TEXTO DE SALA
La obra de Nayra Martín, como la poesía, está hecha de palabras entrelazadas que despiden reflejos, ¿Lo que nos enseña son realidades o espejismos?. Como la poesía sus obras despiden reflejos, visos y versatilidad. “Et j'ai vu quelquefois ce que l'homme a cruvoir”, escribió Rimbaud. La vulva es un icono con una fuerte carga simbólica, que ella maneja con distintas características tanto orgánicas como pictóricas, con una estética potente de color que no deja impasible a nadie. No nos deja displicentes y puede provocar una reacción de empatía o rechazo, pero es práctica una máxima siempre, un ejercicio provocador a la propia pintura.
El gesto como signo plástico en el marco más amplio de la tradición abstracta pero asumiendo las claves de un lenguaje descriptivo en el que sin embargo entra en juego sus percepciones y emociones, sensaciones y pensamientos. Intentando obtener lo básico, pero también desnudar apariencias. Y...en este juego de encuentros Nayra contempla y reivindica su extenso valor en relación a la omnipotencia de los símbolos e imperativos masculinos, y, por ello, se obsesiona con el tema, la vulva, para referirse a la mujer como uno de sus iconos más reconocibles. Nayra, arqueóloga y alquimista de la pintura hace gala también, como su admirada Jean
Mitchell, de un estilo poético a medio camino entre lo calculado y lo emocional con el fin de estimular al intelecto mientras procura seducir los sentidos del espectador. Sus creaciones acercan al público al concepto de la identidad espiritual inherente a la naturaleza humana que proponen una reflexión sobre el sentido último de nuestra experiencia vital y revelan una serie de claves que rigen nuestro espíritu. Es la celebración de la creación y la reivindicación. El amor propio. La sexualidad. ¡Y el poder del coño!”. Más claro, agua.
F. Álvaro Ruiz Rodríguez.
