Descripción de la Exposición
¿Existe una inteligencia del corazón? En El Juicio de Ma’at, Ahmed Keshta (Egipto, 1978) especula acerca de esta cuestión desde un punto de vista místico-científico, mediante la disección, en el laboratorio de la más avanzada neurobiología, de uno de los mitos más relevantes del Antiguo Egipto, el Mito del Peso del Corazón o Juicio de Ma’at.
Para los antiguos egipcios el corazón, como órgano físico, era el centro del ser, donde se encontraban la mente, las emociones y el carácter. Pensaban que tras la muerte física el difunto había de ser sometido a un duro juicio en el que se trataba de constatar que su corazón había actuado con justicia. Según el capítulo 125 del Libro de los Muertos, se pesaba el corazón del individuo ante Ma’at, Diosa de la Verdad y la Justicia. En uno de los platillos de la balanza se colocaba el corazón y en el otro una pluma de avestruz, símbolo de Ma’at. El corazón, si era justo, debía pesar menos que la pluma. En caso contrario, caería de la balanza por su propio peso y un ser monstruoso estaría esperando para devorarlo.
La ciencia, por su parte, considera el corazón como una bomba que posibilita la circulación de la sangre y su distribución por todo el cuerpo. Sin embargo, las últimas investigaciones sobre la comunicación cerebro-corazón lideradas por el Profesor David Paterson, de la Universidad de Oxford, estudian la posibilidad de que dicho órgano sea algo más que una bomba.
En este contexto, Ahmed Keshta, en El Juicio de Ma’at, emplea el espacio de la galería a modo de laboratorio para hacer ensayos científicos sobre el Mito del Peso del Corazón y ver si éste pasaría el test de la neurocardiología contemporánea. La muestra de dicho ensayo consta de múltiples corazones distintos unidos a sus respectivos cerebros. Éstos están representados aquí por una combinación de nubes ligeras como la pluma de Ma’at o pesadas por la carga de la culpa, aprisionadas por un remordimiento hiriente como el alambre de espinos que las rodea. Así, si la prueba de la balanza egipcia determinaba el porvenir en el más allá, en la obra de Ahmed Keshta encontramos una balanza vertical que representa el necesario equilibrio vital entre mente y corazón.
A nivel formal, la estética de los corazones de Ahmed Keshta presenta una rica simbología. De hecho, están realizados a partir de botellas en un guiño a la representación de los corazones en el Antiguo Egipto como vasijas. Son de cristal en homenaje a Leonardo Da Vinci, quien, obsesionado con la anatomía del corazón al final de su vida, realizó un modelo de cristal de la válvula aórtica para estudiar su funcionamiento. Y son transparentes como los tubos de ensayo de los laboratorios. Por último, cabe destacar que despiertan en el espectador dos sensaciones que no son ajenas al ámbito de la experimentación científica: el peligro, encarnado en las aristas cortantes de los corazones de Ahmed Keshta, y la fragilidad, ésta última derivada del cristal.
La exposición culmina con una premonición del artista encarnada en un corazón de gran tamaño que reposa sobre un pedestal. Dicho pedestal es el altar de la ciencia, tradicionalmente reservado al cerebro, pero cuyo protagonismo puede que comparta pronto con el corazón. Así lo avanzó ya hace cien años el filósofo austriaco Rudolf Steiner, quien predijo que el mayor descubrimiento de la ciencia de este siglo sería que el corazón no es una bomba, sino mucho más, y que el gran desafío de los siglos venideros de la humanidad sería permitir al corazón enseñarnos a pensar de una manera nueva.
Actualidad, 28 mar de 2017
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