Pedro Calapez es sin duda uno de los artistas portugueses mejor valorados, poseedor de una trayectoria tan amplia como consecuente. La naturaleza constructiva que alienta en su producción convive con las manifestaciones ensoñadoras de una creación que se quiere fundamentalmente dirigir a los sentidos. Interesado siempre en la capacidad de la pintura “ para prolongarse más allá de si misma”.

Así, su pintura actúa como arquitectura, como instalación y en fin, como interferencia. El territorio pictórico de Calapez es un laberinto a cada paso más complejo y la disposición de sus pinturas está reglada de un modo que quizás obedezca con mayor propiedad no tanto a la categoría de instalación como a la de escenografía.

Una vez más, los conjuntos de piezas sobre aluminio son los protagonistas, utilizando en esta ocasión, la regla de oro ... como indicara Le Corbusier en su libro Modulor.El resultado refleja una gran exuberancia de pigmentos y formas siempre contenidos en equilibrantes estructuras de aluminio.