Descripción de la Exposición El paisaje para Esteve Adam forma parte de lo vivido, no es un decorado que se pinta y se olvida, es el paisaje vital donde uno se construye, donde uno se hace pintor al mismo tiempo que persona. Se trata de un paisaje de ida y vuelta, que está ahí fuera y uno puede verlo, visitar los lugares donde tomó el apunte o la fotografía, pero que también está dentro del pintor contándonos su forma de mirar y de sentir el mundo. Y en este espacio construido con el color y la línea uno encuentra la verdad, lo que es, lo que vemos, pero nos la cuenta con su forma personal de hacer la pintura; si nos acercamos al cuadro estamos ante una abstracción, hay collage, superposiciones de color, movimientos del pincel con la pintura casi seca, restregando sobre lo pintado, construyendo con el movimiento; hay líneas al carboncillo, una mancha que te alejas y es un árbol, rectángulos casi desaparecidos debajo de una pincelada que al mirarlos a distancia resultan un pueblo o unas alquerías, tan reales, tan vivas, tan integradas en el paisaje. A veces aparece la tablilla o el lienzo puros, inmaculados, pero integrados en la pintura. Esteve Adam ha conseguido no sólo un espacio propio, un tipo de paisaje al que acude una y otra vez, sino una forma de representación desde el punto de vista de la pintura donde se integran colores y líneas, donde la abstracción se convierte en realidad y al contrario, donde el color unifica una vibración emocional que se nos trasmite al contemplarlo. El paisaje de Esteve Adam no es artificio, es verdad y lo es porque existe, por el tratamiento pictórico del tema y por la sinceridad con la que pintor se refleja en él. Así como en la Provenza encontró Cezanne su montaña Santa Victoria, él ha encontrado en el término de Sueca la Muntanyeta dels Sants y desde ahí extiende su mirada por los arrozales, por las alquerías, fábricas y almacenes que aparecen en medio de estos marjales planos, inundados de agua o secos, que el arroz va dotando de tonalidades diferentes según la época del año. Esta pintura no está retocada en el estudio, es la emoción, la luz, la identificación con el paisaje lo que la hace tan auténtica. Suelen ser panorámicas que se extienden hasta un horizonte en el que empieza a aparecer la línea de edificios costeros o el mar. Líneas que se superponen y se pierden en la lejanía, creando una sensación de infinito, de apertura. Los cielos se mueven y parece que pasen sobre nosotros. Otro de sus temas son las tierras coloristas del valle de Ayora, las montañas de Cofrentes, aquí podemos ver en un primer plano las carreteras que las cruzan y al fondo esas elevaciones con sus sombras y su luz, su parte de misterio que nos llama a perdernos por ellas, una tierra que está cercada por la civilización, pero que no rinde su encanto. A veces el punto de vista es desde una elevación y vemos una panorámica de parcelas y campos donde el equilibrio entre lo real y lo puramente geométrico parece un milagro, en el que podemos mirar, imaginar, construir, como si el pintor nos hubiese abierto una ventana creativa para que también participemos en la culminación de la obra. Después de haber contemplado estas tablillas y estos lienzos donde la naturaleza habla y se hace una con el pintor se vuelve a la ciudad, a la estridencia cotidiana como renovado, lleno de un silencio que todo lo puebla, de un misterio que se extiende infinito, de una verdad que es pura sugerencia.
Exposición. 17 nov de 2024 - 18 ene de 2025 / The Ryder - Madrid / Madrid, España
Formación. 23 nov de 2024 - 29 nov de 2024 / Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía (MNCARS) / Madrid, España