Descripción de la Exposición
En esta segunda exposición en la Galería Zunino titulada Entretiempo en un retrato ecuestre, el pintor onubense Diego Cerero Molina propone una revisión de un género realizado durante milenios y que se encuentra prácticamente desaparecido en la actualidad: el arte equino. Desde su domesticación en la Prehistoria, el caballo ha sido el “animal para todo” en casi todas las civilizaciones en las que ha tenido presencia. Ha tenido usos de todo tipo: como animal de tiro, medio de transporte, parte del equipo de guerra o de caza. Siempre cerca de su amo, pero poco apreciado por él más allá de su valor como herramienta. Su importancia ha tenido su paralelo en la Historia del Arte, sobre todo como símbolo de poder.
¿Quién no recuerda al Conde-Duque de Olivares en su caballo? Probablemente recordemos al Duque, sus ropas, su rostro, incluso algún detalle del entorno, pero no tanto al magnífico caballo que Velázquez retrató aún más imponente que el todopoderoso valido de Felipe IV. Se recuerda al jinete, pero no a la montura. Si la llegada de las democracias y la desaparición de los regímenes absolutistas dejó obsoleto el retrato ecuestre y la fotografía sustituyó la pintura de éstos por imágenes reales, cabe preguntarse, ¿pervive actualmente algún resto de este género? La respuesta es sí, aunque relegado a ostentosos fotorreportajes de moda, celebrities o royals, o, por otro lado, a algún líder de corte totalitario que revive el simbolismo del pasado para tratar de anclar postulados tan antiguos como la propia iconografía. En definitiva, del arte equino solo queda la fachada.
Hoy día, no solo debido al avance de la tecnología, sino también a las leyes de bienestar animal, el caballo se destina principalmente al deporte o a la vida en el campo. Un mundo en el que la creciente presión social y laboral, y la normalización del estrés como estado permanente, son algunos los males de una sociedad actual centrada en lo urbano, el aparentar y vivir a través de las pantallas. Todo ello es en parte como consecuencia del creciente abandono de la conexión del ser humano con la naturaleza y el mundo rural, de las raíces, para centrarse únicamente en la habitación de las ciudades, cada vez más despersonalizadas.
Es en este paradójico contexto en el que Cerero, quien vive precisamente en un entorno rural, retoma el género equino. Así, como respuesta a una permanente sensación de “mundo al revés”, los roles caballo-humano se ven invertidos en esta serie. El humano, serio, a veces encorvado, en casi todos los cuadros aparece trajeado como reflejo de la vida urbana y con el maletín que bien puede representar sus cargas vitales, dialoga con caballos tranquilos, despreocupados, disfrutando de la vida en el campo. Es tal esa resignificación de roles que el humano llega a ser el guiado por el animal o este convertido en jinete. Sin embargo, a pesar de ello, se palpa una relación de igualdad y respeto entre ambos.
Para Entretiempo en un retrato ecuestre Cerero opta por piezas de medio y pequeño formato con alguna excepción. No se trata de pinturas imponentes, como era habitual antaño, sino que con este menor tamaño invita a asomarse a un momento íntimo, privado y sincero en los que se desvela la relación actual que tenemos con los animales en contraste con el pasado.
Texto: Míriam Callejo
Exposición. 17 dic de 2024 - 16 mar de 2025 / Museo Picasso Málaga / Málaga, España
Formación. 01 oct de 2024 - 04 abr de 2025 / PHotoEspaña / Madrid, España