Pep Canyelles es un escultor autodidacta que tiene un primer contacto con el metal en un taller de herrería familiar. Forma generación con la veta que hizo acto de presencia en los setenta, década prodigiosa en Mallorca, un tiempo de efervescencia donde se operó el entierro definitivo de la estética del taxidermista. En 1969 pasó un corto periodo de tiempo en París y en 1970 se instaló en Barcelona. Así, cuando regresó a Palma por motivos de salud, un año después, su vocación artística se define por la pintura y participa en la subversión artística con el grupo Criada 74 (1973-1977), de intención renovadora. En 1978 comparte muros en el Museo de Mallorca con Vicenç Torres, y el año siguiente hace una primera individual en la Galeria 4 Gats de Palma donde, a demás de pinturas, muestra objetos de carácter lúdico, con un estilo personal ... que parece querer trabajar a la vez la pintura y la escultura. Eran piezas de maderas multicolores de tamaño reducido, a las cuales siguieron una serie metálica de motoristas con sidecars, cercanos a la escultura-objeto. Posteriormente, inmersos ya dentro del mundo escultórico, expone en diferentes lugares de Mallorca, de la Península, de Egipto, de Alemania, de Holanda y de los Estados Unidos. En la exposición de 1980 en el Cairo, Canyelles fue invitado por el Ministerio de Cultura Egipcio junto a Jaume Pinya y Horacio Sapere. En 1981 obtiene una beca del Ministerio de Cultura para la promoción de los Artistas Plásticos, un hecho que le estimuló a trabajar intensamente. Su obra ha estado presente en la importante feria de ARCO de Madrid varias veces. Desde el principio, inicia también una tarea en el campo de la poesía visual, de larga trayectoria. Con presencia en Blanc d’ou, Ara ve Nadal, Zootropo, 17, Crit, etc., participa en las exposiciones “Poesia visual dels Països Catalans” (Mataró, 1980) y “Espai poètic experimental” (París, 1981), así como en exposiciones en Pavía (Italia), Antwerpen (Bélgica) y Valencia.

Estamos en presencia de un artista que se plantea la plástica como un hecho total. Poesía visual, pintura y escultura son una triple punta de lanza, soporte y empuje de su creatividad, con el color, todavía como punto de partida. En 1986, con la exposición Paisatges ara i aquí, en el Col·legi d’arquitectes de Palma, una serie de esculturas de hierro policromadas, confirman la vocación por las tres dimensiones que latía desde el principio, cuando había crecido cerca del descubrimiento de las propiedades del hierro en el taller familiar, con su padre. Este material resultará, de ahora en adelante, básico dentro de la evolución de Pep Canyelles y es el elemento constitutivo de sus mejores obras.

Ya dentro de los años noventa, continúa trabajando el hierro, pero ahora prescindiendo del color, y entra dentro de un proceso de geometrismo que le acerca al minimalismo. Son obras de concepción predominantemente austera, de gran formato, que señalan una dirección más puramente escultórica. Posteriormente, otra etapa de producción le ha llevado a recuperar el color sobre el hierro, el acero corten o la chapa. Son obras en las cuales experimenta con la intervención de otros materiales. Regresa al constructivismo obviando el color para ir en busca de una sobriedad cromática. Formas dentadas en acero corten ensayan la confrontación de materiales en obras de disposición vertical, donde alterna diferentes tamaños. Es la consolidación de la escultura a partir del encuentro con el volumen y su conveniente relación con el espacio. Estableciendo, a veces, un diálogo con la propia obra anterior, con regresiones al espíritu lúdico inicial. Dentro de una última etapa, trabaja con enrejados que quieren aprisionar el aire o el vacío, estructuras que rayan el espacio modificándolo con su presencia.