Descripción de la Exposición José desea a la Pintura. Pintaba desde muy chaval y por añadidura se ganaba ya entonces la vida con ella; aunque también la admiración de colegas, críticos y adeptos. Y desde luego, se ganaba también a los amigos. Un día, como en una pelea de amantes la abandonó a su suerte durante un tiempo y decidió alejarse desde Salamanca hasta Barcelona donde el diseño, la caligrafía y algún proyecto de vida aplacaron por un tiempo su tristeza. Pronto, la irremisible melancolía volvió, y una vez más gracias a la pintura, conquistó el amor de Teresa, su esposa, quien le devolvió el ánimo y el coraje necesarios para volver a pintar y regresar a Salamanca. Sólo pintar, recobrar el color de Castilla y el tacto áspero de su tierra vieja. Sentir en el silencio de las dehesas cómo corta el viento al tiempo, en una intersección que se da justo donde está Portilla, de pié, quieto, con la mirada transitando el horizonte y el suelo, que no se acaban, eternos, como se mira al mar. No olvidará a Barcelona, ni a Cadaqués, que le dieron esa luz que se le metió en los ojos y ya no lo dejará en paz. José desea hacer Poesía con su pintura, porque la de las palabras ya le germina dentro y le brota después, llena de emociones, de esas que se ha guardado tantas veces a la espera de un poema que le aguante tanta belleza y tanto sentimiento. La poesía en su pintura es visual, y matérica, pues en cada cartucho -esas reservas geométricas a menudo cuadradas o rectangulares que vemos- atesora tierras, pigmentos, bordados, astillas, palitroques, hierbas, trozos de metal… que recupera con tino para ahorrarse las palabras y hablar con los elementos mismos del paisaje y de su entorno. Los compone de manera que al observar la obra nos transmite, como en un retablo, la vida misma, los tiempos que corren; elementos coetáneos que a fin de cuentas, son también compañeros de viaje. José aprecia la música… cuando cierra los ojos ante una fuga barroca, cuando se hace el silencio y emerge el profundo sonido del universo en marcha, cuando cantan los pájaros en las encinas, al escuchar la cadencia de un poema y a las palabras entonar una frase. Y después lo pinta, rayando la tabla, empotrando un relieve, marcando un ritmo y traspasando con color las aparentes fronteras inscritas en el cuadro como para recordar a las formas que han fluido libremente de la misma pintura, de la poesía y de la música y que nada las constriñe contra su voluntad en el espacio. Y es que José Portilla se desgrana en su obra y se funde él mismo en su retablo, como para perpetuarse así.
Formación. El 30 ene de 2025 / Fundación Juan March / Madrid, España