La pintura como lenguaje que es, posee la capacidad de comunicar, de transmitir emociones, y esa comunicación desde donde mejor se da es desde la propia pintura. Por ello, cuando para explicarla recurrimos a otro lenguaje, al de la palabra hablada o escrita, con mucha frecuencia solemos decir generalidades, damos rodeos, convertimos finalmente el objeto a explicar en otra cosa; transformamos la pintura en literatura y desde ahí nunca podremos adentrarnos en el corazón de la obra.

Los colores son fuerzas expresivas, pero para que nos digan algo, para que remuevan nuestro ánimo necesitamos verlos. Nombrados, pierden energía. La palabra azul, no posee la magia ni la profundidad del color azul.

Con mi pintura, no intento contar historias ni reflejar la realidad. Me limito a pintar despreocupándome del significado, sabiendo de antemano que todo significa, ... que todo significante esta condenado a significar.

Me gustan las obras que conservan un cierto grado de oscuridad, que no se dejan desentrañar fácilmente, de este modo se mantiene vivo el interés del observador y se amplia la posibilidad de interpretaciones.

El mundo del arte, al contrario que el de la ciencia, se nutre de espacios de misterio. No requiere certezas.

Creo que las grandes obras se dan cuando existe un equilibrio entre el abandono y la voluntad. Por otro lado, la dimensión poética se manifiesta cuando surge lo inexplicable, cuando a la razón se le escapa lo sucedido, cuando como ya dijimos lo creado no se deja apresar fácilmente.