Descripción de la Exposición ------------------------------------------------------- ------------------------------------------------------- La obra de Felicidad Moreno llega al Museo de Bellas Artes de Santander, en un momento en que su trayectoria artística se encuentra plenamente consolidada, siendo el fiel reflejo de un trabajo constante y uniforme desarrollado a lo largo de los últimos veinte años. Recientemente ha sido galardonada con el Premio Nacional de Arte Gráfico 2006 por su trabajo HipnÓtico presentado en el MUSAC de León, en el que profundiza en su trayectoria pictórica introduciendo nuevos medios de expresión dentro del campo de las tecnologías digitales. Es importante en cualquier caso para entender su obra conocer el momento y el entorno social y artístico en e ésta se desarrolla en sus comienzos a mediados de los años ochenta. Se trató de un periodo especialmente efervescente, dinámico y fecundo en el que tuvieron cabida propuestas de muy diversa consideración en la búsqueda de nuevas formas de expresión. En medio de este convulso panorama artístico, donde tienen lugar grandes transformaciones, es en el que encontrándose totalmente inmersa e implicada inicia su trabajo. Con posterioridad su obra ha seguido una línea muy coherente, con independencia y al margen de lo que se estaba gestando a su alrededor, desarrollando y profundizando en su propia trayectoria personal. En efecto, una de las señas de identidad que ha definido la obra de esta artista es el hecho de haber trazado desde el inicio de su carrera un proceso creativo unitario, sin fisuras y muy compacto, fundamentado en un trabajo de búsqueda constante de su propia identidad. Este proceso se ha basado en la investigación y experimentación del uso de la pintura como medio para alcanzar sus objetivos y conseguir llegar a través de él a lo que es la esencia misma del acto artístico creativo, alejándose de las coordenadas espacio temporales. No deja de ser significativo el hecho de que en un momento en que las nuevas formas de expresión plástica como la fotografía, el vídeo…, han ido desplazando a las formas tradicionales, Felicidad Moreno continúe utilizando como soporte expresivo la pintura, si bien no desde una perspectiva clásica, al haber suprimido la narración y fijación de imágenes reales, sino para enfrentarse en un cuerpo a cuerpo con la propia pintura. El objetivo perseguido no es otro, en consecuencia, que la búsqueda del lenguaje pictórico más puro, alejándose de la realidad y dejando brotar sin freno toda la inspiración creativa. Es por este motivo por el que desde fecha temprana decide abandonar cualquier referencia, anteriormente adoptada o seguida, con la finalidad explícita de lograr una forma de expresión que le defina plenamente, lo que le ha llevado a crear su propio universo estético y personal cuyo objetivo final es alcanzar la creación absoluta, la propia entidad de la pintura. A la hora de acercarse a la obra de Felicidad Moreno y comprender su trabajo, es fundamental tener en cuenta el propio concepto pictórico que la artista tiene, que se traduce en una necesidad de búsqueda y profundización de sí misma. En este sentido, la pintora señala como para llegar a su pintura hay que mirar hacia dentro, desprenderse de todo lo superficial que nos rodea hasta alcanzar lo más profundo de nosotros mismos. Sólo a través de esta mirada interior consigue llegar a las imágenes más puras, más indefinidas desprendiéndose de lo superfluo, en un intento de ir más allá de nuestra realidad tangible. Su pintura por tanto va claramente encaminada a la consecución de una expresión plástica y visual por la que se desplaza su mundo interior e instintivo hacia el exterior, persiguiendo una subjetividad más libre e intuitiva, en un intento de plasmar la propia dinámica del movimiento incesante de la materia, de su propia energía, superando la visibilidad de la imagen real. Así, en ella se concitan el instinto en su estado más primigenio, en ocasiones determinado por lo casual, y la propia experiencia profesional, como pilares fundamentales desde los que construir su práctica pictórica, que podríamos definir como extremadamente epidérmica. A pesar de lo señalado, es importante destacar el hecho de que encontremos en su trabajo conceptos tan transversales como el de introversión, ya indicado, y el de extraversión, que expresa en todos sus cuadros y que es indicativo de su propia personalidad. El resultado de este proceso es la aparición de unos lienzos que reflejan mundos desconocidos en los que investiga una y otra vez sobre los mismos conceptos, iconografías, espacios… Un universo en el que las formas se mueven entre los elementos geométricos y orgánicos, que llegan a dominar cada vez más su obra y que se convierten en su propio código identitario, en una evolución constante y continuada de renovación e invención de si misma. Junto a ellas se entremezclan las espirales, las formas helicoidales, y sobre todo las elipses y esferas, presentes éstas últimas en toda su obra, que actúan en una especie de juego visual que transmite esa ilusión de movimiento. Es importante apuntar como en sus últimos lienzos, el protagonismo ha sido desplazado hacia unas grandes manchas que se derraman por el cuadro y actuando de elemento unificador y confluyente. Entre todo este contexto formal, existen dos parámetros igual de importantes en el trabajo de la artista, que son la luz y el color. El primero de ellos, la luz juega un papel fundamental como elemento aglutinador y a la vez como elemento expandido. Se convierte además en el eje central de las investigaciones del universo que pretende crear, tanto en el plano de la composición, como de la expresión. Por este motivo, en sus cuadros son continuos los contrastes de fuertes zonas de luz frente a zonas de la penumbra más absoluta, entre los que se mueven las formas y ayudan a configurar extraños espacios. Pero es quizás el color uno de los signos de identidad más claro y más característico en el trabajo de nuestra artista, de importancia tal, que podría sustentar como elemento único la obra de Felicidad Moreno, prescindiendo de formas y contextos, en ese ofrecimiento de observar el cuadro como pura cualidad visual, como acto contemplativo de disfrute personal, el placer de mirar. Su gama de colores brillantes de rosas, verdes amarillos... se extienden sobre la tela de manera inconfundible y de forma muy expansiva y fluida, por esa facilidad camaleónica que tiene esta pintora para adaptarse a cualquier formato o tamaño de lienzo, ya sean de grandes o pequeños dimensiones, formatos circulares, etc. Si en los años ochenta se inicia con el empleo fundamentalmente del acrílico sobre lienzo, y posteriormente en los noventa introduce el óleo y el esmalte, pero también el fotograma, en la última década vuelve a la utilización del acrílico y del esmalte recurriendo en múltiples ocasiones a los barnices como un elemento más. Sobre campos de color muy elaborados y estructurados que le sirven como base, dispone la visión principal del lienzo, pero sin mezclarse con los mismos, consiguiendo con ello una orientación perceptiva clara. Estas formas destacadas del fondo, se ven reforzadas en múltiples ocasiones por el uso de texturas sin trabajar y más agresivas, de pinturas arrojadas sobre el lienzo, goteadas o chorreadas de gran volumetría y densidad. Es en estos casos cuando se da juego a lo plenamente instintivo, pero dentro de un control espacial enorme por parte de la artista. La exposición que se presenta en el Museo de Bellas Artes de Santander -ocho lienzos de gran formato y 10 obras sobre papel- es el resultado del trabajo realizado en el transcurso de los tres últimos años, una expansión de la obra anterior de ese continuado y persistente intento de aproximación a lo que quiere expresar de su pintura. Cada lienzo es un diálogo mantenido con la propia obra, de forma que en muchas ocasiones, unas soluciones le conducen a otras, a nuevas búsquedas. Hay sin duda, en el fondo de todo ello, un gusto por dejarse llevar, de trabajar con el mismo repertorio iconográfico que repite y multiplica hasta convertirlo, en un nuevo espacio inventado. Son trabajos de una gran complejidad estructural, al disponer varios planos en los que círculos, óvalos, cuerdas, drippings, manchas de color fluido..., se entremezclan y superponen, creando un espacio de profundidad y movimiento. Imágenes ambiguas, con unas posibilidades de transmutación continua de gran impacto visual. En otras obras la pintora ha depurado los fondos pictóricos, estructurados en franjas paralelas de color, o largas cuerdas de trazados sinuosos sobre los que dispone formas verticales informes, que surgen desde la base y que ascienden de forma vertiginosa hacia la parte superior del lienzo pero sin llegar a romperle, a rebasar sus límites. Actualmente, tras un largo recorrido, percibimos que la pintura de Felicidad Moreno se encuentra inmersa en un proceso unificador que continua, y en el que se desvelan tendencias hacia unas mayores variaciones pictoralistas. Su trabajo se vuelve "más pintura", de contenido más denso y contundente, primando por encima de todo el acercamiento al espectador a través del goce visual y en el que se incorpora un contenido latente de especial vida interior, expresamente manifiesto.
Comisariada por Salvador Carretero Rebés
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