Los gabinetes de maravillas (Wunderkammer) designan los lugares en los que, durante los siglos XVI y XVII, se coleccionaban y se presentaban una multitud de objetos raros o extraños. A mitad de camino entre la realidad y la ficción los cuartos podían contener desde sangre de dragón hasta cuernos de unicornio.

Inspirado en los variopintos objetos que estos precursores de los museos solían mostrar, Manuel Barbero recrea un pequeño conjunto de piezas que perfectamente tendría cabida en un actualizado gabinete: una colección de insectos miméticos, un herbario palaciego, grabados antiguos de animales tridimensionalizados o estudios de ingravidez sobre roca triturada forman parte de esta exposición.

La exposición pretende jugar con esa línea de ambigüedad que hay entre lo que conocemos y lo que no, entre lo que es real y lo que sólo lo parece. Se desea que, a través de los objetos y su historia, el espectador participe en la constante ... decisión de dejarse arrastrar hacia el placer del engaño o mantenerse firme en la incredulidad.

Aunque los cuartos de maravillas desaparecieron en el siglo XVIII algunos coleccionistas mantuvieron sus pequeñas recopilaciones incluso hasta fechas muy recientes. La que se presenta en esta exposición es una parte de la de K. Richart.