Exposición en Córdoba, España

El juego de la vida

Dónde:
Carmen del Campo [ESPACIO CERRADO] / Conde de Robledo, 5 (Pasaje José Aumente Baena) / Córdoba, España
Cuándo:
05 may de 2010 - 05 jun de 2010
Inauguración:
05 may de 2010
Organizada por:
Artistas participantes:
Descripción de la Exposición

Vi un toro pintado y anduve buscando al autor varios meses hasta dar con él. Finalmente aquel toro pintado se convirtió en portada de la revista que junto a otros locos había yo creado, supongo que para pasar el rato entretenidos y no aguantar algunas clases de dudoso valor académico y educativo en la facultad. Aquello ocurrió a principios de la década de los 90, cuando el anís era asignatura troncal y la cartelería taurina escribía las páginas más triste de su historia. Los locos de aquella revista, que aún sigue viva, nos preguntábamos cómo era posible que el pintor de aquel toro no inundase las ciudades con sus toros musculados pisando la frase si el tiempo no lo impide. En lugar de sus toros aparecían en los carteles unos adefesios supuestamente tradicionales que parecían ?y en ocasiones siguen pareciendo- pintados por abuelas bingueras en ... talleres de rehabilitación.

 

Han pasado tres lustros y sigo pensando lo mismo. Por eso me complace que de vez en cuando los toros de Rafael Lucena permanezcan encerrados en los toriles de las galerías de arte, donde los aficionados a la buena pintura pueden recrearse con la anatomía de los dioses. No les voy yo a contar lo que cada uno de ustedes va a sentir al ver estos dioses. Sólo puedo contarles lo que yo veo, que no es otra cosa que el bisturí taurida de un Da Vinci disfrazado de cartelista taurino. Y ahí está la razón por la que estos toros nunca han estado ni estarán en un cartel taurino: pesan demasiado. Sí, pesa demasiado su fibra muscular, pesa demasiado su pintura, pesa demasiado esa imagen de cuerpos poderosos, su energía en tensión y su capacidad para evocar lo que ha de ocurrir. Pesa demasiado el trazo seguro del pintor como para malgastarlo en un papel que anunciase debajo que torean unos hermanos guapos y riverizos o un padres de hijas con madres rubias de bote escapadas de un cuento de cenicienta zombi comiéndose las doce uvas. Sería manchar el honor del artista.

 

Los toros que vemos en esta exposición no están vivos ni están muertos, o quizá sería mejor decir que están vivos y están muertos. De una u otra forma están majestuosamente alejados del tiempo. Son como esos 300 espartanos que valían tanto, vivos, como muertos; vivos esperando entrar en la Historia; muertos, con sus carnes extrañamente palpitantes, proclamando su inmortalidad. Algún capote, alguna muleta, alguna banderilla que aparecen en la obra del artista no son sino manchas de color que sus toros quieren devorar con su musculatura, revolviéndose, embistiendo, saliéndose del cuadro si fuese necesario. Como si los espartanos luchasen con sus manos vacías frente al poderoso y bien acorazado ejército persa.

 

Ante los toros de Rafael Lucena me asalta una duda y me pregunto si los toros que vemos en las plazas no van vestidos. No digo con traje y corbata, pero sí quizá con un pantaloncito y una camiseta que cubra sus partes más pudorosas. ¿Es que acaso los toros no llevan calzoncillos cuando salen al ruedo? Si no es así, mucho me temo que estos toros que tenemos delante son otros toros, más reales, más plenos, más vivos, pues no me quito de la cabeza que los otros están vestidos por la señorita Peppis. Estos toros que tenemos delante son, no cabe duda, dioses más reales que cualquiera de los toros que en los últimos años han salido por la mayoría de nuestras plazas de toros. Estos toros sí son inimaginables en calzoncillos. Estos toros deberían de enviarse como regalo a los ganaderos españoles para que dejasen su errónea selección genética y comprobasen de primera mano en qué consiste la anatomía de los dioses. Se acabó la tienta de vaquillas, la de machos, la nota en la libretilla secreta del ganadero, los sementales comprados a otras ganaderías. Se acabó la intuición del ganadero. Desde este mismo momento, quien quiera saber lo que es un toro en la plenitud de sus posibilidades, que copie en carne lo que Rafael Lucena nos ofrece en plástica.

 

Y para los quisquillosos que echen de menos las referencias artísticas, en vez de centrarse en contemplar aislados y engullidos los toros de este autor, que acudan al Minotauro pintado en 1886 por el simbolista inglés George Frederick Watts. Allí encontrarán a un mito. Aquí lo que hay es una realidad, la de la anatomía de los dioses.

 

 

 
Imágenes de la Exposición
Rafael Lucena, Airoso

Entrada actualizada el el 26 may de 2016

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