Descripción de la Exposición ------------------------------------------------------- ------------------------------------------------------- El Museo Thyssen-Bornemisza y la Fundación Caja Madrid presentan el próximo mes de febrero una nueva exposición conjunta que, con el título El Espejo y la máscara. El retrato en el siglo de Picasso, abordará por primera vez el estudio de este género en el arte del siglo XX. Considerado uno de los géneros “clásicos” por excelencia, el retrato ocupa sin embargo un lugar muy destacado en la obra de muchos de los artistas más importantes e influyentes tanto de las primeras vanguardias como de los diferentes movimientos de la modernidad. La exposición está organizada conjuntamente con el Kimbell Art Museum de Forth Worth (Texas), donde podrá visitarse del 17 de junio al 16 de septiembre de 2007. Colecciones particulares, museos y fundaciones de todo el mundo han prestado los cuadros -y también algunas esculturas- que forman parte de este importante proyecto y que reúne 150 retratos de hasta 60 artistas diferentes, entre los que se encuentran todos los grandes nombres del arte moderno: Cézanne, Picasso, Van Gogh, Gauguin, Matisse, Freud, Warhol, Miró, Dalí, Giacometti, Modigliani, Kirchner, Munch, Nolde, Kokoschka, Balthus, De Chirico, Bacon, Grosz, Hockney, Malevich, Rosseau, ... El principal objetivo de la muestra es estudiar y dar a conocer las transformaciones del género del retrato a lo largo de la mayor parte del siglo pasado, en un marco cronológico en torno a los años de actividad del gran retratista del siglo XX: Pablo Picasso. Tras haber permanecido prácticamente inalterado durante siglos, el retrato rompe por primera vez con el compromiso entre el modelo y su imagen para ofrecer nuevas formas alternativas en función de la mirada personal del artista, de la aplicación y experimentación de los nuevos lenguajes plásticos, y de la transformación del individuo moderno, de los cambios en la forma de entender, mirar y representar al ser humano. En el retrato contemporáneo, es el signo personal del artista el que establece los nuevos códigos y, en consecuencia, el género se hace polivalente: puede acercarse a modelos tradicionales u oponerse a ellos, puede penetrar identidades o falsificarlas, puede crear estereotipos pero también desvelar la fragilidad y vulnerabilidad del personaje representado. A lo largo del siglo XX se produce una crisis de identidad del hombre moderno, así como de la confianza del arte en la verdad de sus imágenes. La insistencia en que el arte debe ser algo distinto de la naturaleza, incluso antagónico con la idea de parecido que siempre ha sido la razón de ser del retrato, puede llevar a pensar que el género tendría poco interés para el arte esencialmente no mimético de la modernidad; sin embargo, no fue así, y basta echar un vistazo a la lista de nombres de artistas que han trabajado este género en el siglo XX –todos ellos presentes en esta exposición-, para darse cuenta de ello y para valorar su importancia en el estudio de la evolución del retrato a lo largo de la historia, así como el interés de este proyecto. El retrato es, además, uno de los géneros mejor representados en las colecciones del Museo, incluyendo también buenos ejemplos en el arte del siglo XX; este género ha protagonizado también algunos de los proyectos expositivos llevados a cabo en los últimos años (Rafael, Memling, Kokoschka,..) o importantes capítulos dentro de ellos (Brücke, Mimesis, Forma, Sargent/Sorolla,...), por lo que esta exposición viene no sólo a enriquecer la visión de la evolución del género en los fondos del Museo, sino que enlaza perfectamente con la línea expositiva y de investigación llevada a cabo hasta el momento. El recorrido de las salas se plantea como una suma de criterios cronológicos y temáticos; desde el cambio del siglo XIX al XX, con un primer capítulo dedicado a la revisión del género a partir de los modelos establecidos por Cézanne, Gauguin y Van Gogh, para continuar con un completo repaso de los nuevos planteamientos estéticos del retrato en la modernidad, y concluir alrededor de los años 1980, un momento de recapitulación a través de la versatilidad del lenguaje pictórico contemporáneo. 1.– El artista frente al espejo 2.– Gesto y expresión 3.– Colores modernos 4.– Máscaras de lo primitivo 5.– El espejo roto vanguardias se van imponiendo al compromiso figurativo del retrato, y relegan a un segundo plano la identidad de los retratados, situándose ya a un paso de la abstracción. 6.– Imposible retorno a lo real 7.– Sueño y pesadilla Fundación Caja Madrid: 8.– Identidades metafóricas 9.– La nueva imagen del hombre 10.– Arcilla humana 11.– Hockney, Kitaj y Warhol
La exposición El espejo y la máscara. El retrato en el siglo de Picasso aborda el estudio del género del retrato en el arte del siglo XX a través de 150 obras de unos 60 artistas diferentes: Cézanne, Picasso, Van Gogh, Gauguin, Matisse, Freud, Warhol, Miró, Dalí, Giacometti, Modigliani, Kirchner, Bacon, Hockney, Munch, etc.
Museo Thyssen-Bornemisza:
Arranca la exposición con los pioneros del retrato moderno -Cézanne, Gauguin y Van Gogh-, los primeros que hicieron una verdadera reflexión sobre el género, retratándose principalmente a sí mismos. El autorretrato permitía al artista experimentar -en la soledad de su estudio, frente al espejo o utilizando la fotografía-, nuevas técnicas y lenguajes artísticos. Se incluyen también algunos autorretratos de Picasso, Munch o Beckmann.
La necesidad de representar la psicología del retratado motivó un cambio radical en la expresión visual del retrato, acentuando aún más la importancia del gesto, la postura y la actitud o el movimiento del personaje representado como forma de comunicar un mensaje o un sentimiento. Los máximos representantes de este nuevo lenguaje los encontramos en la Viena de principios del siglo XX: Kokoschka, Schiele o Klimt.
Siguiendo la estela de Van Gogh, los jóvenes expresionistas como Kirchner y Jawlensky, o los pintores fauves, como Matisse o Vlaminck, empezaron a otorgar un nuevo valor a la fuerza del color como medio para dotar al retrato de un aura simbólica, que elevaba al individuo a la categoría de “tipo”.
Los retratos de Madame Cézanne, en los que el ser humano era despojado de la mirada, del habla y de toda elocuencia expresiva para convertirse en un auténtico monumento de piedra, junto a la influencia del arte primitivo, sirvieron igualmente de modelo a Matisse y Derain, pero también a artistas como Modigliani, Rousseau o Picasso, quien realmente acabó sustituyendo los rasgos individuales de la cara por una máscara de facciones abstractas, abriendo así definitivamente el camino hacia la consolidación del retrato moderno.
Durante su etapa cubista Picasso y, detrás de él, otros artistas de la estela del cubismo -Braque, Gris, Severini-, sometieron a sus personajes a la fragmentación formal, aunque manteniendo la disposición vertical y la colocación de la figura propias de la composición del retrato convencional. Es un ejemplo más de cómo los nuevos lenguajes artísticos de las
Tras la I Guerra Mundial, muchos artistas que habían participado en los grupos de vanguardia se proponen una vuelta a la figuración que significó, no sólo la recuperación de la imagen del retratado, sino también de ciertas convenciones del género que habían sido eliminadas. Así lo muestran los numerosos retratos realizados en el periodo de entreguerras, de nuevo muy particularmente, por Picasso, pero este retorno a un cierto clasicismo en el género lo vemos también en la obra de Matisse, Dalí, Lipchitz o Severini. En esos mismos años, otro grupo de artistas -Grosz, Beckmann, Dix, Schad, Balthus o Freud- trabajan el género recuperando la figuración y también el concepto de retrato de encargo, pero lo hacen con un nuevo enfoque: mostrar una imagen de la sociedad moderna a través de poses acordes con la inestabilidad de los tiempos.
Los retratos simbólicos de Miró, Dalí, De Chirico o Frida Kahlo, son auténticas metáforas de los personajes; en ellos, las imágenes y las identidades de los sujetos reales se transforman, se disuelven y toman una nueva forma bajo la nueva doctrina de la imagen críptica del surrealismo. Este apartado concluye con los autorretratos de Käthe Kollwitz y Felix Nussbaum, en los que se refleja la pesadilla vivida ante la amenaza del nazismo.
El recorrido por las salas de la Fundación Caja Madrid comienza con un capítulo protagonizado por un importante conjunto de retratos realizados por Picasso -también alguna escultura- en los años centrales del siglo XX; junto a ellos, obras de Dubuffet, Giacometti o Antonio Saura que muestran distintas formas de interpretar el retrato mediante la distorsión de las figuras.
A través de una profunda metamorfosis del cuerpo y del rostro, Francis Bacon representó plásticamente la alienación del hombre contemporáneo, su vulnerabilidad. En este apartado, las deformaciones carnales a las que Bacon somete a sus personajes se ponen en relación con los retratos de artistas como Auerbach o Kossoff.
Los retratos de Lucian Freud y Stanley Spencer muestran su interés por la representación de la soledad de la existencia humana a través de un mismo motivo: la desnudez del retratado. Para Freud la carne es el elemento que materializa y define el retrato: “Quiero que la pintura funcione como si fuera carne para que mis retratos sean realmente de una determinada persona y no parecidos a ella”. Se incluyen también en este capítulo algunos retratos de Avigdor Arikha y de Antonio López, dos artistas igualmente interesados en la representación objetiva del cuerpo humano.
En el último tercio del siglo XX asistimos a una reinterpretación del retrato como consecuencia de la recapitulación y replanteamiento del género que realizan algunos artistas desde la versatilidad de los lenguajes pictóricos contemporáneos: David Hockney, Ronald B. Kitaj o Andy Warhol, muestran en sus retratos algunos de los mejores ejemplos de esta evolución y diversidad, cerrando con su estilo inconfundible el recorrido de la exposición.
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