Descripción de la Exposición
A lo largo de más de medio siglo de pintura, la obra pictórica de Manuel Lucas ha dejado huella por diferentes ciudades del mundo: Nueva York, Nueva Orleans, San Francisco, París… Sevilla.
Siendo aún muy joven, Manolo Lucas con el arte de la calle descubre la vida, primero de mano del flamenco y después con la mano en los pinceles. Contados y celebrados fueron sus retratos callejeros en las paredes de su barrio de San Bartolomé y en el Barrio de Santa Cruz… de caras reales de personajes conocidos en Sevilla, que aunque sin importancia mediática y el transeúnte podía identificar como parte de su vida cotidiana: El Francés, La Vikinga, Juanito el soñador, La Lola, El Barbas o El Alemán, El ciego vendedor de cupones, El vendedor de gambas ambulante .... Todos ellos expresión viva de la historia de una ciudad conformadora de relaciones humanas que da su sitio y convierte a sus hijos en parámetros de la vida diaria.
Después de vivir en el París de 1968 y tras su paso por la Escuela de Oficios Artísticos (1968-1971) y por la Escuela Francesa, deja su ciudad natal en busca de nuevas experiencias. Soñaba con hacer fortuna y ganar fama en EE.UU y allí marchó… con su guitarra flamenca que le servirá de sustento por diferentes ciudades americanas.
En 1976 se instala en New York y entre clase y clase de bulerías y alegrías de Cádiz, escribe su libro “Tossabia” que transcurre en una ciudad quimérica y supermoderna que aboca al protagonista de su historia a buscar ayuda para integrarse en el mundo práctico de todos y a luchar contra la inhumana mecanización que le hace infeliz y le llevará a tomar una decisión. Vida neoyorkina que determinará con el tiempo su pintura.
Allí vive durante diez años, alimentándose de la bohemia americana y de los pocos dólares que le da el arte del Niño Ricardo. Participa en revistas, se enamora y desde la lejanía comienza a mezclar en su mente los colores de la luz que recuerda de su tierra andaluza que se implantaran para siempre en su pintura. Sin dejar el flamenco, poco a poco la pintura gana terreno a la guitarra y la música se convierte en color sonorizado.
Tras desarrollar sus conocimientos pictóricos con el famoso retratista irlandés Ken Kilpatric en Nueva York y nutrido de su autodidactica, su pincel se adentra por los vericuetos del ser y la sinrazón que le llevan a un singular expresionismo que marcará toda su pintura, caracterizada por sentimientos o estados de ánimo que la normal mirada soterra o desprecia. Expresionismo de Vida y Arte que en él se confunden.
La vida para Lucas es arte o el arte para Lucas es vida.
En EE.UU se acostumbra a ver “gente sin rostro”. Rostros y formas estandarizadas por el automatismo de la existencia americana que marcarán su futura pintura adobada por el color de su vida y de su tierra.
Su obra es una vuelta a la pintura rupestre. Lucas actúa como un pintor-arqueólogo extrayendo al antepasado primitivo que todos llevamos en el fondo de nuestro ser y nos muestra la naturaleza en forma de ídolos, utensilios, animales que salen de su escondite a través del pincel y del color más allá de toda lógica y explicación, .... conmoviéndonos.
Poco a poco fue capaz de crear su propio lenguaje pictórico, con obras libres de cualquier artificio donde la sencillez guía su mano y dispone cada línea colorista en el lugar exacto de la composición, logrando una sensación de ingenua frescura reservada sólo a los grandes maestros.
En esta etapa de su producción, Lucas recordando la experiencia del personaje de su libro y su vida en EE.UU, ve a todos las personas iguales y, por ello, sus protagonistas son gentes sin rostro. Su pintura refleja situaciones sin estridencias, tranquilas, sin violencia, sin gritos. En sus cuadros la pesadilla no tiene lugar, al contrario, están llenos de serenidad, serenidad reflejada en las figuras de los niños, de los perros, de los pájaros, del agua, de los abrazos maternos… y de los globos infantiles … llenos de ilusión, que es lo que reparte “El Vendedor de Globos” para que no perdamos el Paraíso.
Los globos nos transportan al Paraíso de nuestra niñez, nos llevan al asombro de nuestra infancia y conjuran los miedos de la vida. Las pinturas de Lucas que hoy se exponen son el hilo que nos une a nuestra infancia. Nos enseñan a no soltar el hilo de nuestra ilusión por la vida y el arte, porque nos hará perder nuestra felicidad.
La obra de Lucas, comunica de una manera sui generis una manera de ver el mundo en general, y en particular la esencia de Sevilla, sus gentes, su cielo, sus tierras, sus costumbres y sus estampas cotidianas y su colores. Pero por encima de todo predomina el sentimiento transmitido en sus colores. Lucas ama lo que pinta y porque ama lo que pinta lo da todo en cada cuadro, en cada trazo de su pintura y cada figura.
Estamos ante un pintor siempre expresionista que ha ido evolucionando a composiciones en las que el juego de planos es una parte fundamental de la estructura de sus cuadros y en las que el color se sobrepone sobre su gran dominio del dibujo. Con esta exposición Manuel Lucas ha dado un gran paso hacia delante, con una obra más rotunda, en la que abre nuevos caminos que sin duda nos sorprenderán a todos.
(Fuente: Manuel F. Alonso Nuñez, Madrid/ Sevilla)
Exposición. 19 nov de 2024 - 02 mar de 2025 / Museo Nacional del Prado / Madrid, España
Formación. 23 nov de 2024 - 29 nov de 2024 / Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía (MNCARS) / Madrid, España