Descripción de la Exposición Hay vacíos que hablan por sí solos. Y por lo general, las grandes emociones no se esconden tras las tremendas expresiones. Es una cuestión de mirada, sensibilidad, simple expresión. Hay artistas a los que se llega desde la mirada. A los que se descubre entre detalles. A partir de sus silencios. A través de una pintura que va más allá de la simple exposición de un concepto, un objeto, una realidad, una expresión inmediata. La sensibilidad es el verdadero camino de la percepción. Existen puertas entreabiertas que no conducen a ningún lado. Hay puertas abiertas que animan a entrar y rebuscar en rincones y objetos; a imaginar vidas paralelas, momentos amargos e incluso a recordar los más dulces. Simplemente, a imaginar como principio del arte moderno. Hay vacíos que hablan de vida. Hay miradas cinematográficas que buscan fuera y dentro de campo y exploran significantes. Ella sugiere que habla de "lo ausente como generador de sentidos". Ella es Elisa Valsangiacomo y acaba de apartar un pequeño cuadro hasta ahora oculto. Arroja desde el fondo del pasillo que describe una luz cegadora, brillante, intensa. Parece llamar a ir en su búsqueda. Es una luz que deslumbra; un detalle. No hay nadie en el plano. No hay nada. La secuencia está inmersa. La sugerencia es algo implícito. Pero en ese pequeño lienzo sí se descubren un par de puertas entreabiertas y un suelo en diagonal de azulejos blancos y negros a los que el tiempo ha dejado olvidados, aunque vivos. Contaba Marguerite Duras en "Escribir" que existen momentos en casa en los que se está tan solo que a veces se está perdido. Ella escribía. Un pintor crea desde la soledad. Es su destino. La soledad de la escritura es una soledad sin la que el hecho de la literatura no se produce, o se fragmenta exangüe de buscar un continuar escribiendo. Debe ser la misma sensación que produce el ejercicio de pintar. Aunque al artista le cuesta hablar de ello y se remonte a emociones y sensaciones de carácter tan íntimo que a veces son imposibles de interpretar. Hay que escuchar. La expresión no es una simple enumeración de palabras. Son también gestos y silencios. En este caso, pinceladas. Escribir, apuntaba Duras, es lo único que llena la vida de un escritor. Escribir y pintar llena vidas porque en el ejercicio de la creación existe una separación de todo lo demás; el reto de enfrentarse a la soledad del autor en su momento de mayor intimidad. Para Elisa la pintura es una forma de comunicar, soñar y manifestar a los demás una mirada inquieta; el instante que a los que miramos se nos escapa. Debe ser como querer meter a alguien en un interior y animarle a que observe de la forma más tranquila posible y sin que el tiempo presione. Hooper es un cómplice, aunque su mirada siempre fuera exterior. Distante. El "voyeur" de las soledades. Alez Katz invita a preguntar qué existe detrás de esa ventana iluminada o qué se descubre en lo alto de un rascacielos en una noche cerrada, en ese encuentro social. Más o menos como los silencios paisajísticos de Manet. Miradas. Elisa Valsangiacomo se ha colado en el interior, como un espía, para descubrir vidas paralelas o, simplemente, para desvelar sus emociones. Cada cuadro tiene su propia historia. Un lienzo es para algunos artistas su personal novela, un objetivo relato cinematográfico. Al mover los lienzos se descubre una sala que parece que acaba de ser abandonada. Todo está en orden. La luz, de nuevo, entra de golpe. Es la estancia de los sueños. El lugar soñado de la calma. Y luego está esa habitación de moqueta azul desde la que sus habitantes podrían estar riendo de lo que esconden conscientes de que no van a ser descubiertos, los largos pasillos, claustros, estancias, escaleras. Cada mirada puede escribir su propio relato. Pero seguro que cada espacio ha tenido y tiene sus habitantes anónimos. Están ahí. Hay en Elisa Valsangiacomo dos miradas de las que hay que obviar términos conceptuales porque no se encuentran en ellos todas las respuestas. Se es actual en el realismo como lo fue la "nouvelle vague" o el neorrealismo italiano, a su manera y en su tiempo. Ambas escondían un sentido de interpretación más allá de la expresión cinematográfica. Y no es una referencia gratuita, aunque la mirada de Elisa, ante todo, esconda toda la mirada fílmica que intenta aplicar a su obra: de Lubitsch a Ford. Su obra está impregnada del lenguaje cinematográfico que ha podido absorber. De hecho, hay una generación que ha crecido unida al cine, como hay otra que ha corrido paralela a la literatura, el cómic, la música, el graffiti.. Por ello, su observación -no nos quedemos en el realismo o la figuración básica de la mirada- es fría y penetrante. Directa. La paleta de Elisa está compuesta de los colores primarios. Es un reto y una técnica encontrar el resto. No está el negro. Sin embargo, gran parte de su obra es en el gris de celuloide y cintas de vídeo. Son miradas. Sus series son como una especie de fotogramas en los que se descubren espacios olvidados, detalles de vidas ajenas, simples observaciones de un entorno; un espacio, la escalera, la bañera, una piscina vacía, un rincón a media tarde, una nueva y misteriosa excusa capaz de remover la imaginación de Hitchcock. Emerson, es ese Renacimiento literario americano que suplió la propia Historia, afirmó que pensamiento es creer en tus propias ideas; en lo que es verdad para uno, en lo más profundo. Y es así como las ideas acaban conduciendo al genio individual. Por eso, la manera de hablar/pintar no pasará jamás de moda porque quien escribe/ pinta con sinceridad, aunque sea para sí mismo, convierte su obra en eterna y lo hace para un espectador al que convierte en eterno. Y siempre, desde el cúmulo de una experiencia. Puede que esa observación sea la respuesta a la mirada de Elisa Valsangiacomo sobre la arquitectura. La mirada exterior. No como espacio o presencia inmediata sino como homenaje al academicismo o al propio entorno que acompaña al paseante anónimo. Un ejercicio a partir de la técnica que le acompaña y de recuerdo a las imágenes más seductoras. La mirada del pintor. La otra mirada. Ella explica que un artista no sólo plasma lo que ve sino lo que cree ver. No hay que justificar la modernidad cuando se es actual. No hay explicación ante la ausencia de personajes porque se imaginan y están presentes en cada cuadro. Al fin y al cabo, todo está implícito. Ahora, simplemente, hay que mirar.
Exposición. 19 nov de 2024 - 02 mar de 2025 / Museo Nacional del Prado / Madrid, España
Formación. 23 nov de 2024 - 29 nov de 2024 / Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía (MNCARS) / Madrid, España