Descripción de la Exposición (Ir)regular Éramos unos cuantos, sentados en torno a una mesa y hablando de diferentes temas. Algunos nos conocíamos, otros eran amigos de amigos. Oí cómo alguien decía que lo interesante del arte es que no sigue reglas. Enseguida se me frunció el ceño. No sé de dónde habría sacado esa idea, desde luego no me pareció el comentario de alguien que vea mucho arte contemporáneo. Precisamente, ante el arte me da la impresión de que quien no conoce sus reglas no entra en el juego, o por lo menos no con todas las fichas. La falta de reglas del arte no es sino un tópico inculcado, que por supuesto lleva a creer que los únicos verdaderos genios y artistas fueron aquellos mitológicos vanguardistas, bohemios e infravalorados hasta su muerte. Y con ellos se acaba todo. Así que se lo dije. Le dije que eso no tenía sentido, que el arte es un sistema de reglas, signos y convenciones que no tiene nada de casual, y que el mito del genio inspirado por la musa se superó hace mucho tiempo. Él me respondió, un poco gallito (creo que quería ligarse a mi amiga) que, según su opinión, los mejores artistas fueron los que rompieron con las reglas de su tiempo. A lo que yo le contesté que dudaba que eso fuera cierto (empezando por la dificultad de asegurar qué es 'lo mejor', siguiendo por que consideraba su aseveración demasiado generalizadora y sin ningún fundamento estadístico real), pero incluso si así fuera, rompieron con unas reglas para establecer otras. Entonces alguien empezó a hablar de fútbol y se acabó la discusión. Lo que no me dejaron añadir, tan concentrados en proezas deportivas inigualables, fue que los y las artistas rara vez se refieren a estas reglas como tales. Principalmente, porque no son universales: cada artista investiga cuáles le resultan más convenientes en relación con su comprensión formal y conceptual. Cada quien establece las suyas, y va adaptando su trabajo a esa serie de principios que, después, al ser analizados desde la historia del arte, llamamos 'características particulares'. Pero en realidad no son sino contundentes reglas que dan coherencia y continuidad a la obra. Las acatan hasta que empiezan a sentirse limitados por ellas, y entonces las transforman para que vuelvan a indicar un camino que les interese. Así que no nos engañemos: a los artistas les encantan las reglas. No sólo son necesarias para la articulación de su trabajo, sino que además disfrutan poniéndoselas a sí mismos y poniéndoselas a los demás, estableciendo juegos y competiciones; y cuando les empiezan a aburrir, no tienen problemas para despacharlas y buscarse otras nuevas. Un ejemplo perfecto es Faith, Form and Field, la estrategia impuesta por Edu Hurtado para la Galería Nuble y a la que Ion Macareno y Marta López Orosa se han sumado con entusiasmo. Consiste, precisamente, en exposiciones individuales en las que los otros dos cómplices insertan una pieza propia. Eso sí, la pieza debe estar realizada siguiendo una serie de reglas, más o menos precisas, que impone el o la protagonista de la individual. Esta estructura puede recordar vagamente a los sistemas experimentales que los grandes nombres del comisariado de los 90 introdujeron al campo contemporáneo, y que imbricaban lo dinámico, lo lúdico y el espíritu de laboratorio en el espacio expositivo. En este caso, en cambio, la exposición no aparece como un campo de pruebas a punto de explotar: es estática y se mantiene inalterada mientras se muestra. Sin embargo, juega solapadamente con las percepciones de individualidad, puesto que el pobre público piensa estar viendo la exposición de una sola persona. No es de extrañar, por lo tanto, que queden algo asombrados por las diferentes identidades que pueden darse conjuntamente en algunos momentos. Para visitantes que conocen las reglas del juego o asiduos al ciclo, por otra parte, aparece la cuestión de qué será de quién, ese impulso aún sin superar de juzgar las obras según su autoría. Este mismo sistema, en realidad, remite a las reglas: hace buscar cuáles son las piezas en la exposición que pueden responder a las lógicas de unos y otras. Aunque, una se pregunta, si el artista principal ha impuesto ciertas reglas, ¿será porque son las mismas que aplica a su trabajo? En ese caso, ¿por qué se aprecian claras diferencias entre las interpretaciones de cada cual? ¿Podemos hablar de un trabajo de colaboración, o más bien de un juego de identidades embarcadas en una aventura colectiva? Y una pregunta clave para la relevancia de este proyecto: ¿por qué molesta tanto no saber a quién corresponden las obras que vemos? En la era del supuesto fin de la autoría, ¿acaso no seguimos asiéndonos a la necesidad de delimitar el espacio individual) El momento culminante llega cuando las obras resultantes del proceso individual/colaborativo del proyecto se presentan conjuntamente en una exposición que asume su identidad de híbrida. Porque lo que aparece en esta ocasión es el rizo del rizo: una serie de obras realizadas intentando aunar las reglas propias y las del otro, y que al mismo tiempo sean propias y se integren en la estrategia establecida. Una exposición lógica y coherente, pero que responde a diferentes direcciones, interpretaciones y subjetividades. Una muestra a tres bandas unidas que asume que cada proceso construya sus propias reglas sobre la marcha, y vaya derribando los pisos bajos mientras los altos siguen flotando en el aire, subiendo y subiendo.
Formación. 01 oct de 2024 - 04 abr de 2025 / PHotoEspaña / Madrid, España