Los visitantes se hallarán ante unas pinturas de gran formato que no les dejarán indiferentes.

La galería se teñirá de ocres, grises y negros que llenan grandes cuadros transmitiendo cierta tristeza melancólica, una angustia tranquila que a veces es perturbada por manchas y salpicaduras que la hacen vibrante, desgarradora. A veces se combinan estos elementos con otros figurativos, como la escalera, motivo recurrente para el pintor, que la utiliza como expresión del anhelo de subir, numerando sus peldaños en orden ascendente. Su final queda fuera de nuestra visión, para que nos quedemos con la importancia del ascenso, más que la de llegar a la cima. En otra composición, los peldaños, negros trazos muy gruesos, han sido retirados de manera que el ascenso se hace más difícil, clara metáfora de lo que este artista quiere expresar.

Viroga incorpora también letras y números sin orden aparente, distribuidos con libertad por el plano, que plasma ... con vitales pinceladas. A veces, éstos provienen de un periódico y son ensamblados a modo de collage. También, las huellas de sus propias manos manchadas de pintura nos muestran una parte de él en esta serie tan personal, que inmiscuye al espectador en el mundo sobrecogido, a veces esperanzador, a veces oscuro, de este artista uruguayo.

Pablo Viroga se sirve de la técnica para mostrar su reflexión pictórica. Presenta unos cuadros de gran formato para los que utiliza como soporte el papel, algo inusual en obras de estas dimensiones (algunas sobrepasan el metro y medio de altura). Para plasmar su idea, se sirve de diferentes procedimientos pictóricos, que dan a la obra una gran variedad de calidades, y por tanto, un significado más amplio.

Su obra representa un claro ejemplo de la pintura reflexiva, del arte del pensamiento, en el que cada obra representa, usando motivos comunes, una pequeña parte de la psiquis del artista. Escaleras sin fin con peldaños numerados para intentar crear una solución finita a algo infinito. Escenarios de gran tamaño, en los que el espectador se involucra en un ascenso y descenso eterno. Motivos, en definitiva, puestos al servicio de la reflexión del que mira.