Descripción de la Exposición
Este jueves 26 de enero a las 20:30h, Di Gallery inaugura la exposición “El Hombre que amaba las islas: El Aviario de Wittgenstein”, la primera muestra individual de Dionisio González en Di Gallery.
Está exposición está compuesta por dos series; Wittgenstein´s Cabin y El Aviario de Wittgenstein. La primera es un proyecto serial finalizado en su totalidad, la segunda, en desarrollo, tiene un carácter más experimental y abocetado.
Ludwig Wittgenstein (1889-1951) bosquejó y planeó en 1914, en Noruega, la construcción de una casa de madera en la abrupta vertiente del lago Eidsvatnet en Skjolden junto al fiordo Sogne, a una milla aproximadamente del pueblo.
En ese pequeño espacio, sobre un talud, Wittgenstein había encontrado la tranquilidad necesaria para trabajar de forma ascética, como un eremita, en sus estudios de lógica. Una vez determinó la localización para “emboscarse”, para desaparecer y concentrar el trabajo del pensamiento y la contemplación construyó la casa y un pequeño embarcadero. Para acceder a ella había que atravesar en barca el lago o caminar sobre el hielo en los meses de invierno. Fue construida sobre una plataforma de piedra, propia a la arquitectura vernácula y en madera, con troncos horizontales, el tejado de pizarra y las habitaciones a distintas alturas con una de sus fachadas asimétrica. La primera guerra mundial interrumpió la vuelta a Noruega de Wittgenstein hasta 1921, su última visita a Skjolden se produjo en las vacaciones de septiembre de 1950, estando ya convaleciente y afectado por un cáncer de próstata. Allí estudió, con su amigo Ben Richards, los Fundamentos de aritmética de Frege. Tenía pensado retornar y compró un pasaje en un vapor que debía desatracar y partir de Newcastle a Bergen en diciembre, pero, para entonces, estaba demasiado debilitado para emprender el viaje. Cómo decía Heidegger sólo somos capaces de habitar desde el desarraigo. Este construir desde el apartamiento con la finalidad del estudio y la observación es la forma en que Wittgenstein buscaba el sentimiento de la fuga del mundo, del desvío hacia algún sitio-otra manera, ningún lugar-nadie. Es un constructo aparencial, una extensión abertal en medio del espacio ilimitado y el frío analgésico. La fuga cristaliza a través del crudo invierno, a través de los paisajes nevados y el aire limpio y cortante. El viaje que se emprende, literal o simbólico, es, a menudo, entre cordilleras y frentes de nubes admonitorias que apenas se disgregan, como cortinas rasgadas, entre las cimas rocosas. Solo el invierno, estación que indica el aquilón, el extremo virgen y blanco del norte, donde la nieve estera la tierra y los animales hibernan, indica al fugado porque ladera puede atravesar el invernizo de la soledad inflamada. Esta serie Wittgenstein´s Cabin (La cabaña de Wittgenstein) analiza esa primera ordenación estructural de la arquitectura que es la cabaña. Sobre las casas de madera operan, aún hoy, conceptos inafectados y genuinos que las relacionan con objetos tardorománticos, que proyectan debates sobre la singularidad y la franqueza. Sobre estadios icásticos y esenciales donde se vive en un orden severo y espartano en contacto más directo con el medio natural y en relación con la subsistencia y el tiempo para la reflexión. Las construcciones de madera e interiores de madera, por sí solos, actúan como aislamiento, al contrario de lo que sucede con otros materiales. La posibilidad de incrementar estos valores con mayor facilidad que en los sistemas tradicionales, y con menor pérdida de superficie útil, hacen que la madera sea un material ampliamente utilizado en los países de climas extremos. Las propiedades acústicas de la casa de madera son excelentes pues ésta absorbe las ondas que recibe. La casa de madera es una casa silenciosa. La cabaña de Heidegger en la selva negra era (es) de muros revestidos en escamas de madera. Heidegger siempre sugirió que la filosofía transmutaba el paisaje en palabras a través de él, casi sin intermediarios como el único desplazamiento y trámite entre la eutimia y el espacio. Pero hay algo revelador y enfático en la cabaña noruega de Wittgenstein que es la confrontación, la frontalidad con el fiordo, con el agua alojada tras la acción de los glaciares. Wittgenstein trabajaba en sus estudios de lógica en una barca a vela que gobernaba su amigo David Pinsent en el fiordo Sogne. Este hecho, este “acontecimiento” de la investigación, el aprendizaje y la memorización desde un reducido transporte acuático, que hace las veces de escritorio, me llevó a plantearme la relación de la arquitectura con el agua y de la filosofía como emprendimiento “anfibio”. ¿Cómo plantearía Wittgenstein ese obrar orgánico, esa construcción arquitectónica en un medio líquido con los medios actuales? ¿Cómo serían las cabañas contemporáneas en escenarios difractantes de hondas propagadoras, como son los fiordos noruegos? Escenario, no en el sentido de proscenio o fondo fascinador, sino como función y medio en sí mismo. Con su ductilidad y su contractilidad dependiendo de los meses del año. Con los cambios estacionarios de líquido a sólido. “Im Anfang war die Tat” (“En el principio fue la acción”) el verso de Goethe en Fausto, que Wittgenstein citó con aprobación quizá fuera el encabezamiento, el enunciado de toda la última filosofía de Wittgenstein. Y quizá también el principio desde dónde afrontar el reto de la construcción de un retiro acuático. En último término el filósofo austriaco diría ¿no me inclino cada vez más a decir que la lógica no puede ser descrita? Es preciso tomar en consideración la práctica del lenguaje, entonces puede verse. Ese puede verse, es la función de esta serie. Ese recrear un mundo de posibilidades, complejas, pero ancladas en la lógica, que se puedan concebir como reales. Prototipos para el pensamiento, habitáculos anfibios para la reflexión en su doble concepción. Pues todas estas viviendas son reflejos del mundo (el mundo para Wittgenstein son los límites del lenguaje) y, a su vez, son reflejadas sobre el espejo de las aguas que son, en otra medida de espacio, ensoñación pero siempre fuga, retiro, metamorfosis.
El Aviario de Wittgenstein:
Witgenstein llegó a Irlanda en Noviembre de 1947, tras abandonar la docencia y su Cátedra en el Trinity College de Cambridge, dispuesto a centrarse en soledad en la escritura. Contaba con el texto mecanografiado, ahora conocido como la primera parte de Las investigaciones filosóficas y con el escrito ahora asociado a Observaciones sobre la filosofía de la psicología, volumen I. Todos los avances en sus comentarios, apuntes y anotaciones en Irlanda buscaban establecer la versión definitiva de la primera parte de sus Investigaciones. Por esas fechas ya tenía firmemente dispuesto no publicar en vida.
La membrana anímica que siempre acompañó al filósofo agregada a problemas digestivos comenzaron a mellar, a desgastar el estado de ánimo de Wittgenstein en Wicklow que ya en febrero de 1948 teme, una vez más, por su delicada salud mental. Maurice Drury le animó a que fuera a la casa de campo de su hermano en la costa occidental a diez horas en coche desde Dublín. La vivienda se encontraba vacía en aquellos momentos y allí hallaría el silencio y la quietud que anhelaba. Wittgenstein había visitado anteriormente en 1934 con Maurice Drury y Francis Skinner la casa de Rosro en Connemara, situada frente al mar en la embocadura del puerto de Killary rodeada de campiña y de los picos aristados como apófisis vertebrales de Las Doce Agujas. De nuevo en soledad continuó con sus escritos y, de nuevo también, incorporó el paseo como metodología de trabajo.
El hombre que amaba las islas:
Una isla es un nido que cobija un solo huevo, y nada más que uno. Ese huevo es el mismo isleño. D. H Lawrence.
Richard Wall refiere una entrevista en 1989 con Mr Mortimer, constructor de barcos de 78 años y vecino del filósofo en Rosro durante la estancia de éste. Era un loco afirmó el lugareño. A lo que Wall le inquirió sobre cuál era el comportamiento de Wittgenstein para que aseverara este hecho. Respondíó: pasaba horas mirando pájaros; en una diminuta isla frente a la costa, quería construirse una cabaña; no le importaba mucho la comida ni las mujeres, usaba botas Wellington los siete días de la semana y no parecía un profesor en absoluto. Bueno, y además de eso, tuve una discusión con él porque quería que le dispararan a nuestro perro; los ladridos nocturnos, que ahuyentaban a los zorros de las ovejas que vagaban libremente, lo trastornaban y perturbaban su trabajo en soledad.
Está atestiguado que Wittgenstein quería construir una cabaña en una pequeña isla frente a la costa, Inis Bearna, para poder observar con mayor facilidad, en un territorio reducido y “atmosférico”, a alcatraces, frailecillos, ostreros y varias especies de gaviotas. En la parte final de sus “Investigaciones filósoficas” escribe: La descripción de una atmósfera es una aplicación especial del lenguaje, para finalidades especiales. ((Interpretar el “comprender” como una atmósfera; como acto mental. A todo se le puede añadir artificialmente una atmósfera. “Un carácter indescriptible”.)) Sin duda, la cita de Lawrence nos traslada a un Wittgenstein poseído por la “atmósfera indescriptible” y único habitante de una isla ensoñada entre aves y una calígine resuelta por la tenebrosidad del Océano Atlántico. De hecho, esa visión romántica nos refiere a una metaforología mineral por la cual el filósofo se adhiere íntimamente, es decir desde la anagogía o la elevación místicas, a la materia y adquiere el policroísmo de ciertos minerales que ofrecen distinto color según se miren por reflexión o por refracción. La isla de Inis Bearna se encuentra frente a la embocadura del único fiordo de Irlanda. Este magnífico escenario bajo el inquietante casco de la montaña más alta de Connemara, Mweelrea, y el anguloso canal de 25 m de profundidad del puerto de Killary, debieron impresionar a Wittgenstein desde un primer momento.
La isla para Wittgenstein era un retiro sobre el retiro, una aliteración del aislamiento, superficie conclusiva y, a la vez, correspondiente, concordante a la costa rocosa. Sin duda, reflejaba una función autotélica del lenguaje y del recogimiento o la soledad que lo proveen. Inis Bearna era abarcada con la vista, proporcionada y dotada de fronteras fijas, un mundo reducido y, al mismo tiempo, separado de lo otro. Plaza donde se territorializa, se materializa el pensamiento: donde el pensamiento anida. La función de la isla para Wittgenstein era constructiva, quería operar un Centro de Observación Aviar para sí mismo y, precisamente por ello, estableció una métrica antropocéntrica y un logos esencialista de lo reducido. Ese modelo escalar tenía que ver con su esquema de medición ascética, con sus propios recursos, y con su visión del cosmos dimanado de la miniatura. Sin duda, de haberse emprendido la edificación no habría cabida salvo para la lógica. Tommy, el lugareño a quien tenía asignada la construcción de la cabaña, desarticuló el plan del ornitólogo amateur al convencerle de que una cabaña de madera en una isla frente a la costa rocosa nunca podría soportar los vendavales que ocasionalmente se levantan incluso en verano. Wittgenstein podría haber modificado el discurso, el planeamiento, haber conformado una construcción más arraigada, más consistente, más mineral. Haber previsto el desbaste, el arruinamiento, construir a la manera irlandesa, utilizar la piedra o el mármol verde de Connemara que sostuvieron la baliza sobre la escarpadura de la isla hasta la actualidad. O emplear a los lugareños como operarios y ademadores para una arquitectura subterránea, donde se abrigaran las aves. Un aviario ejecutado mediante prospecciones y ajustes en la irregularidad de las piedras, de las fosas, las cavidades y los túneles naturales mediante ademes o estemples para cubiertas y refuerzos de protección. Pero Tommy sugirió bogar mar adentro con él en un currach, desde donde Wittgenstein podría observar pájaros o pensar. Una vez más, la navegación como soporte del pensamiento, como cuando trabajaba en sus estudios de lógica en una barca a vela que gobernaba su amigo David Pinsent en el fiordo Sogne. Este hecho, este “acontecimiento” de la investigación, el aprendizaje y la memorización desde un reducido transporte acuático, que hace las veces de escritorio es un aspecto fenoménico apasionante del filósofo vienés. En cierto modo, Wittgenstein anticipaba o barruntaba una arquitectura anfibia, flotante, móvil y dinámica. Como expresara Michel Ragon la arquitectura descubre el huevo, la cáscara, la concha, la espiral, la lentícula. Porque el ovoide es más sólido que la esfera. De las formas que pesan a las formas que emprenden el vuelo. Era aún un desquite del lirismo, frustrado durante mucho tiempo. Era también el nacimiento de otra idea fuerza: la arquitectura escultura.
Exposición. 12 nov de 2024 - 09 feb de 2025 / Museo Nacional Thyssen-Bornemisza / Madrid, España