Encuentro con el cuadrado presenta una parte significativa del proceso creativo de Ferran Gisbert. Desde la construcción del cuadrado como forma básica de la composición en 2006 con la obra Cinc Carrés, en su obra confluyen la búsqueda minuciosa de gamas y tonos de color en interacción, con la valoración del gesto como trazo, como huella de un movimiento. Es en esta confluencia, especialmente en la presencia insistente del trazo, del resto de ese movimiento en que fue ejecutada la obra, donde cada pintura remite a un punto ya indisponible. Cada cuadro es testimonio de la presencia de un gesto, de un movimiento ya no de una mano o de la muñeca sino de un cuerpo entero, de un pulso y de un aliento. Mientras a la vez -en una tensión irreductible- es testimonio de una falta constitutiva: el autor falta, ya no está, la obra está ... desligada de él. Como en un escrito, cada trazo es, de algún modo, testamentario: es prueba de la ausencia del autor, de su desaparición en ese momento justo en que la obra queda desligada de todo aquello que le resulta ya ajeno. Nada, ningún discurso la puede abordar. En la interacción misma del color, afirma que a la obra nada más allá de la obra le incumbe.