Uno sólo lo logró -escribe Novalis- Levantó el velo de la diosa Sais. Pero qué vio? Vio- milagro del milagro-a sí mismo.

Rafael Argullol

Alejados del entendimiento y absortos en la oscuridad, la ilusión nos envuelve incapaces de distinguir nuestra propia sombra. Prisioneros de la caverna, nos inducimos en el falso conocimiento circundante y sorteamos la trampa de la ilusión.

La luz encuentra una misión: sostener la lógica racional del conocimiento; del control de la representación. En la obra, se revierte para indagar en los más oscuros sentimientos del ser.

Opaca verosimilitud, entrañan los dispositivos de la razón.

Cuanto más se acentúa su carácter mimético, más misteriosos se tornan los artefactos de lo maravilloso. ... La mecanización de la visión, sortea el parecido para llevarnos a lo desconocido.

La imaginación es abandonada por la razón y produce el goce placentero de lo monstruoso.

Albores del tiempo, convocan cada escena. Donde la imagen espectral gana lugar ante el objeto, para replegarse en intersticios de la memoria y el sueño.

La obra de Soriano, se detiene en la prehistoria de la representación y recupera la escenificación de la imagen, para ahondar en la interiorización de la experiencia del yo.

Escenarios de mundos paralelos, paisajes nunca transitados, personajes fantasmales, habitan las tierras registradas por la linterna mágica.

La obra interioriza el acto de desentrañar la mirada y potencia el efecto ilusorio de lo sobrenatural.

Aquello que se ve, se convierte en una superficie traslúcida, hace aparecer y desaparecer el espectro de la transparencia.

La imagen proyectada constituye la percepción de la incertidumbre, la existencia de lo imposible, de una realidad, que duda acerca de nuestra propia existencia.