Descripción de la Exposición
Palma de Mallorca, 3 de noviembre de 2022. La jefa de Contenidos de Exposiciones de Arte de la Fundación ”la Caixa”, Carla Tarruella; la directora de CaixaForum Palma, Margarita Pérez Villegas; la comisaria de la exposición, Arola Valls, y la nieta del artista y asesora de la muestra, Sílvia Pizarro, han presentado hoy El jardín de Anglada-Camarasa.
Dentro de su programación, la Fundación ”la Caixa” presta especial atención al arte de los siglos XIX-XX con el objetivo de promover y divulgar el conocimiento sobre una época clave para entender la sensibilidad contemporánea. En esta ocasión, el espacio permanente dedicado a Anglada-Camarasa se transforma y amplía para acoger una mirada inédita sobre un tema recurrente en la obra del artista barcelonés afincado en Mallorca: las flores.
El proyecto expositivo toma como punto de partida el jardín de El Pinaret de Port de Pollença y, para ello, recrea una museografía especial acompañada de un césped artificial para facilitar la inmersión en el universo botánico del artista, que consolidó su carrera artística en París. En el año 1926, Hermen Anglada-Camarasa compró una parcela en la localidad mallorquina de Port de Pollença para construir en ella la finca El Pinaret, un terreno que ajardinó y para el que incluso hizo llevar flores exóticas de otros países. En su jardín plantó árboles frutales y cipreses ornamentales, y después cultivó dalias, hortensias y una gran variedad de rosas, entre otras flores. La dedicación de Anglada-Camarasa al cultivo y cuidado de sus flores le permitió estudiarlas en profundidad. De hecho, el interés por la flora que el pintor había ya demostrado en etapas anteriores, en las que las protagonistas de sus óleos aparecían acompañadas de elementos florales, se convirtió en una auténtica pasión por la jardinería que le llevó a dejar la pintura en segundo término durante los primeros años de la década de 1930.
La exposición propone, a través de una selección de óleos, dibujos, fotografías, estampas y objetos de la Colección Hermen Anglada-Camarasa, un recorrido por tres ámbitos que trazan el interés creciente del artista por los elementos florales.
El primer ámbito, «Del jardín al lienzo», empieza con la llegada de Anglada-Camarasa a Mallorca, donde se instaló durante la Primera Guerra Mundial. La estancia en la isla lo llevó a descubrir los paisajes y la luz mediterráneos, así como a consolidar su pasión por la botánica. En este ámbito se muestran obras en las que las flores se convierten en objeto de observación que el artista plasma en minuciosos dibujos llenos de anotaciones y observaciones. A través de fotos de la finca El Pinaret, que compró casi dos décadas más tarde, y de numerosos dibujos y pinturas, se puede ver cómo construyó el artista un atlas visual botánico que más adelante le permitiría dibujar flores en el exilio, lejos de su querida finca El Pinaret. Este ámbito incluye la obra Columna florida, eje central de la muestra. Se trata de una pintura creada ya en su exilio en Pougues-les-Eaux que se aproxima más a la construcción artificial de un bouquet floral imposible que a la plasmación de una naturaleza en estado silvestre. La obra nos permite intuir que, en el exilio, la flor se convierte para Anglada-Camarasa en un elemento de conexión simbólica y vital con los intereses y la vida que había tenido que dejar en Pollença.
El segundo ámbito, «Escenarios florales», aborda la consolidación de la trayectoria y de la proyección internacional de Anglada-Camarasa con sus cerca de veinte años en la capital artística de la época: París. Estos años le permitieron encontrar un lenguaje propio, alimentado por referencias de toda Europa y de Rusia, así como también por una especial atención al folclore. Los temas gitanos y los elementos propios de las costumbres valencianas, que el artista descubrió a raíz de un viaje a Valencia en 1904, enriquecieron el universo temático de su obra. En este espacio se pueden ver dos grandes obras de Anglada-Camarasa: Fra le rose [Entre las rosas] y València, dos lienzos en los cuales las figuras femeninas se enmarcan en un decorativismo protagonizado por las flores.
Finalmente, el tercer ámbito, «Complementos de la identidad», propone una aproximación a la flor desde el papel ornamental que Anglada-Camarasa le atribuye incluyéndola en vestidos, sombreros y accesorios de varios personajes femeninos, entre ellos, las protagonistas de El tango de la corona. En esta obra, el pintor muestra una amplia gama de vestidos, mantones y complementos que sintetizan la esencia y la identidad del baile flamenco y que, al mismo tiempo, denotan la atención dedicada a unos elementos florales que potencian el ritmo y el movimiento de la composición. A lo largo de la primera década del siglo XX, Anglada-Camarasa pintó una serie de retratos de mujeres anónimas o procedentes de los círculos sociales que frecuentaba en París. Este ámbito se complementa con algunas muestras de indumentaria (faldas, mantones y corpiños), decoradas también con motivos florales, que el artista fue coleccionando a lo largo de su vida y que le servían de inspiración.
El recorrido, que no sigue un orden cronológico sino un guion temático con desplazamiento libre, se acompaña de unos dispositivos de mediación que aportan una aproximación a la flor desde el punto de vista de la botánica, una perspectiva que enriquece la comprensión de los distintos papeles que Anglada-Camarasa asignó a las flores y del vínculo con sus etapas vitales y pictóricas.
Así, la exposición propone leer la flor desde múltiples dimensiones para entender que el tratamiento que Anglada-Camarasa dio a este elemento natural no solo ayuda a comprender cómo dibujó las flores en su obra, sino también cómo dibujan las flores, a su vez, la vida del pintor.
El proyecto ha contado con la colaboración de la nieta del artista, Sílvia Pizarro, que ha trabajado en labores de asesoría para imprimir un carácter personal e íntimo a la muestra y, además, ha prestado dos libros de ilustración de flores procedentes de Japón que se mostrarán en vitrina. Estos libros se han digitalizado para que el público pueda disfrutar de cada una de sus páginas y de los dibujos que inspiraron a Anglada-Camarasa. La exposición también ha contado con el asesoramiento del Real Jardín Botánico para la identificación e información sobre las propiedades de las flores pintadas por el artista.
En la exposición, se integra el Espacio Educativo donde los visitantes podrán disfrutar de actividades relacionadas con el mundo floral. El punto de partida es la Columna florida de Anglada-Camarasa, donde el conjunto floral que nos presenta aquí es imposible, porque las especies y variedades de flores que combinó proceden de diversos lugares del mundo y florecen en épocas distintas. Probablemente no pudo observarlas todas juntas tal y como las vemos aquí y algunas debió de pintarlas de memoria. Precisamente porque se trata de un conjunto inventado, a través de las flores que eligió podemos saber muchas cosas de la vida del pintor, por ejemplo qué gustos tenía, qué conocimiento tenía de las flores e, incluso, cuáles había cultivado y cuidado en su jardín de Mallorca. Los visitantes verán en las mesas flores de distintos lugares del mundo. Allí podrán consultar la información que las acompaña y podrán observar formas, colores y texturas. Se les ofrecerá pensar en una idea que quieran expresar a través de una combinación de las flores, que podrán calcar, colorear y poner un título. También se podrán escanear para compartir con otros visitantes.
TEXTOS DE SALA
Introducción
En 1914, cuando estalló la Primera Guerra Mundial, Hermen Anglada-Camarasa, que ya había alcanzado el reconocimiento internacional como pintor y estaba pasando una temporada en Mallorca, decidió permanecer en la isla y no regresar a París, ciudad donde residía desde 1894. En ese nuevo lugar, el artista no solo descubrió los paisajes y la luz mediterráneos, sino también un espacio en el que dejar aflorar una de sus grandes pasiones: la jardinería. Anglada-Camarasa adquirió un terreno próximo a Port de Pollença y lo enjardinó con diversas especies de flores, entre las cuales había incluso variedades exóticas traídas de otros países. La devoción y el entusiasmo con los que el pintor se dedicó al cultivo y el cuidado de su jardín consolidaron su vocación por la botánica y, al mismo tiempo, le permitieron sumergirse en el estudio de la representación floral.
El jardín de Anglada-Camarasa propone, a través de una muestra de óleos, dibujos, fotografías, estampas y objetos de la Colección Hermen Anglada-Camarasa, un recorrido que pone de manifiesto los conocimientos botánicos que el pintor adquirió a través del contacto directo y la observación minuciosa del mundo floral. Paralelamente, la exposición examina los distintos papeles que el artista otorgó a las flores en su obra vinculándolas con sus etapas vitales y pictóricas. Se trata de una aproximación al universo floral de Anglada-Camarasa que nos invita a descubrir cómo las flores marcaron su vida y su obra.
Del jardín al lienzo
El jardín que Anglada-Camarasa creó en la finca El Pinaret le ofreció la posibilidad de potenciar un interés por la flora que ya había demostrado en etapas pictóricas anteriores. Aquel espacio le permitió conocer en profundidad, y desde una aproximación tanto botánica como estética, los procesos vitales de una gran variedad de especies florales, desde la siembra hasta su nacimiento y esplendor. Pero Anglada-Camarasa no solo cultivaba flores para su jardín sino también sujetos para su obra: las flores pasaron así de la pala del jardinero a la paleta del pintor. De este periodo destacan, además de los bodegones florales y los óleos pintados en plein air, otros estudios de la flor que confirman la intensidad y recurrencia de su interés; muestra de ello son los dibujos en los que anota con precisión la equivalencia entre los colores de las flores que observa y los pigmentos de la pintura. Los álbumes que crea agrupando imágenes de flores sacadas de revistas y periódicos, junto con las estampas y los libros japoneses que adquiere como fuente de investigación, evidencian también su voluntad continuada de comprender las distintas formas de representación de la flor.
Se trata, en definitiva, de un conjunto de registros que abarca desde la naturaleza que emana de sus propias manos hasta las imágenes de la cultura visual de la época y que configurará, en su memoria, un atlas floral gracias al cual, ya en el exilio, podrá vincularse nuevamente con su pasión.
«Mi abuelo, Hermen Anglada-Camarasa, compró en 1926 una finca con un pinar cerca de Port de Pollença, en la zona de Síller. En aquel terreno plantó árboles frutales y cipreses ornamentales para ir dando forma a un jardín en el que después cultivaría dalias, hortensias, fresas… Y también muchas variedades de rosas, facilitadas por el cultivador de rosales catalán Pere Dot de entre sus creaciones, una de las cuales, blanca, llevaba el nombre del pintor. En torno a 1930, Anglada-Camarasa se dedicaba a la jardinería con tanta intensidad que sus amigos temían que abandonase la pintura. Algunos de ellos, que vivían fuera, incluso le mandaron variedades de flores exóticas. Después de ese paréntesis, volvió a coger la paleta con renovada energía para pintar vistas de su jardín y composiciones florales que se convirtieron en las nuevas protagonistas de sus lienzos.
Al término de la Guerra Civil se exilió en Francia, donde la imposibilidad de disfrutar de los paisajes de Pollença que tanto añoraba y la dificultad para obtener materiales favorecieron que retomase los temas vegetales. Mi madre recuerda los trayectos de vuelta a casa con su padre, con grandes ramos de flores del jardinero de Pougues-les-Eaux, donde vivían; aquellas flores cortadas, dispuestas en un jarrón, fueron el tema de muchas de sus pinturas, coloristas y decorativas, que ocultan las condiciones en las que fueron pintadas: con la tela instalada sobre una silla, en la habitación donde vivían después de que el ejército alemán le requisase el estudio.»
Sílvia Pizarro, nieta del artista
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Columna florida
Huyendo de la Guerra Civil, Anglada-Camarasa se exilió en la población francesa de Pougues-les-Eaux, donde vivió hasta 1948. Allí pintó Columna florida, un óleo en el que la composición adopta una dimensión arquitectónica y los elementos florales quedan dispuestos en torno a una estructura invisible. La combinación de especies florales demuestra una vez más el exhaustivo conocimiento botánico del artista, que se manifiesta especialmente en las más de veinte variedades de dalias (la dalia era una de sus flores preferidas).
No obstante, el conjunto que nos presenta Anglada-Camarasa es imposible, puesto que combina variedades y especies que no podrían convivir tal y como se nos muestran en la pintura. Lejos de convertirse en un artificio, esta imposibilidad pone de manifiesto que su experiencia vivencial de la naturaleza se ha transformado en una memoria visual que lo acompaña en la dureza del exilio y que se convierte en un elemento de conexión simbólica con los intereses y la vida que ha tenido que dejar atrás en Pollença.
Escenarios florales
El traslado a París de Anglada-Camarasa en 1894 para completar su formación supuso la consolidación de su trayectoria y de su proyección internacional. Los casi veinte años que vivió en la capital artística de la época le permitieron hallar un lenguaje propio, alimentado por referencias procedentes de toda Europa y de Rusia, así como por una especial atención al folclore.
Los temas gitanos y los elementos propios de las costumbres valencianas, que el artista descubrió a raíz de un viaje a Valencia en 1904, enriquecieron el universo temático de su obra. Esa fusión lo llevó a desarrollar un decorativismo que queda plasmado en el tratamiento de las figuras femeninas, las cuales, enmarcadas en escenarios florales, quedan inmersas en conjuntos de manchas de luz y color.
En Fra le rose [Entre las rosas], pintura que Anglada-Camarasa presentó en la Bienal de Venecia de 1907, el personaje solitario que encarna el tema de la gitana se nos muestra rodeado por un conjunto de rosales de tres variedades distintas que establece un eco visual con el vestuario de la protagonista. Su identidad, oculta bajo la negrura de su cabello, contrasta con la luminosidad de unas flores que dibujan el arco cromático de la especie, desde el malva púrpura hasta el rosa pálido, y que el artista representa en diferentes estados de evolución, desde el capullo inicial hasta los pétalos marchitos.
En cuanto a València, una de las obras más ambiciosas del pintor, presenta unos arcos florales que destacan tanto por la exuberancia de las especies representadas como por las dimensiones, superiores a las reales, que Anglada-Camarasa da a las flores. Es un escenario floral que adquiere una entidad casi arquitectónica y que, por su protagonismo, dialoga con la coreografía que esbozan las figuras femeninas.
Complementos de la identidad
A lo largo de la primera década del siglo XX, Anglada-Camarasa pintó una serie de retratos de mujeres anónimas o procedentes de los círculos sociales que frecuentaba en París. En estas obras, el artista da a la flor un papel ornamental incluyéndola en los vestidos, sombreros y accesorios que lucen las figuras femeninas o bien la convierte en el motivo decorativo de la tapicería sobre la que reposan las retratadas. Así, las distintas especies representadas, fruto de la fusión de referencias tan diversas como las modernistas, las folclóricas y las regionalistas, complementan y matizan la personalidad de las protagonistas.
En El tango de la corona, el pintor nos muestra una amplia gama de vestidos, mantones y complementos que sintetizan la esencia y la identidad del baile flamenco y que, al mismo tiempo, denotan la atención dedicada a unos elementos florales que potencian el ritmo y el movimiento de la composición. Una atención que no solo queda patente en su obra pictórica, sino que se proyectará también en el coleccionismo de objetos e indumentaria que Anglada-Camarasa irá atesorando a lo largo del tiempo. Mantones de Manila, faldas y cintas para mangas procedentes de lugares entonces exóticos, como China o Extremo Oriente, o corpiños típicos de tierras valencianas configuran un conjunto que trasciende su función decorativa y le permite seguir profundizando en el análisis visual de las flores.
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