ha vencido, la luna y las estrellas así lo proclaman. Ha comenzado el reino del filamento.

La sevillana Carmen Rodríguez Barrero nos muestra en este trabajo esa nueva ciudad de cada noche, que gracias al filamento de las miles de bombillas que alumbran edificios y calles, transforman nuestro espacio público en cada anochecer. La combinación ... de cámara y trípode hace que estos dos elementos interactúen dando lugar a una mirada nocturna de la Sevilla más fotográfica. Si durante el día Sevilla se caracteriza por su luz, en la noche su ausencia da paso a un nocturno hispalense que el filamento transforma en una sorprendente multiplicidad de colores.

Para que la cámara capte esa nueva luz, Carmen juega con exposiciones largas, de diafragmas abiertos y mirada observadoramente inquieta. Edificios, fuentes y puentes que durante el ajetreo de la mañana nos pasan desapercibidos, por familiaridad y por la velocidad que imprime a nuestras vidas la posmodernidad, pasan a ser observados de otra forma, descubriéndonos una nueva realidad dispuesta a una contemplación más apacible.