Descripción de la Exposición
Dentro de la vorágine de deseos que produce la imaginación, se puede hacer una división analítica entre los que son posibles de realizar y los que, por razones físicas o morales, se convierten en meras ilusiones. La exposición El panorama, sobre todo si uno lo ve desde un puente, es prometedor forma parte del primer grupo. La artista Chantal Peñalosa (Tecate, 1987) desdobla en la sala de exhibición un deseo común: La idea de un millón de pesos es la pieza que habita la instalación.
En una acción repetitiva que encuentra en el frottage su medio de expresión, el sujeto deseante se da a la tarea de acumular monedas en hojas tamaño carta. Cada planilla contiene catorce pesos, en la sala hay aproximadamente tres mil hojas. Lo que vemos es apenas un pequeño porcentaje en proceso de llegar a la meta.
A primera vista, estamos frente a un escenario absurdo. El espectador se encuentra rodeado por paredes saturadas de hojas que recuerdan a los afiches que tapizan habitaciones adolescentes. Aquí también estamos frente a una imagen: el dinero es un dibujo, la representación de un satisfactorio futuro que algún día sucederá. Sin embargo, ¿qué tan lejos están los deseos de la adultez de aquellos de la primera juventud? Quizá la clave esté en el título de la pieza, que indica no la acumulación de un millón de pesos, sino su idea. Bajo este panorama el absurdo comienza a disolverse.
La tradición filosófica occidental ha tenido grandes debates sobre la distancia que hay entre lo verdadero y la forma en que la llevamos a la acción. Generalmente no hay un cuestionamiento sobre los estatutos de verdad del deseo, pues carecen de materialidad. Peñalosa apunta al delicado borde de esa verdad aparentemente inmaterial. No importa que sea verificable o universal, el nacimiento del deseo hace brotar una fuerza que nos lleva a construir una realidad específica en la cual pueda acontecer. De esta manera el dinero funciona como metáfora del deseo mismo, de la repetición y sacrificio constante que ponemos en escena. En el límite de la figura retórica encontramos la vida cotidiana, el deseo conlleva trabajo, una de las inquietantes en la obra de la artista.
El deseo es una fuerza que lleva a una acción, que se convierte en trabajo. ¿Cuántas horas le tomará dibujar la cantidad de monedas suficientes para llegar al millón? ¿El esfuerzo es proporcional a su consecuencia? ¿Para qué trabajamos? Lo que parecería una formulación poética que cuestiona los medios para llegar a los fines, se interrumpe ante un gesto materialista. El visitante curioso recorrería el espacio mirando los detalles y las diferencias entre cada moneda (el momento singular de la ejecución de cada copia) hasta llegar a una mesa. Sobre el mueble hay un par de hojas: 28 pesos. Cada día se modificará la pieza sobre la mesa dependiendo de cómo amanezca la paridad del peso frente al dólar. La idea de un millón de pesos se modifica dependiendo de la inflación y los cambios en la economía global. Incluso si la artista llega al millón, ¿qué determina el valor de ese dinero?
Entonces, el deseo parece no sólo depender de la subjetividad, sino de un entramado económico que no sólo moldea su aparición, sino las posibilidades de su concreción. Es así como la exposición tensa dos polos, por un lado tenemos el sujeto con su libertad, con su facultad de pensamiento, de representación y de acción; por el otro, se hace evidente que la imaginación se desarrolla en estructuras específicas donde la historia y la economía aparecen como fuerzas que modifican constantemente esa libertad.
La pregunta detrás de la pregunta, es decir, la determinación de la historia frente a la libertad del sujeto, nos hace regresar al título. El panorama, sobre todo si uno lo ve desde un puente, es prometedor es una frase neutra, cada visitante tiene su panorama, su idea de promesa; la muestra no intenta resolver si estamos condenados a la economía o si podemos llevar a cabo lo que deseamos. Las monedas son dibujos, son espejos formales que enmarcan en su representación una situación particular que sirve para apuntar hacia una pregunta general: ¿por qué y desde dónde deseamos lo que deseamos?
Sandra Sánchez
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Chantal Peñalosa (*1987) vive y trabaja en Tecate, México.
Entre sus exhibiciones recientes se incluyen Mañana, mañana, Casa Maauad, Ciudad de México, México y Subir la montaña y darse cuenta que la cima es plana, Piata Presei Libere, Bucarest, Rumania. También ha participado en numerosas exposiciones colectivas, como De la formación a lo público, Programa BBVA Bancomer, Museo de Arte Carrillo Gil, Ciudad de México, México; Global Control and Cersorship, ZKM Center for Art and Media, Karlsruhe, Alemania; OBJECTSFOODROOMS, Proyecto Paralelo, Ciudad de México, México; The Lulennial: A Slight Gestuary, Lulu, Ciudad de México, México; Yo se que tu padre no entiende mi lenguaje modelno, Museo Universitario de Arte Contemporáneo (MUAC), Ciudad de México, México y Suprema felicidad, Casa del Lago, Ciudad de México, México, por nombrar algunas.
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