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En recuerdo a Castro Cadenas

Exposición / Studio 52 Juan Bernier / Ronda de los Tejares, 15 - 1 / Córdoba, España
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Cuándo:
20 feb de 2009 - 04 mar de 2009

Organizada por:
Studio 52 Juan Bernier

Artistas participantes:
José Antonio Castro Cadenas
Etiquetas
Pintura  Pintura en Córdoba 

       


Descripción de la Exposición

He vuelto al estudio de José Antonio Castro Cadenas, en la cordobesa plaza de Jeró­nimo Páez, pero esta vez sin su amistosa presencia, aunque sí acompañado de los suyos, para visitar los cuadros que colgarán en esta exposición de 'Galería Studio', donde tantas veces nos mostró su pintura; y la impresión ha sido la misma que en otras ocasiones, aunque teñida de la dolorosa melancolía que nos produce su ausencia: la de una serena impresión de color y de sensibilidad, de bienestar estético y sosiego, la misma sensación que ya señalé una vez en otro artículo sobre nuestro artista: la de 'una luminosa y serena sensación de bienestar', que irradia desde sus cuadros y que hace que el estudio se nos ofrezca más amplio, más oxigenado y abierto, inmerso en una atmósfera suave y brillante, que emana desde la musical variación cromática de estas pinturas.

 

La primera impresión no puede ser más tonificante y armónica. Afuera queda el ruido agitado y convulso de la ciudad, de esta Córdoba que ya olvidó el silencio esencial que tan profundamente la constituía en otros tiempos; afuera queda también la penosa impresión del sepulcral granito gris que tan fríamente preside la ampliación del hermoso palacio re­nacentista que acoge a nuestro Museo Arqueológico, y cuya dorada piedra, gastada por el paso de los siglos Castro Cadenas llevó a un lienzo inolvidable que recogía todo el ma­ravilloso espíritu melancólico de esta plaza, hoy tan feamente actualizada en su nobilísima arquitectura, presidida por el joven busto del poeta Lucano, erigido junto a la impresionante fachada de la Casa del Judío.

 

Pero nos queda la gracia y el color de estas figuras, con sus suaves modulaciones ritmicas, recreando un ambiente más confortante y reparador, una realidad más sin mácula, esa otra realidad más armoniosa y translúcida del arte verdadero, del arte hecho con sen­sibilidad y buen gusto, con sentido cordial de la belleza y justa delectación ante las formas, de ese arte que nos hace la vida más acogedora, más habitable y menos agresiva.

 

El color, en esta pintura, que tampoco olvida aspectos más hirientes de la realidad, se hace fiesta callada, sin estridencias ni resaltes extremos; se vuelve lentitud y sosiego. Nos acoge una luz naciente y áurea, de finos toques rosa y camales materias que va impreg­nando el espacio de una claridad sostenida y fluente, pero lenta, mansa, acariciadora y ma­tizada de carmín y amarillo, insinuante. No es el zarpazo de la luz en los ojos de una tarde de junio; es la translúcida y cristalina claridad de un cielo de principios de otoño, purísimo y muy tierno, recién lavado por la lluvia, con promesas y claridades de sonrisas adolescentes.

 

Con vistas a la presente exposición de homenaje a su memoria, vamos recorriendo las diversas obras, de distintas épocas y técnicas, que el pintor nos ha ido dejando en su estudio, como testimonio de su inquebrantable vocación, que yo cuando casi aún era un niño descubría admirado en sus carteles de feria y en su prodigiosa capacidad descripti­va de su pintura ecuestre, de tan vívido y exacto dibujo y consistencia. Nos resulta difícil escoger entre tantos paisajes y figuras, entre estos paisajes independientes y exentos, y esos otros que no son meros fondos enmarcando la apostura graciosa y melancólica de sus inolvidables figuras femeninas, sino que son paisajes que parecen establecer un diálogo con estas muchachas frágiles, finas, sensitivas, sorprendidas en un momento de maravillada intimidad, de tristeza o de ensueño; finamente torneados sus brazos en una cierta actitud de abandono o descanso, y todo ello ambientado en un marco de intimidad, de recogimiento y silencio.

 

Aquí están sus óleos, sus dibujos a pluma y sus grabados, sus ceras y sus diversas combinaciones de técnicas mixtas, toda su continuada autenticidad estética que, como ya apunté, para mí, hace ya muchos años, se me mostró reveladora u inoMdable en aquellas tan bellas estampas de animales debila5; a su pluma, y que con tan parcos medios plásticos podían captar toda la noble apostura y dinamismo del animal, de estos nobles brutos 'anima­dos' por el trazo tan delicado y expresivo de su pluma magistral.

 

Recuerdo todavía con la indeleble huella de todo lo verdaderamente significante aquel alarde de composición dinámica, de ritmo y soltura de línea descriptiva con que Castro Cade­nas pusiera en aquella ocasión ante nuestros ojos una serie de oxigenantes y vívidas escenas venatorias o ecuestres en el marco de nuestra sierra o nuestros campos.

 

Descubrí entonces que quien con tan pasmosa facilidad -si es que llamamos facilidad a la maestría- podía captar la alertada mirada erguida de un ciervo joven husmeando el aire, el frenesí sangriento del jabalí cercado por los perros o la apostura clásica del caballo en sus más diversas actitudes, quien atrevíase con toda aquella diferente y dinámica perspectiva animal y con tanta plasticidad y verismo la presentaba a nuestros ojos, quien de tan sólo de unos simples trazos o dibujo sabía extraer tan cálidas y vivas posibilidades representativas, aún muchas más intensas facetas expresivas podría extraer con técnicas más completas y complejas como el óleo.

 

Y así fueron brotando estos paisajes y figuras, esta delicadeza elegante y esencialmente lírica de sus figuras femeninas, a las que me limito en estas líneas de recuerdo de su figura y de su obra. De esa obra hecha de color y sensibilidad, de sentimiento y belleza, y que cons­tituye la vasta galería de ese mundo interior, poblado por una varia y rica muchedumbre de personajes y figuras, de arquitecturas y paisajes. Sus obsesiones íntimas e inquietudes diarias embelleciendo y dando vida a pequeñas superficies de lienzo, configurando un universo per­sonal y complejo, un tanto patético y atormentado en sus últimas obras, llenas de intensidad y dramatismo. Un universo que nos habla de soledades expectantes, también de vacíos y de ensueños, de búsquedas metafísicas y existenciales a través de galenas, corredores y de espacios desiertos, todo ello recogido y plasmado con una contenida pulsación de ternura y un aletazo poético, como el revoloteo leve y sonoro de una paloma que alza el vuelo delante de nosotros.

 

Como artista y como hombre, José Antonio Castro Cadenas nos ha dejado, ya para siempre, como un hermoso legado permanente, su visión del mundo, su constante y definitivo concepto de la belleza. He aquí estas muchachas estilizadas de expresión recoleta sobre un fondo de invierno; oníricas adolescentes de mirada enigmática contra la profundidad de un mar verdeo un cielo anubarrado, o bien estas pobres criaturas poblando la abierta soledad de un horizonte con su íntima soledad menesterosa; la patética serenidad de estas viejas mujeres con todo un paisaje de arrugas en el alma, o quizá alguna que otra mujer de vida tristemente alegre, 'vividora del amor', como las llamara el joven Julio Romero en su lienzo de 1905.

 

Un hontanar límpido y transparente de sensibilidad y muy humano lirismo que se derrama sobre esos sugestivos paisajes solidarios -casi paisajes del alma- bajo los que Castro Cade­nas atempera un pudoroso latido emocionado. Son éstos personajes pintados con mucho amor, con muy honda ternura; ternura que se plasma eficazmente en arte, en una pintura insinuante, que aúna un innato y casi aristocrático sentido de la belleza junto a una grave y nada artificiosa palpitación humana.

 

He aquí, pues, el legado estético que nos ha dejado José Antonio Castro Cadenas, y que desde estas cálidas paredes de la Galería Studio-Juan Berníer, en la que tantas veces expusiera su obra, nos sigue dando razón, ahora que ya no está él entre nosotros, de su amor por la vida y de su permanente búsqueda de la belleza, que -estamos seguros- él ya ha en­contrado en algún otro horizonte más permanente y eterno.

 


Imágenes de la Exposición
Castro Cadenas

Entrada actualizada el el 26 may de 2016

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