Descripción de la Exposición ------------------------------------------------------- ------------------------------------------------------- Tras su inesperada y prematura muerte en Roma -murió con 60 años-, se han celebrado algunas exposiciones importantes como la antológica de su obra pictórica que le dedicó en el año 2003 el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía o la que organizó la propia Fundación Juan March, en su sede de Madrid, en septiembre de 1984. Ahora, 25 años después, se organiza esta muestra que está, básicamente, centrada en una de las facetas complementarias de su propia actividad pictórica como fueron sus viajes. El viaje fue una constante de su vida. En un viaje, rodeado de sus amigos próximos, Torner, Rueda, encontró Cuenca para hacer realidad uno de sus sueños: un lugar donde reunir sus obras y la de sus amigos, el Museo de Arte Abstracto; y en otro viaje, en Roma, murió. Para Zóbel viajar era descubrir y conocer. Hay viajes que son por placer, otros por obligación, acaso también para huir, para descansar, para distraerse. Los de Zóbel fueron, siempre, viajes de artista. De los viajes de Fernando Zóbel se guardaba un testimonio, aunque poco conocido, muy rico: sus cuadernos de apuntes y dibujos. Los más de 130 cuadernos de apuntes y dibujos pertenecientes a la colección de la Fundación Juan March dan cuenta del universo personal y creativo de Zóbel entre los años 1948 y 1984. Son cuadernos de diferentes formatos, e incluyen acuarelas, dibujos, estudios, fotografías, documentos y anotaciones. Esos cuadernos se asemejan a pequeños laboratorios de papel, a gabinetes de dos dimensiones, a prácticos instrumentos para coleccionar muchas cosas: ideas, bocetos que más tarde serán convertidos en imágenes y en cuadros, estudios de contrastes y de luces, de figuras, colores y sombras; intentos de fijar un instante; recreaciones de escenas de la vida corriente y estudios de paisajes o de obras de la tradición pictórica, el arte y la arquitectura: todo eso puede encontrarse en sus páginas; y también muchas referencias a Cuenca, algunas de las cuales pudieron verse, por primera vez, en la exposición Fernando Zóbel. Cuadernos de apuntes y porfolios. Una visión de Cuenca, organizada por Rafael Pérez-Madero en 1991. Fernando Zóbel: viajar, dibujar, pintar presenta, además de una amplísima selección de esos cuadernos, que sugieren al espectador un viaje imaginario por los lugares que dejaron una huella particular en el artista y fueron pretexto de muchas de sus obras, una selección de óleos procedentes de los fondos de la Fundación Juan March y de algunas colecciones particulares e institucionales, de Cuenca y de otras ciudades españolas, que añaden a su atractivo propio el que pocas veces han sido contemplados en público. PULCRITUD Y BELLEZA Cualquiera que esté mínimamente familiarizado con la vida y la obra de Fernando Zóbel sabe -o nota- que Zóbel fue un carácter que empleó su vida en una carrera de fondo por conseguir la excelencia. Ese rasgo era notorio, entre otros aspectos, en su pulcritud (una palabra que conserva evidentes ecos de la etimología latina de nuestra palabra 'belleza'): la pulcritud de sus obras y la de muchas facetas de su espíritu, y también la de los aspectos más materiales, de su vida. (De esto último dan fe tantas fotografías de su estudio blanco o de su biblioteca o de su casa.) Ésa es una de las razones por las que nos ha parecido que el mejor homenaje que podía rendirse a su memoria era que, puntual para la fecha de su aniversario, se concluyese la limpieza, restauración y embellecimiento de todas las obras de Zóbel en la colección permanente del Museo de Arte Abstracto Español, y también la de todas las obras en la colección de la Fundación Juan March, algunas de las cuales pueden contemplarse en el Museu d'Art Espanyol Contemporani, en Palma. No todas lo necesitaban, porque afortunadamente el espíritu de Zóbel sigue vivo en el museo y en la Fundación, pero en muchas de ellas se advertía el inexorable paso de veinte, veinticinco, en algunos casos cuarenta años de ininterrumpida exhibición pública. Todos los cuadros del artista que forman parte de la colección permanente del museo, han sido, pues, objeto de un proceso de limpieza y conservación que hace más visible aún la pulcritud zobeliana en la ejecución de las obras, y también la profunda, audaz y esencial luminosidad que las define, un aspecto formal al que el texto de José Manuel Caballero Bonald, que se reproduce junto a otro de Gustavo Torner en el programa de mano de esta exposición, alude con exactitud. En dos casos -las piezas Ornitóptero (1962) y El Júcar X (1971)-, el visitante que lo desee podrá profundizar en los detalles de los procesos de limpieza, restauración y reenmarcado, gracias a las cartelas preparadas por el equipo de restauradoras de la Fundación Juan March.
Fernando Zóbel: viajar, dibujar, pintar presenta, además de una amplísima selección de 50 de esos cuadernos, que sugieren al espectador un viaje imaginario por los lugares que dejaron una huella particular en el artista y fueron pretexto de muchas de sus obras, una selección de óleos procedentes de los fondos de la Fundación Juan March y de algunas colecciones particulares e institucionales, de Cuenca y de otras ciudades españolas, que añaden a su atractivo propio el que pocas veces han sido contempladas en público.