Tras una continua evolución desde que empezara a pintar, por los años 50, en la que la abstracción, el surrealismo y la carga matérica se han alternado con periodos más figurativos y comedidos, Brinkmann ha encontrado en los últimos diez años un aliado en la malla metálica, con la que juega y experimenta a través de los espacios entre ésta y la pared, y las sombras que crean a través de la incidencia de la luz sobre el cuadro. Así, las manchas de pintura se reflejan en la pared, logrando un evocador efecto tridimensional, duplicando el espacio. La luz se convierte en un elemento más de su pintura, dotándola de una expresividad cambiante. A su vez, se ha ido desprendiendo de elementos innecesarios, configurando un estilo tremendamente expresivo y depurado, casi inmaterial, espiritual y poético.

De nuevo en Gijón, nos muestra ... sus más recientes obras, en las que se hace patente la expresividad del espacio vacío, organizado según un esquematismo austero pero rítmico, minucioso y personal, manteniendo su esencia a pesar de la renovación constante a la que somete su pintura, cada vez más luminosa y evocadora.