Descripción de la Exposición ------------------------------------------------------- ------------------------------------------------------- Beltrán Massés fue objeto durante su vida de continuos e importantes honores y medallas por todo el mundo, a lo que contribuyó tanto su arte, como su simpatía y don de gentes; su muerte impuso el olvido de su obra por varias circunstancias, entre ellas la intención de su esposa -la también pintora Irene Narezo-, en su excesivo celo en mantener unida su colección particular, impidió la difusión de este importante legado no sólo artístico, sino también documental. No es de extrañar por tanto que no existan monografías posteriores dedicadas al autor tras su desaparición y que no se haya realizado ninguna exposición póstuma importante de su obra. Todo ello hace que esta exposición en el Torreón de Lozoya constituya una oportunidad única para acercarse a una de las más originales expresiones que el Art Déco dejó en nuestro país a través de uno de nuestros artistas más internacionales. La exposición se estructura siguiendo seis destacados capítulos: Un primer acercamiento se produce al artista desde los parámetros de las referencias estilísticas que pueden rastrearse en su obra, a las que él impondrá su personal forma de hacer. La pintura de Federico Beltrán Massés, en su evolución nos lleva desde el modernismo al decadentismo del Art Déco, siendo en este último estilo un pionero en nuestro país, casi a la par que los ilustradores gráficos. A pesar de vivir en la estética del Art Dèco hay en él un rechazo a la vanguardia. El historiador del arte Francesc Fontbona incluye a Beltrán Mases en el epígrafe de los modernistas cosmopolitas exuberantes junto a Egusquinza, Anglada Camarasa, Sert y Néstor Fernández de la Torre, todos exuberantes decorativistas y coloristas, animados por un sentido barroco, aunque ya muy lejos del modernismo. No falta tampoco en su obra la huella ocasional de Sorolla, la de Ignacio Zuloaga, Romero de Torres, Hermen Anglada Camarasa, etc., e incluso puede apuntarse la cercanía de algunas obras a otras pertenecientes a artistas de este momento como Gustavo de Maeztu. El mundo de la fiesta y el espectáculo nos muestra a Beltrán como un colorista espléndido, sin estridencias, que gusta del lujo, la ostentación y el artificio. Todo ello impregna sus cuadros, poblados de sensuales mujeres y jovencitas en ocasiones un tanto andróginas, vestidas con trajes muy chic o engalanadas de seda y pedrería, con las que el artista revive la magnificencia veneciana o los esplendores bizantinos, en los que la barrera de la moralidad al uso no es más que una frágil línea que se atraviesa con no poca complacencia. Sus bailes de máscaras, sus actuaciones en escenarios, las representaciones teatrales, etc., imbrican frecuentemente la realidad objetiva con un erotismo elegante y refinado de una extraña voluptuosidad. El arte de Federico Beltrán Massés, como el de Romero de Torres, en el que sin duda se inspira parte de su producción, entronca a la perfección con una de las derivaciones del Simbolismo de finales del siglo XIX: el Decadentismo, todo un mundo en el que se interrelacionan amor, muerte, pesimismo, sexo, vicio e incluso perversión, protagonizado en gran medida por un tipo de mujer que respira su primer aliento con el Simbolismo pero que pervivirá con renovados bríos en el universo del Art Déco. El pintor nos presenta a menudo el desnudo femenino como ofrecimiento, como mercancía, apareciéndose en toda su franqueza al espectador, convertido así en un anónimo voyeur. Por otro lado, el cuerpo femenino es mucho más que un desnudo, ya que a través de él se reflexiona sobre la vida, la muerte, el sexo, la obsesión, la violación, el deseo. La mujer no es un objeto pasivo en la relación sexual, antes bien, se trata de una mujer perversa, ejemplo de la plasmación de las teorías decadentes sobre la mujer fatal, una vamp, un ser depravado que a la vez que atrae al hombre lo conduce a la perdición. Todo este universo femenino se mezcló en nuestro país con un curioso folclorismo, vertiéndose en manolas, venecianas, toreros, princesas y mujeres de livianos trajes vestidas con tules y gasas que transparentan sus cuerpos, tersos, de fuerte sensualidad, en composiciones de extraordinario colorido, que destellan en noches de plenilunio o rutilantemente estrelladas. Muy cosmopolita, Federico Beltrán Massés retrató a celebridades mundiales, siendo un cronista excepcional de la Belle Époque. Por su pincel pasaron reyes como Alfonso XIII o Jorge VI de Inglaterra, los príncipes de Kapurthala o el Shah de Persia; duques y princesas de todo el mundo, millonarios como Rothschild e incluso ídolos de la gran pantalla como fueron Rodolfo Valentino, Joan Crawford o Pola Negri. Los retratos de Beltrán Massés vuelven a conducirnos hacia el mundo elegante de las altas esferas cuyos protagonistas se asoman a los lienzos del pintor con estudiadas y afectadas poses, no menos calibradas que sus indumentarias y joyas. No por casualidad, muchos de los retratos aparecen en un ambiente nocturno, la mejor ocasión para lucir los espectaculares modelos que el mundo de Hollywood contribuía a poner de moda a través del cine. Con los antecedentes que hemos visto, no es de extrañar que el artista recurriera a la figura de Salomé con alguna frecuencia en la seguridad de encontrar los elementos fundamentales de su pintura: sensualidad, seducción, orientalismo y la desnudez de la mujer como mejor argumento plástico. Siempre se trata de la mujer fatal que destroza cuando ama, reviviendo el binomio Eros-Tanatos, el Amor y la Muerte, que aún pervivirá con gran protagonismo en el movimiento surrealista. Como otros muchos artistas de su tiempo, Beltrán Massés sintió la fascinación por los ambientes exóticos, a lo que también contribuiría el privilegio de realizar los retratos de los príncipes de Kapurthala, cuya influencia fue determinante para realizar un viaje a la India. Todo ello determinó una importante parte de su producción, en la que de nuevo la sensualidad se une a episodios llenos de fantasía, evocadores de Persia, Ceilán, la India, Madagascar y algún que otro paraíso soñado.
Más de medio centenar de pinturas, muchas de ellas de gran formato procedentes de colecciones particulares de Barcelona, Colección Carmen Thyssen, Museo Art Nouveau y Art Déco de Salamanca, Museo de Málaga, Patrimonio Nacional, etc., ordenadas en la exposición por grandes temas: la fiesta y el espectáculo, la mujer, el retrato, Salomé, el Orientalismo, etc. Comisarios: Pedro Pérez Castro y Marisa Oropesa.
Exposición. 13 dic de 2024 - 04 may de 2025 / CAAC - Centro Andaluz de Arte Contemporáneo / Sevilla, España
Formación. 01 oct de 2024 - 04 abr de 2025 / PHotoEspaña / Madrid, España