El universo de Assumpció Oristrell parte de todo un conjunto de dualidades que, lejos de oponerse, se complementan: la pintura confrontada al texto, la fuerza de la pincelada informalista a la elegancia de la caligrafía arábiga reivindicada, más allá de significados concretos, por sus valores plásticos. Este gesto pictórico y caligráfico se hace acompañar de una cierta tendencia matérica y volumétrica, casi escultórica. A la vez, la pintora apuesta en esta obra por un diálogo de culturas, estableciendo un puente entre las raíces primitivas y la modernidad estricta, entre una orilla y la otra del Mediterráneo. La diversidad de caligrafías, volúmenes, texturas, culturas y épocas encuentra una síntesis integradora en una obra que acaba transmitiendo una acusada sensación de orden, paz y armonía.