La Dirección General de Igualdad de Oportunidades del Ayuntamiento de Madrid, dentro de su Plan municipal contra la explotación sexual, ha decidido promover esta exposición de la artista Isabel Muñoz consciente de la actitud y el valor con los que ha abordado la cara más amarga y oscura de la sociedad. Se trata de una selección de fotografías ulteriores: imágenes que, omitiendo la denuncia explícita, abogan por reflejar la inquietante calma que sucede a la tempestad.

En un primer acercamiento, de sesgo superficial, la aparente amabilidad de estos retratos puede llevarnos a engaño. Sin embargo, tras la pasividad de ese delicado enfoque, epidérmico y casi esteticista, emergen complejas realidades como la prostitución, la esclavitud, la privación de la libertad, la tortura o las secuelas de vidas "en guerra". Su observación constituye un llamamiento a la reflexión y permite comprender la cercanía de una serie de situaciones que, tantas ... veces, el espectador juzga lejanas. En este sentido, el paralelismo con la filosofía con que Sun Tzu entendía El arte de la guerra, equiparada con el arte de la vida, resulta sumamente elocuente ya que los retratos de Isabel se imponen con extraordinaria fuerza en virtud de lo que omiten para, de este modo, lograr Vencer sin combatir. El éxito de este trabajo radica en su capacidad para, soslayando el conflicto, profundizar en dolorosas heridas sociales. No en vano, en la obra de Isabel Muñoz, destacan el compromiso y la sutileza como constantes... una fotografía de cicatrices. Un compromiso con la poliédrica realidad del ser humano.

Las obras seleccionadas se definen por su clara vocación de denuncia de la situación de la mujer en el sudeste asiático, de esa abominable lacra que es la prostitución infantil y, por extensión, de la constante denigración a la que son sometidas diariamente millones de mujeres en todo el mundo. El objetivo de su cámara recoge no sólo el sufrimiento, sino también la belleza de unos rostros que, por un momento, dejan de ser anónimos para contar su historia. Y todo ello sin traspasar las frágiles barreras de la gratuita recreación en el dolor. Imágenes desgarradoras, más por su contenido implícito que por lo que explicitan, más por su facilidad para implicar al espectador que por enfatizar la latente violencia de su contenido. Imágenes abiertas donde prima la sugerencia ya que somos nosotros -los espectadores- quienes completamos cada una de las fotografías.