Descripción de la Exposición
En paralelo a la exposición que el Museu Nacional dedica a William Turner, El latido de la naturaleza presenta una selección de obras de su propia colección que muestran la fascinación que los artistas del siglo XIX sintieron por la naturaleza.
El Gabinete de Dibujos y Grabados del Museu Nacional conserva un conjunto muy importante de obras que son el reflejo de esta sensibilidad. La muestra reúne una selección de unas 80 obras, fundamentalmente dibujos, que se complementan con un grupo de pinturas y material de álbumes de artistas. Se trata de un conjunto muy representativo, y en algunos casos inédito, de la actividad desplegada por artistas como Baldomer Galofre, Marià Fortuny, Ramon Martí i Alsina, Lluís Rigalt, Antoni Fabrés o Jaume Morera, entre otros.
La muestra permitirá también aproximarnos a la importancia que tuvo la naturaleza en el arte catalán, fundamentalmente a lo largo del siglo XIX, momento en el que se produjo una eclosión del interés por este motivo artístico, como una prueba de la irradiación de una sensibilidad coetánea que se extendió por Europa y que cristalizó en la aparición del movimiento romántico.
Texto de presentación
En un contexto de preocupación social por el problema del cambio climático, el relato de esta exposición, formada por una selección de obras, mayoritariamente dibujos bastante desconocidos y pertenecientes a la colección del Museu Nacional, incide en la necesidad de reflexionar sobre cuál ha sido la relación de los artistas con la naturaleza. A partir del siglo XIX, asistimos a la eclosión de una sensibilidad por la que el entorno natural se transforma en el centro de interés de las pulsiones creativas, y toma forma la necesidad de transformar en imágenes lo que el filósofo Rousseau llamaba el barómetro del alma.
Sin embargo, la muestra quiere invitar a superar la percepción nostálgica de la persona de ciudad, que contempla la naturaleza como un bálsamo reparador o como el escenario de una proyección sentimental de una realidad que es observada como una estampa pintoresca y convertida en un género pictórico. El recorrido que proponemos se plantea como un paseo inmersivo que quiere hacer oír la voz de unas protagonistas, las formas naturales, que se manifiestan de una manera plena, autónoma y autosuficiente, fruto de un instinto reproductor que las hace vivir en una metamorfosis permanente en la que naturaleza y arte alcanzan una simbiosis perfecta.
El flâneur de la naturaleza
La actividad de andar al aire libre se transforma en una práctica gratificante porque el caminante disfruta del ejercicio lúdico de contemplar, curiosear y detenerse allá donde le plazca.
De la misma manera que lo hace el flâneur de la ciudad, mantiene una actitud atenta para descubrir, en cada rincón del camino, el hallazgo inesperado, la epifanía del azar que le asalta y le sirve para nutrir la sensibilidad artística. Asimismo, se aleja del ruido de la gran ciudad para sumergirse en la inmensidad de un entorno natural que le ayuda a la formulación de ideas estéticas y la correspondiente cristalización en composiciones destinadas a captar el latido de la naturaleza.
El misterio y la fantasía
La irradiación de las ideas de la Ilustración contribuyó a percibir la naturaleza como una concatenación de fenómenos naturales insertados en una relación de causalidad universal que les otorgaba una explicación racional. Junto a esa visión positivista, fundamentada en leyes naturales, muchos artistas exploraron las posibilidades artísticas, de tipo misterioso, que les ofrecía un entorno natural que se resistía a renunciar a su condición evolutiva. En las obras de muchos de ellos, la naturaleza fue interpretada no en clave fenoménica, sino como el detonante de experiencias más vivenciales, dominadas por la imaginación y la fantasía, a fin de recuperar la unidad entre el ser humano y la naturaleza que la Razón había escindido.
Fenómenos atmosféricos y naturales
El enfrentamiento directo con la naturaleza a través del plein air situaba al artista frente a un infinito número de variables que se generaban a partir de los diversos fenómenos atmosféricos y naturales. La fenomenología de los distintos horizontes incide directamente en los árboles, las rocas, los animales... y a través de la luz surge la perfecta simbiosis entre cielo y tierra, si bien estos fenómenos son capaces de empequeñecernos cuando se muestran en toda su rotundidad. Así pues, la fuerza de las tormentas impresiona al más valiente, la inacabable niebla sugiere un camino incierto, y este último es tan difuso y misterioso como el que se abre detrás de la implacable y cegadora luz meridional.
Formas orgánicas
El proceso de creación artística requiere la escrupulosa observación de cada uno de los elementos que forman parte de lo que se representa. Este análisis aproximativo mantiene estrechos lazos con el estudio científico, plasmando con el arte las imperfectas e impredecibles curvas de las formas orgánicas. Más allá de la singularidad de estas irregularidades, el artista es capaz de identificar los patrones comunes que definen a una especie. La representación de estos arquetipos aparece a menudo ligada a un determinado recurso artístico, ya sea en forma de punto, mancha o línea. El uso de estos recursos determina la forma final de las creaciones, desde las más convencionales hasta aquellas más personales y sugerentes.
La poética de la ruina
Con su poder evocador, la imagen de la ruina arquitectónica se convirtió en uno de los motivos más visitados por el imaginario artístico del siglo XIX y se transformó en un icono alusivo al sentimiento de la fragilidad de la condición humana. La visión de este elemento también contribuyó a la aparición de una corriente estética en la que la contemplación de un pasado arquitectónico esplendoroso, que había sido vencido por el poder destructivo de la naturaleza, abría sus puertas a un sentimiento de nostalgia, de una melancolía que pasó a constituir uno de los rasgos distintivos del artista romántico. La transformación artística de la ruina facilitó la posibilidad de conciliar el arte y la naturaleza, congelando la acción del paso del tiempo.
El álbum de artista
El dibujo al aire libre siempre ha formado parte de la práctica artística y ha sido una de las herramientas más usadas en el proceso de formación y en el de creación. En este contexto de actuación, el recurso de los álbumes ha sido uno de los instrumentos más icónicos y que más se ha asociado a la imagen del artista itinerante, aquél que pone de manifiesto su curiosidad y su capacidad de observación ante la contemplación del espectáculo de la naturaleza. La exposición incluye una selección de una tipología de cuadernos representativos de este tipo de ejercicios y forman parte de la colección del Gabinete de Dibujos y Grabados del Museu Nacional. Por sus páginas desfilan los motivos que desvelaron el interés de sus autores.
Tierra última
Para el artista, el mar se convierte en un espacio tanto indefinido como infinito. La ambigua lejanía del horizonte y la impenitente fuerza de sus aguas pueden atemorizar al más experto de los navegantes. Contradictoriamente, el mar presenta una variabilidad constante, imposible de captar por medio del lápiz y el pincel, con los que sólo se puede plasmar una aproximación atemporal. El entorno marino es definido normalmente partiendo de su vertiente más feroz. Sin embargo, también es habitual la representación del intento humano por dominarlo, una victoria cotidiana sólo entendida desde la larga tregua que nos ofrecen las aguas.
Exposición. 13 dic de 2024 - 04 may de 2025 / CAAC - Centro Andaluz de Arte Contemporáneo / Sevilla, España
Formación. 01 oct de 2024 - 04 abr de 2025 / PHotoEspaña / Madrid, España