Tras en 1999 los bombardeos de la OTAN sobre Serbia, que destruyeron la capital Belgrado, sus habitantes comenzaron una reconstrucción si cabe curiosa. Valga como ejemplo paradigmático de dicha reconstrucción lo acontecido al Ministerio del Interior: el edificio jamás fue reconstruido, ni reutilizado como sede central de la policía, ni reciclado para otro uso público.

Pasada casi una década, pacificados los Balcanes, una conocida empresa de bebidas adquirió el inmueble en 2008 con una finalidad aberrantemente alegórica: todo el edificio fue recubierto por un anuncio descomunal de Coca-Cola que, como la icónica imagen de la bandera plantada en La Colina de la Hamburguesa, proclama la conquista del amigo americano. El único uso de este espacio es el de publicitar esta marca; una piel de vinilo recuerda diariamente a los viandantes cómo su pasado ha sido sustituido chapuceramente por un presente ... de felicidad cimentada en el consumo.

Dalibor Popovic, nacido yugoslavo y crecido como serbio, reformula en su trabajo la interrelación icónica desmesurada entre la felicidad impuesta y la fagocitación interiorizada de ésta: el artista nos muestra su 'fábrica de felicidad' sin una piel que la proteja, sin tapujos oníricos. No hay vuelta de tuerca que dar, ni tergiversación posible de la cultura popular; no reside un lirismo risible en sus obras; no queda nada abierto. Crudamente, Popovic nos muestra una serie de obra realizadas sobre vinilo -del mismo material que el anuncio en el Ministerio- donde queda patente toda una serie de rechazos y asimilaciones de la cultura popular. El artista se expresa sinceramente en toda y cada una de sus piezas, sin pleonasmos. Una invitación al Pop(ovic) Art que nos hará reflexionar sobre la suplantación de la cultura tradicional de cada pueblo por otra global e icónica.

J.M.