Su obra, aunque realizada con técnicas artísticas propias de la cerámica, se aproxima al campo escultórico. Sus piezas muestran un ostensible intento de enfrentarse a medios y soluciones volumétricas, que parecen primar sobre cualquier otra premisa formal.

Tras generalizadas e interesantes rupturas la cerámica ha vuelto a aproximarse al objeto cotidiano, aunque incapaz de producir piezas de utilidad se desgaja hacia el diseño individualizado, una prestancia aprovechable en los estantes vacíos de los muebles. Nada que objetar siempre y cuando se rebajen las pretensiones comunicativas y se centre el debate en la satisfacción estética, en el orgasmo racionalista y asimilado de la belleza. Ajenos a esta bunkerización en la esfera meramente comercial y epidérmica, algunos ceramistas, muy pocos ciertamente, siguen metiendo la mano en el barro para cocer conceptos y elaborar discursos que, al menos, desestabilicen el mercadillo. Uno de los pocos que en Asturias no se ha dejado absorber visualmente ... y mantiene estrategias de enunciación diferentes es Ángel Domínguez-Gil.

Sería suficiente esa búsqueda de elementos que nos liberen del decorativismo para reivindicar sus últimos trabajos. Modelados sobre la base de afrentas multiculturales y la convivencia de diversos códigos se estructuran en tres planos diferentes: construcciones fantásticas y sinuosas y piezas primitivistas con resonancias musicales y mágicas. Pero la concepción implica otras intersecciones, esa impresión de seriación del motivo, a pesar de la desigualdad de cada pieza, el agrupamiento en torno a un espacio que confiere unidad a la multiplicidad y la evocación de lo manual expresado mediante matices e imperfecciones.

Ángel Domínguez-Gil mantiene el tacto cerámico del que nunca ha renegado, lo que implica teorizar con un material tan humilde como la arcilla y expurgar estéticas domésticas para crear ilusiones escenográficas, cuando se pretende algo más que repetir productos bien acabados. Si se superan estos condicionantes se exhibe una poética liberadora, una mirada contemporánea que problematiza la expresión.

El carácter de instalación, la dificultad para singularizar cada pieza, una toma de conciencia del espacio catastrófico que relega la especificidad del objeto y la acumulación de diferentes niveles expresivos señalan heterogéneos extrañamientos cerámicos que marcan la evolución artística de Ángel Domínguez-Gil.