Descripción de la Exposición ------------------------------------------------------- ------------------------------------------------------- El studiolo es un microcosmos inverso: separado del resto del edificio, sin ventanas, sin espacio propiamente. [...] Lo que se trama aquí con el espacio y, en consecuencia, con todo el sistema de representaciones que ordena el palacio y la república, no está muy claro. Jean Baudrillard En mitad de la calle Manuel, en el corazón de Madrid, a pocos metros de la Gran Vía y la Plaza de España, encontramos el portón de un amplio garaje reciclado en la actualidad como estudio artístico por Arturo Prins, José Luis Serzo y Santiago Talavera. Ya desde el arranque de la rampa en curva que hay que bajar para llegar al espacio de trabajo propiamente dicho, el local aparece saturado de cuadros y papeles enmarcados vueltos de cara a la pared, bastidores y telas todavía sin empezar, y algún otro objeto de lo más variado. Es en este espacio de tránsito, que ellos utilizan de almacén, donde con frecuencia se encuentran algunas de sus mejores y más ambiciosas piezas, esperando pacientemente que vengan a buscarlas para su exposición o definitivo traslado en alguna colección privada. Desde allí, a medida que descendemos se escucha con más claridad una sutilísima melodía; llega justo de debajo de nuestros pies: debe ser Santiago componiendo algo, o escuchando alguna pieza suya reciente. Ya abajo... Se sube el telón Entramos, pues, literalmente en 'la representación', y aquí, al movernos de una escena a otra, iremos apartando los velos que filtran casi imperceptiblemente cada uno de los espacios de este complejo estudio ('extraño', dicen ahora ellos), donde, como observara Villiers de L'Isle-Adam en uno de sus Cuentos crueles, 'Para apagar esos ruidos, los cortinones estaban cuidadosamente echados ante las cerradas ventanas'. Es una imagen magnífica, pues ¿para qué si no iban a servir aquí abajo, en este sótano sin tragaluces ni respiraderos, todos esos que lo dividen con su singular y, esta vez sí, extraña geometría interna? Pues para amortiguar -o retener quizá- siquiera por unos instantes todo aquello que en la proximidad de las cosas tiende poco a poco a invadirlas y tomar posesión de ellas. Los ruidos, sí, como acabo de señalar, pero también cuanto provoca a la mirada, como el amor o el odio ?la seducción y los celos-, la angustia de las influencias... Ojos que no ven, corazón que no siente. El artista renacimental impuso a su lugar de trabajo una inédita racionalidad donde el espacio de meditación, concepción, disegno y descanso del estudio se separó claramente del ámbito del taller, con su dedicación manual y técnica. En éste que ahora nos ocupa, lo mecánico y lo intelectual establecen equilibrios mucho más precarios que, además, componen sus figuras poco a poco, transformándose con el tiempo, a medida que el conjunto crece y sus artistas se vuelven más complejos; como complejas son las relaciones que establecen entre sí y los intereses que los unen. De hecho, creo que esta misma distribución a partir de telones es sólo una consecuencia de cómo se piensa y lo que se hace físicamente en el garaje de la calle Manuel. Recuerdo que hace años, cuando lo visité por primera vez, me sorprendió su diáfana vastedad que permitía otear casi desde cualquier punto de su superficie el extremo contrario; siempre, claro, que un cuadro de gran formato levantado sobre su caballete o alguna otra construcción no se interpusiera entre medias. Por entonces, sus respectivas producciones parecían fluir en un continuum que, paradójicamente, era en principio irresoluble con unos intereses estéticos en absoluto convergentes; sin embargo, hoy, cuando sí sería posible detectar un difuso y abstracto foco ideológico común latente a estos tres artistas que han crecido y alcanzado la madurez juntos, una suerte de substrato poético compartido, y un posicionamiento frente a la creación no tan disimilar -a pesar de los rasgos particulares de cada obra-, el lugar de encuentro se ha fragmentado y casi atomizado, como una suerte de contrarréplica que evitara toda amalgama definitiva. Es como si a las inercias que se imponen tras una vida compartida respondiera con cierta violencia la voluntad de individualidad y defensa de un territorio propio. El caso es que un buen día aparecieron esas cortinas que amortiguan, como digo, la complejidad de resonancias que se establecen inevitablemente en un estudio compartido por tres artistas tan distintos, tanto en lo personal como en su trabajo. Y aquí se han quedado hasta hoy, estableciendo nuevos protocolos en los tránsitos que llevan de un rincón a otro a las visitas y a ellos mismos; en el área de influencia de unas familias de obras sobre otras; en la temperatura que reina en cada una de las zonas y la necesidad de mantener el calor allí a pesar de la climatización tan personalizada por cada cual. Bueno, también Benjamin observaba melancólicamente como consecuencia ineludible a pagar por el progreso moderno que 'El calor se está retirando de las cosas'... ¡Y qué duda cabe que estos tres artistas han ido a más desde que los conozco! Que sobre el territorio laminar, vasto y estriado del origen se haya erigido el volumen del palacio cortesano, donde se impone el lenguaje espacial culto y codificado de cámaras y antecámaras, quizá no sea sino una nueva etapa a experimentar antes que, de nuevo con Benjamin, se imponga el revitalizador carácter destructivo que nos devuelve al origen sin ingenuidad, sin olvidar la experiencia acumulada; donde se 'hace escombros de lo existente', pero no por los escombros mismos, sino por la multitud de caminos que los atraviesan. En este interior absoluto del estudio de Arturo, José Luis y Santiago, el mundo se repliega hasta tal punto sobre sí que era inevitable que las obras de todos ellos terminaran citándolo de una manera distanciada, y yo diría que hasta un tanto fuera de sí, enloquecida. Como en los studiolos del manierismo italiano -el del palacio ducal de Urbino muy especialmente-, en los cuales el universo de taraceas y trampantojos que decoraban profusamente su interior aludía al exterior habitable que es negado con su contumaz aislamiento, en éste que aquí nos ocupa también sus imágenes internas, las que se producen entre sus cuatro paredes sin ventanas ni mirillas, vienen a parafrasear lo de afuera (el mundo visible y sus figuras, sus seres y enseres), con el tamiz de la fantasía, la espiritualidad o la magia, según el caso. Entrar en un estudio supone para el crítico intentar 'leerlo'; y no sólo a partir de sus ilustraciones, es decir, esas imágenes que él ha ido a buscar y llamativamente salen a su encuentro, empujadas al escenario por la mano más o menos hábil del propio artista, quien en esas visitas debe comportarse como un auténtico director de escena. También cabe llevar a cabo la esperada lectura a partir de la multitud de restos que, como aforismos y notas sueltas a pie de página que no remiten a ningún párrafo inicial, uno encuentra aquí y allá: pinchados por las paredes, amontonados en un rincón, sin orden ni concierto o, por el contrario, meticulosamente ordenados en un anaquel. En la visita al estudio de un pintor, por ejemplo, no puedo evitar estudiar con todo el detalle que puedo el uso que hace de su paleta o cristal de mezclas; la calidad, limpieza y conservación de sus pinceles; cómo ordena los colores; o el lugar del caballete en relación con la mesa de dibujo, la silla de meditación, el sillón de lectura, etcétera. Y eso por no hablar de la entretenida, fascinante labor detectivesca de hilvanar las fotografías y recortes que suelen salpicar las paredes con lo que uno va a buscar allí: la comprensión más profunda de sus intereses, motivos y obsesiones privadas. Todas estas pistas terminan por esclarecer muchas de las capas de sentido que, en torno a la obra de arte, se acumulan aunque buena parte tiendan a disolverse a la luz del día, fuera de esas cuatro paredes donde, como me dijo un día un lúcido amigo, 'todo empieza y acaba'. 'El extraño estudio', decía inicialmente el título de esta exposición; y yo realmente pensé que era un buen arranque para abordar cierto estrato común a la obra de estos tres artistas, reunidos por el destino en un céntrico garaje madrileño para desarrollar sus respectivos proyectos. Pensé que lo mejor sería hablar de lo común a todos ellos o, más propiamente, de lo que conservan o han desarrollado en común sus trabajos: un cierto aire de enrarecimiento con respecto a las imágenes que manejan, ese substrato de inquietud en absoluto evidente que, cada uno a su manera, dosifica con cuidado, casi homeopáticamente y con gran personalidad. Pero ahora, concluyendo estas líneas, reconozco humildemente que en tan extraño estudio, el crítico, en última instancia y casi inevitablemente, no es más que el extraño en el estudio. Les dejo allí dentro y me retiro. Ó.A.M. [Madrid-Lanzarote, mayo de 2010]
Exposición de tres de los artistas emergentes mas singulares, en el panorama del arte contemporáneo español. Dos españoles (Serzo y Talavera), junto a un argentino (Prins), a quien les une además del talento, y haber participado en varias exposiciones de grupo, el hecho de compartir estudio, incluso maneras de entender el arte. La exposición bien pudiera llamarse El extraño estudio pero la singularidad de ese estudio, en el que ya desde el arranque de la rampa en curva que hay que bajar para llegar al espacio de trabajo propiamente dicho, el local aparece saturado de cuadros y papeles enmarcados vueltos de cara a la pared, bastidores y telas todavía sin empezar, y algún otro objeto de lo más variado. Es en este espacio de tránsito, que ellos utilizan de almacén, donde con frecuencia se encuentran algunas de sus mejores y más ambiciosas piezas, esperando pacientemente que vengan a buscarlas para su exposición o definitivo traslado en alguna colección privada.
Formación. 01 oct de 2024 - 04 abr de 2025 / PHotoEspaña / Madrid, España