La palabra llama a la línea. La línea a la palabra. El escenario se puebla de quiebres y de ritmos que se asocian. El espacio ha desaparecido para convertirse en una metáfora que atrapa. El desarrollo de las grafías goza de los efectos del automatismo. Todo se presiente, bajo los pliegues del tiempo. Todo se trasluce más allá de la línea. Soberana.
Quizá los ojos de una mirada furtiva. O la celebración de unos brazos que contienen. Seguramente indescifrables espigas, altura de castillos. ¿Y ese fragor de cerezos encendidos por la mano de Dios? La línea ahonda y renueva. La línea penetra ese abismo en que ha caído el último pensamiento. La nada ha desaparecido: sólo el sortilegio.
En la palabra la línea. La línea es la palabra. Basho aparece con túnica de
... fuego.
Y Hokusai recupera los vínculos que estremecen sus cielos. ¿En qué medida caben los diálogos suspendidos, por uno y otro? ¿Cuándo retornar de huidizas eternidades?
Svanascini recurre a las tintas de su memoria. En ellas, a ellas, acudir para descifrar los vacíos de la vida, las voces de lo innombrable...
Entrada actualizada el el 26 may de 2016
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