Descripción de la Exposición
«Este sentido conecta el simbolismo del espejo con el
del agua reflejante y el mito de Narciso, apareciendo el cosmos
como un inmenso Narciso que se ve a sí mismo reflejado en la
humana conciencia».
Juan Eduardo Cirlot
Begoña Rentero
Espejismos
Granada es una ciudad de contrastes intensos que resplandecen contra muros encalados, un universo de vida entre jardines, acequias, surtidores, reminiscencias orientales que parecen danzar para la visión como en un espejismo. Es la luz radiante de la nada y el color que de ella brota, se humedece, resiste y languidece, y siempre el blanco de origen, el blanco ritual de la imprimación que se extiende bajo el sol.
Begoña Rentero es consciente de esa plasticidad de la luz que ha de descomponerse para crear el mundo. En su obra pictórica sensualismo e ilusionismo van de la mano, la mancha colorista de los espacios, de las formas, y la ilusión que parece flotar sobre los espejos. La artista quiere incidir en esa ofrenda colorista, liberando los límites de la mirada, introduciendo una nota de leve transitoriedad, el punto de encuentro entre la sensación plena y el sentido de la fuga.
Reflejos sobre los estanques, disolución de las formas, ondas, esa piel de irrealidad que tiembla al paso de una brisa, y sobre la que se precipitan el universo arquitectónico, vegetal, los cielos cambiantes, todo aquello que, multiplicándose, parece gozar de sí mismo. En sus cuadros está el gozo de la vida, el gozo de la inasible carne del mundo, una armonía de intensos cromatismos, provocadores, irreconciliables entre sí, en un orden de pura intuición, de pincelada directa, y el caos se abre a su vez como un rasguño.
La artista ha elegido pigmentos al agua y al óleo como dos vías para la iniciación. De agua es el alma de Granada. Su pincel esparce la aguada y la tinta con asombrosa pulsión, con emoción espontánea, intuición que se nutre del ojo, de la mirada, y mueve la mano como un testigo que da fe del asombro. El color navega rebosante por el blanco del papel dejando estelas orgánicas, los blancos de Begoña son tan dramáticos como el color que los nutre.
En sus óleos también está esa vasta claridad, que es fondo y no lo es, abriendo surcos de reflejo bajo las pinceladas esmaltadas. Inevitablemente nos transporta a remotas aspiraciones impresionistas, pero su bagaje estético ha traspasado el umbral del fauvismo para desarrollar un estilo propio y sutil, de generosa armonización, en contraste dialéctico con un leguaje condensado, vibrante, visionario, sólo aparentemente despreocupado. La artista se dirige a la síntesis, es el momento de la catarsis, el instante decisivo.
Contemplar Granada es siempre un acto iniciático. De su experiencia íntima con este entorno mágico nos invita a un goce compartido, porque Begoña Rentero ha penetrado con fuerza el ritmo, el aura pasajera de la orquestación. El escenario es de agua y de cielo, de cipreses que se elevan para hundir sus raíces en el propio reflejo, en senderos de tierra y fuentes lujuriosas. Es el melancólico latir de las tardes sureñas, entre calles solitarias que hacen sentir una plácida lejanía.
Ilusión, espejo, sueño y voluptuosidad. En estos cuadros siempre hay elementos básicos para el deleite y la alegría de vivir, como si contempláramos por vez primera una ciudad imaginaria que ya en sueños hubiésemos visitado. Aquella visión fugaz aún resplandece.
Francisco Sotomayor
Exposición. 12 nov de 2024 - 09 feb de 2025 / Museo Nacional Thyssen-Bornemisza / Madrid, España