El visitante entra en la obra, activa los mecanismos lumínicos de la sala que crean la atmósfera del entorno. En este sentido, también es el espectador el encargado de activar los dispositivos de las pantallas táctiles que al contacto revelan imágenes y ruidos que intentan arrojar luz sobre alguno de los aspectos del hombre contemporáneo. Dice, a este respecto, el propio artistas que "El ser humano siempre ha estado ligado a conflictos interiores, buscando preguntas y respuestas, pero actualmente el ritmo desenfrenado que llevamos ha contribuido a aumentar nuestra lucha interior, por un lado lo que somos, por otro lo que quieren que seamos, por otro aquello que nos gustaría ser". También indica que lo que pretende mostrar "son animaciones experimentales donde el espectador se hace participe, algo que personalmente he querido introducir para simbolizar la deshumanización que en la actualidad el ser humano está sufriendo, convirtiéndose en una especie ... de conejillo de indias".

A propósito de la instalación señala Isabel Tejeda en el texto del catálogo: "Cuando el espectador recorre o atraviesa El hombre roto se convierte en parte integrante de la misma por lo que su sentido o discurso nunca resulta previsible o cerrado en el momento de la producción. No existe una lectura única o una única interpretación".