Descripción de la Exposición ------------------------------------------------------- ------------------------------------------------------- Pudimos encabezar estas líneas con algún otro sinónimo del título utilizado; pero con intención, elegimos la palabra proemio porque ella se ajusta con más precisión, etimológicamente hablando, a la verdadera semántica de cuanto pretendemos expresar. Sabido es que proemio procede o dimana de dos palabras griegas cuyos significados son, más o menos, los de ‘delante’ (o ‘entrada’) y ‘camino’; de tal forma que nos atrevemos a decir que equivalen a ‘ponerse ante el comienzo de una vereda’; y ésta, machadianamente, la hemos de hacer entre todos, pisando con nuestros comentarios u opiniones sobre cuanto nos sugiere el arte plástico de Severiano Grande. El amigo “Seve”, hace unos días, nos pidió unas breves palabras para abrir el catálogo de una exposición antológica de su obra como escultor… Complacidos, honrados y gustosos, aceptamos… Además no es la primera vez que ya nos hemos pronunciado sobre él; ora, respecto a su personalísimo arte escultórico, o bien, como espontáneo y libre poeta; porque nuestro hombre, no lo olvidemos, es polifacético. Virtualmente, imaginemos… Si Severiano Grande hubiese nacido en la época de Hesiodo, cuando éste escribió su ‘Teogonía’, sin duda, el poeta beocio habría inventado alguna leyenda para incluirla en su célebre mitología, narrando El nacimiento de un niño que vino al mundo, enviado por los dioses, con una maceta y un cincel, en vez de manos… Así lo vemos en nuestra mente, en nuestra fantasía; y así respira él. Severiano Grande, pequeño de cuerpo, es ciclópeo cuando vive y protagoniza un proceso creativo… Él busca, indaga en la materia, la forma escondida para sacarla a la luz… Pero no toda la materia es válida para motivarlo; necesita que la sustancia sea rebelde, cuanto más dura mejor; todo lo contrario de otros artistas que prefieren menos dureza, porque en la blandura hay sumisión, menos resistencia y, por ende, más facilidad para el parto creativo… Sí, Severiano Grande siempre busca la dificultad y así después, una vez vencida, sentirse más realizado y contento consigo mismo. Dicho lo manifestado en el párrafo anterior, es fácil explicarse el porqué, la causa, la razón que convierte al amigo escultor en amante buscador de gigantescos cantos rodados; de negruzcas y volcánicas rocas basálticas, venidas del magma incandescente, siempre retadoras con su fiera rudeza; de peñas profundas, endógenas, misteriosas; de exquisitos negro-azulados que, de vez en cuando, nos confunden, haciéndose pasar por blandujas pizarras, cuando su consistencia les confiere el privilegio de ocupar altos puestos en la escala de Mohs; de piedras cargadas de sílice, terminadas en cuarzo, escondiendo, quizá, bellas geodas; de calcopiritas tremendas por su consistencia y peso específico, dificilísimas de domeñar con cinceles y punteros; de esmeriles, finamente granulados, sólidos, que sólo ceden en dureza al corindón, al diamante y, ¡cómo no!, a las manos prodigiosas y sabias de nuestro artista; de compactos pórfidos, con su atractivo color púrpura (de ahí les viene el nombre); de dioritas y feldespatos de los que extrae sorprendentes piezas… Sí, Severiano es un eterno buscador de materia. Pero el escultor –nuestro escultor–, asimismo, gusta de otras piedras que él considera más fáciles, más dúctiles; y aunque le atraen menos, también las mima… En el ingente muestrario de su obra no faltan multitud de granitos y mármoles diversos; manidas areniscas, tan familiares en nuestra Salamanca, incluyendo las ferruginosas de Mozárbez (“caleña” la llaman allí), que se hallan en terrenos donde labora el artista, y que en siglos pasados sirvieron para cimentar muchos edificios salmantinos, entre los que sobresale (porque tiene un escaparate) el antiguo Colegio de Oviedo, hoy sede de la querida Facultad de Geografía e Historia; pizarras, libres de grandes presiones regladas por el paso de millones de años, alguna vez, carceleras de fósiles; calizas variopintas, dispares… Y así continuaríamos alargando las referencias hasta, casi, el infinito. Mas, nuestro escultor jamás compra una piedra para realizar sus obras de arte. Él busca, escudriña la naturaleza y piensa qué puede hacer (o no hacer) con un pedrusco… Sus ojos penetran en la materia y ésta se comunica con él, transmitiéndole sus secretos escondidos, recónditos… Puede que el “flechazo” no surja y, en este caso, él sigue indagando, con su particular radiestesia, otros escenarios… A veces la piedra le emite un críptico mensaje, indescifrable para otros mortales, diciéndole que “ella” le guarda algo oculto; algo sólo para “él”… Y “Seve” las traslada a su estudio para continuar el cortejo, con miradas más penetrantes y alargadas en el tiempo, hasta que –¡por fin!– el misterio se desvela rindiéndosele virginalmente, sin traumáticos forzamientos, con verdadero amor. Por eso, “Seve” conoce muchas geografías que ha pateado y patea sin cesar… Sierras, ríos y playas; altos picachos, campos, navas, valles y desiertos; recodos fluviales o amplios meandros… ¡Todo lo hurga!… Siempre buscando piedras donde hallar la forma; lo bello… Su natal Sierra de Francia la conoce en plenitud, con alma de geólogo… Pero lo mismo le ocurre con otras “anchuras”… Así, con los suyos más próximos (Maribel y Nieves) ha recorrido diversas latitudes: tierras cacereñas del Valle del Jerte y las pacenses de Alconera; andaluzas de Riotinto y Almadén de la Plata; manchegas de Santa María de los Llanos; aragonesas de Los Monegros y Calatorao; catalanas de Castellfullit o vascas de Marquina… Aunque también ha rebuscado en los montes grampianos, cerca del Lago Ness; y en los Alpes suizos; y en Portugal, Francia, Italia y Grecia; en Túnez y Egipto, adentrándose hasta la Nubia faraónica… Piedras, piedras y más piedras… Sin piedras, para él, la vida no tendría sentido… Y es que, lo inerte tiene su “kami”, su espíritu con el que contacta y dialoga. Severiano Grande podemos catalogarlo como escultor genuinamente autodidacta, sin que en la palabra haya la menor intencionalidad peyorativa; y también escultor sensorial… Él sabe ver en las piedras, las oye y huele, las acaricia y las besa… Lo decimos porque su arte es muy personal; y porque poco aprendió de otros escultores; si bien los estudió… Es cierto que sacó de punto, por encargo de los autores, obras de Josep Clará, Eduald Serra, Ernest Maragall, Marcel Martí, Joan Rebull, Monjo y otros; pero, ¡nada más!… De los únicos que aprendió (siempre lo dice), fue de Carlos Salazar y Josep Pujol; ellos le enseñaron a trabajar la piedra… No obstante, él declara que se formó en Cataluña, donde llegó a tener su propio taller durante muchos años… Una tierra que ama y en la que conserva buenos amigos. Quedó dicho: “Seve” interroga, habla con las piedras, las inquiere y descubre lo mejor de ellas… En su respeto hacia las piedras (casi veneración), previa reflexión, siempre estudia diversidad de enfoques visuales, la armonía natural de líneas, su equilibrio y –compensación; hasta que halla la verdad, la belleza… Y llegado ese momento es cuando sus expertas manos de artista proceden a practicar la cesárea de lo que estaba invisible, escondido, secreto; tanto como asistir a la revelación de “el poder de la material”, título con el que presenta su muestra, su exposición antológica. Sólo entonces es cuando la vehemencia del amigo, su sentimiento de artista, surge con ímpetu manifestándose de forma genial; porque es consciente de su participación en un proceso de conversión de algo, aparentemente inerte, en vida… Es el arte y la voluntad de “Seve” (más dura que sus piedras) la que triunfa, con el auxilio de la maza, con cinceles y punteros, la gradina, las bujardas y los escalpelos. Hace ocho años, con motivo de la inauguración de “Cronos 2000” (una de sus esculturas monumentales que ocupa un estudiado espacio en el Palacio de Garcigrande de Caja Duero), escribía yo sobre las sorpresas sugerentes de Severiano Grande, y de que toda su obra enriquece a los espíritus contemplativos… Pues bien, me ratifico en aquella cogitación formulada entonces. Severiano Grande, como todos los mortales dejará este mundo y será olvidado, pero la mayoría de sus esculturas serán inmortales, porque están hechas con piedras poderosas. A él –me consta– no le importa que, un día, no haya respuesta para alguien que pregunte sobre quién esculpió una de sus figuras… Ausente de vanidad, eso no le preocupa… Él sólo quiere que la humanidad del futuro sepa que, miles de años antes, otro humano la hizo, sin importar su nombre… Y que si perdura es porque el artista utilizó recias piedras, “materia con poder”.
La obra de Grande se expone simultáneamente en La Salina (Diputación de Salamanca) y en el Palacio Garcigrande (Caja Duero)