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El juego de la...

Exposición / Sala Cultural Cajastur Teatro Campoamor / Alonso Quintanilla (bajos del Teatro Campoamor) / Oviedo, Asturias, España
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Cuándo:
06 feb de 2009 - 29 mar de 2009

Organizada por:
Sala Cultural Cajastur Teatro Campoamor

Artistas participantes:
Rodolfo Pico

ENLACES OFICIALES
Web 

       


Descripción de la Exposición

El artista Rodolfo Pico nos muestra una interesante exposición basada en el juego de la oca, donde este animal se transforma en una pajarita de papel. Las obras responden al particular estilo del autor, donde la figuración y su particular uso del color imprimen el sello de su lenguaje.

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¿Quién no ha jugado alguna vez al Juego de la Oca? A las personas de cierta edad me refiero, a las que jugaron antes, incluso mucho antes, de que el juego fuera cosa de las nuevas tecnologías. Es difícil imaginarse a un niño de hoy gritando con entusiasmo aquello de 'de Oca en Oca y tiro porque me toca', para volver luego a agitar nerviosamente el cubilete de los dados. Era un juego para jugar en familia, sin más rival por entonces que el parchís, no en vano solían venderse juntos, incluso en la misma pieza, ocupando las dos caras de un mismo tablero. Claro que el parchís es otra cosa, menos narrativa, entrañable y mágica, empezando por su propio diseño, de fría e impecable geometría, que hasta parece constructivista o mejor suprematista, un dibujo del mismísimo Mondrian, y siguiendo por sus reglas, que aunque también den protagonismo a la suerte de los números exigen cálculo y astucia, para comer o no ser comido, y por eso ha gozado de cierta fama de intelectual y ha permanecido como motivo de campeonatos, sobre todo para señoras en clubs y centros recreativos.

 

El Juego de la Oca es sin embargo puro azar. Todo queda en manos de la suerte cuando uno inicia ese viaje fantástico que parece inspirado en un cuento infantil, como el de Alicia o el de Harry Potter si se quiere, y que está lleno de peligros y acechanzas.

 

Los niños estábamos lejos de saber cuando jugábamos a La Oca que se trataba de un juego antiquísimo, cuyo origen se remonta para algunos a dos mil años antes de Cristo, que en sus casillas estaban las claves de misteriosos mensajes ocultos y que la oca era un animal sagrado y benéfico, aunque también cabalgadura de brujas camino del aquelarre, y su pata se utilizaba como signo de reconocimiento por los ocultistas. Ni sabíamos que es con la Orden de los Templarios tan de moda en la literatura actual con la que más frecuentemente se le relaciona, en su metáfora de peregrinación en busca de lo religioso o lo mágico, la perfección y la superación personal.

 

Y menos aún sospechábamos el significado siniestro de números y dibujos en casillas concretas: el 6 como número de la bestia, maléfico como todos los que lo suman, el 15 la oscuridad, el 24 la prueba del fuego, el 33 la bebida, el 42 el laberinto y el 58, sumando trece, la muerte, entre otros episodios. Aún sin saberlo, nos excitaba el juego, como siempre excitan los cuentos de miedo a los niños, mientras dados en mano nos afamábamos en superar dificultades hasta llegar al Jardín de la Oca o el Paraíso.

 

Rodolfo Pico, que es artista de conceptos imaginativos y soluciones formales originales y desenfadadas en su obra, se dejó seducir por las muchas sugerencias que este juego entraña y se planteó hace algún tiempo el reto de realizar sesenta y tres pinturas que fueran respectivamente asimilables a las otras tantas casillas con que cuenta el Juego de la Oca. No diré que dicho y hecho, porque como se comprenderá el trabajo de pensar y pintar tal proyecto hubo de ser largo, complejo y laborioso, pero el empeño puesto en él le permitió dar cima a la tarea y ahora podemos ver expuesto su desarrollo. Hay que advertir a este respecto que no en su totalidad, porque contra lo que podía suponerse no adaptó sus pinturas a tamaños iguales y relativamente reducidos, homologables a las casillas, sino que actuó con total libertad en función del motivo y hay por ello piezas de distintos formatos, algunos muy grandes, que en determinados casos han sido sustituidos en la muestra por una fotografía de la obra para que el espectador pueda seguir puntualmente el viaje al Jardín de la Oca sin que las limitaciones de espacio supusieran un impedimento. (...)

 

¿Quién no ha jugado alguna vez al Juego de la Oca? A las personas de cierta edad me refiero, a las que jugaron antes, incluso mucho antes, de que el juego fuera cosa de las nuevas tecnologías. Es difícil imaginarse a un niño de hoy gritando con entusiasmo aquello de 'de Oca en Oca y tiro porque me toca', para volver luego a agitar nerviosamente el cubilete de los dados. Era un juego para jugar en familia, sin más rival por entonces que el parchís, no en vano solían venderse juntos, incluso en la misma pieza, ocupando las dos caras de un mismo tablero. Claro que el parchís es otra cosa, menos narrativa, entrañable y mágica, empezando por su propio diseño, de fría e impecable geometría, que hasta parece constructivista o mejor suprematista, un dibujo del mismísimo Mondrian, y siguiendo por sus reglas, que aunque también den protagonismo a la suerte de los números exigen cálculo y astucia, para comer o no ser comido, y por eso ha gozado de cierta fama de intelectual y ha permanecido como motivo de campeonatos, sobre todo para señoras en clubs y centros recreativos.

 

El Juego de la Oca es sin embargo puro azar. Todo queda en manos de la suerte cuando uno inicia ese viaje fantástico que parece inspirado en un cuento infantil, como el de Alicia o el de Harry Potter si se quiere, y que está lleno de peligros y acechanzas.

 

Los niños estábamos lejos de saber cuando jugábamos a La Oca que se trataba de un juego antiquísimo, cuyo origen se remonta para algunos a dos mil años antes de Cristo, que en sus casillas estaban las claves de misteriosos mensajes ocultos y que la oca era un animal sagrado y benéfico, aunque también cabalgadura de brujas camino del aquelarre, y su pata se utilizaba como signo de reconocimiento por los ocultistas. Ni sabíamos que es con la Orden de los Templarios tan de moda en la literatura actual con la que más frecuentemente se le relaciona, en su metáfora de peregrinación en busca de lo religioso o lo mágico, la perfección y la superación personal.

 

Y menos aún sospechábamos el significado siniestro de números y dibujos en casillas concretas: el 6 como número de la bestia, maléfico como todos los que lo suman, el 15 la oscuridad, el 24 la prueba del fuego, el 33 la bebida, el 42 el laberinto y el 58, sumando trece, la muerte, entre otros episodios. Aún sin saberlo, nos excitaba el juego, como siempre excitan los cuentos de miedo a los niños, mientras dados en mano nos afamábamos en superar dificultades hasta llegar al Jardín de la Oca o el Paraíso.

 

Rodolfo Pico, que es artista de conceptos imaginativos y soluciones formales originales y desenfadadas en su obra, se dejó seducir por las muchas sugerencias que este juego entraña y se planteó hace algún tiempo el reto de realizar sesenta y tres pinturas que fueran respectivamente asimilables a las otras tantas casillas con que cuenta el Juego de la Oca. No diré que dicho y hecho, porque como se comprenderá el trabajo de pensar y pintar tal proyecto hubo de ser largo, complejo y laborioso, pero el empeño puesto en él le permitió dar cima a la tarea y ahora podemos ver expuesto su desarrollo. Hay que advertir a este respecto que no en su totalidad, porque contra lo que podía suponerse no adaptó sus pinturas a tamaños iguales y relativamente reducidos, homologables a las casillas, sino que actuó con total libertad en función del motivo y hay por ello piezas de distintos formatos, algunos muy grandes, que en determinados casos han sido sustituidos en la muestra por una fotografía de la obra para que el espectador pueda seguir puntualmente el viaje al Jardín de la Oca sin que las limitaciones de espacio supusieran un impedimento. (...)

 


Imágenes de la Exposición
Rodolfo Pico, Oca, evocación

Entrada actualizada el el 26 may de 2016

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