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Carlos Romero de Lecea (1910-1999) fue durante su vida un hombre de gran talento, comprometido con el mundo del libro en todas sus vertientes: investigador de la historia cultural del libro (sus trabajos se encaminaron, entre otros muchos temas, hacia la imprenta y el origen de la misma en España, los Beatos y las ... encuadernaciones), creador de libros (es bien conocida su faceta como editor de las emblemáticas “Joyas Bibliográficas”) y difusor de la llamada “Cultura del Libro” (miembro fundador de la Asociación Internacional de Bibliofilia en Munich, en 1959; promovió numerosas exposiciones sobre el libro en Bruselas, Madrid, Segovia, etc.; organizador del XVIII Congreso Internacional de Bibliofilia de 1993 en España, etc.), ámbito en el que, por lógica, ocupó un lugar muy especial el amor hacia el arte de la encuadernación.

El legado Romero de Lecea consta de veintisiete obras en treinta volúmenes, algunas firmadas por encuadernadores de reconocido prestigio, tanto nacionales como extranjeros. Cronológicamente, el comisario de la exposición –Juan Antonio Yeves- sitúa estas encuadernaciones entre 1948 y 1978 con la excepción de una obra de 1933 y otra que puede fecharse en los años ochenta del pasado siglo. Corresponde ese periodo a un momento de circunstancias especialmente halagüeñas para estos trabajos: hay en activo encuadernadores extraordinarios; se realizan ediciones de importantes libros, merecedores de cuidadas encuadernaciones y existe también un afán coleccionista que Romero de Lecea ejemplifica a la perfección. La mayor parte de sus más cuidadas cubiertas corresponden a obras propias o bien a los ejemplares que su propietario se reservó de publicaciones pertenecientes a la serie “Joyas Bibliográficas”.

De entre la nómina de artistas españoles, el nombre de Brugalla corresponde a la figura más notable de la encuadernación española del siglo XX y a su trabajo responden cinco obras del legado, entre ellas el titulado “Antecedentes de la imprenta y circunstancias que favorecieron su introducción en España”, uno de los libros más significativos de su propietario. Los volúmenes de esta colección son una buena prueba de la maestría de Brugalla, tanto en la construcción del libro como en el acabado, es decir, en la decoración y aplicación del dorado.

En la colección figuran cuatro obras que proceden del taller gaditano de Galván. Los hierros y lacerías propios de estilos anteriores, inspirados a veces en encuadernaciones de Maioli, cubren buena parte de la cubierta, pero respetan el equilibrio y la simetría de la composición.

Cinco encuadernaciones llevan la firma de Paumard, autor siempre original, pleno de soluciones técnicas, siendo este artista más ilustrador que intérprete del libro. Lo más notable de su trabajo son los diseños atrevidos, el dominio de las distintas técnicas y la decoración de los cortes dorados, pues los trabaja casi como un orfebre.

Josefina L. Díez Lassaletta es afín en sus trabajos al diseño historicista tal y como demuestran los “Pliegos Poéticos Góticos”, en uno de los cuales toma inspiración de un libro que perteneció al Marqués de Santillana. En la misma tónica están las encuadernaciones de Saturnino Martín.

Por último, Benito Vera es un encuadernador sencillo. En una de sus cubiertas aparece como motivo central una “S”, inicial de la reina Doña Sofía y la corona real.

Existe también una notable presencia de encuadernadores extranjeros, alguno de los cuales ejemplifica la llegada de las vanguardias y del moderno diseño al mundo del libro, aunque también hay algunas que siguen bebiendo de la tradición, caso de dos encuadernaciones italianas que llevan el nombre de Giulio Giannini, las cuales nos conducen hacia los estilos florentinos de los siglos XIV y XV.

Importante es la encuadernación que muestra la maestría de Cretté en su economía de medios y recursos, a pesar de lo cual logra en el marroquín combinaciones de gran efecto decorativo.

La obra que lleva la firma de Antoine-Legrain es un ejemplo paradigmático de su característico estilo geométrico y lineal, experimentando –como es usual en su obra- con texturas y materiales muy distintos.

Una de las encuadernaciones más sobresalientes de la colección es la de Robert Bonfils, fechada en 1960; con la concepción propia de un ilustrador, esta cubierta es prueba de su gusto ingenioso y colorista, de su investigación en las decoraciones y de la armonía en los materiales utilizados y en los colores.

Sin embargo, destaca por propios méritos la obra de la encuadernadora húngara Sün Evard, pues resulta elegante y modélica por la ejecución del trabajo, la armonía en la composición y la selección de los materiales.

Cierra esta colección una obra que probablemente adquirió Romero de Lecea con la cubierta que presenta en la actualidad, pues se trata de “La Celestina”, en edición francesa de bibliófilo, notable por el contenido y por la cubierta de Michel Kieffer.